Por Luciano Monteagudo
En 1989, Jean-Luc Godard inició
para la cadena de televisión francesa Canal Plus un ambicioso proyecto
denominado Histoire(s) du Cinéma, una serie de reflexiones sobre
la historia del cine que debían comprender diez capítulos,
de los cuales se llegaron a completar finalmente ocho, luego de casi una
década de trabajo. Ese material, de un enorme valor, que está
a la altura de lo mejor que ha hecho Godard en toda su carrera, se podrá
ver a partir de mañana en la VI Muestra Euroamericana de Cine,
Video y Arte Digital que se está llevando a cabo en el Centro Cultural
Ricardo Rojas *, y viene a aportar un pensamiento profundo sobre la naturaleza
de la representación audiovisual en su primer siglo de vida.
Es sabido que Godard siempre ha concebido al cine como una vía
de conocimiento y que desde Sin aliento (1959), su primer largometraje,
todos sus films comportan una reflexión sobre su medio de expresión
y sus relaciones con las demás artes. En su caso, se podría
decir que la práctica forma parte del trabajo teórico, que
jamás abandonó, como lo prueba su Introducción a
una verdadera historia del cine, un libro de 1981 que recopila sus clases
magistrales en la Universidad de Montreal. Esta preocupación constante
por el corpus del cine lo llevó a iniciar estas Historia(s) del
cine, en las que paradójicamente Godard ha utilizado técnicas
propias del video, en las que no es un recién llegado, por cierto.
Desde 1974, cuando incorporó imágenes electrónicas
a sus films Ici et Ailleurs y Número deux, Godard ha venido utilizando
el video con la misma asiduidad con que trabaja en película 35mm.
El video, en todo caso, parece haberse convertido en una herramienta indispensable
para Godard a la hora de pensar el cine, como una forma de ver si
hay algo para ver, según sus propias palabras. Esa preocupación
casi ontológica la imagen en tanto imagen preside la
concepción de sus Histoire(s) du Cinéma, donde Godard descarta
desde el vamos todo criterio cronológico para concentrarse en la
búsqueda de instantes privilegiados, aquellos planos que revisa
una y otra vez, acelerando y desacelerando, avanzando y retrocediendo,
hasta que en ellos parece descubrir la esencia misma del cine, su primer
origen.
Como indica el plural del título, la suya no es la historia del
cine en un sentido universal y unívoco sino más bien la
búsqueda personal de la multiplicidad de historias, de relaciones,
que esperan a ser descubiertas en el infinito laberinto de las imágenes:
el cine, en definitiva, como lugar de encuentro. Godard trabaja con asociaciones
muy libres, establece una conversación a varias voces, impulsa
el diálogo entre las imágenes y los sonidos, entre los sonidos
y los textos sobreimpresos y entre las imágenes entre sí.
Los resultados son siempre sorprendentes, como cuando alude al cine como
una usina de sueños y pone en pantalla a Lenin, gran impulsor de
la cinematografía soviética, sumido en el sueño eterno
de la muerte. Otras veces son conmovedores, como cuando la célebre
Gelsomina de La strada de Fellini contempla con sus ojos tristes el suicidio
del niño alemán en las ruinas de Berlín, en la devastadora
Alemania, año cero, de Rossellini.
Actualidad de la historia, historia de la actualidad, dice
la voz de Godard, mientras las imágenes remiten a los horrores
de la Segunda Guerra Mundial, al Holocausto. El cine como eterno tiempo
presente: La muerte de Sigfrido y Lili Marleen, El gran dictador y La
pasajera se suceden junto a noticieros de archivo, dominados por la figura
histriónica de Hitler. En un procedimiento que utilizó también
en su largometraje Allemagne année 90 neuf zéro (1991),
Godard transforma el cine de ficción en documento y el documental,
en material de ficción.
Cuando decide hablar de la educación sentimental, pone
en imágenes y en palabras a Jean Renoir, a Max Ophüls. Cuando
se asoma a las historiasde los célebres films malditos, que nunca
se completaron El prado de Beijin, Its All True, Eisenstein
y Welles parecen saludarse.
Precisamente él, Godard, uno de los inventores del llamado cine
de autor, rinde su homenaje a productores como Irving Thalberg y Howard
Hughes, a quienes les reconoce, a su manera, un espíritu pionero.
Y cuando evoca a Rita Hayworth o a Marilyn Monroe, las imágenes
de Godard nunca son nostálgicas, banales. Van siempre en una misma
dirección de sentido: convocar a los fantasmas de la memoria de
una memoria colectiva para hacerlos revelar sus misterios.
Si hay algo evidente en estas Histoire(s) du Cinéma es la capacidad
de Godard para apoderarse de imágenes que pertenecen al inconsciente
colectivo y, a partir de ellas, crear un hecho estético autónomo,
que le es propio. Hay una belleza constante en estas Historia(s), pero
como siempre en Godard no se trata de una belleza amanerada o decorativa,
sino por el contrario de una belleza más profunda, que tiene que
ver con el descubrimiento de las ideas. La biblioteca y la videoteca de
Godard son sus materiales; la isla de edición, su herramienta y
a partir de allí todo es posible: aparecen correspondencias maravillosas
o conceptos sorprendentes, como cuando Godard afirma que la historia del
cine está vinculada a la historia de la medicina, no sólo
en la manera en que los cuerpos torturados de Eisenstein remiten a las
primeras disecciones de Vesalius, sino también porque toda
la fortuna de la Kodak se edificó con las radiografías,
no con Blancanieves.
Haciendo suya esa cita de Emily Dickinson que cierra el capítulo
final de toda la obra El más efímero de los
instantes posee un pasado ilustre, Godard es capaz de encontrar
la huella más honda de cada una de sus imágenes, para terminar
descubriendo, en sus propias palabras, que el cine no es un arte
ni una técnica, sino un misterio.
* Historia(s) del cine se exhibirá subtitulada en castellano
en el Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA (Corrientes 2038) del lunes
27 al jueves 30, a las 22.30, con entrada libre y gratuita.
Laboratorio audiovisual
Por David Oubiña *
El video ha desempeñado un rol clave, no meramente instrumental,
en la construcción de Histoire(s) du Cinéma. Así
como desde sus primeras películas Godard trabajó la
imagen cinematográfica en tanto espacio desde donde cuestionar
las tradiciones fílmicas, de la misma manera, cuando comenzó
a utilizar el video, su intención fue siempre trabajar a
contrapelo de las aplicaciones más convencionales. Si la
televisión ganó la batalla y logró vaciar a
las imágenes de espesor, el realizador descubre que en
el reverso la imagen electrónica contiene el germen
de una crítica a su uso más difundido.
El video se transforma, así, en un laboratorio de experimentación
audiovisual. Porque permite descomponer el movimiento, manipular
las velocidades y analizar los ritmos de manera diferencial. Recupera
para el cine una mirada diferente y proyecta las imágenes
hacia un universo enteramente nuevo. Godard y la velocidad: Méliès
no creía que fuera interesante crear una ilusión de
movimiento. Lo que era importante, decía, era observar diferentes
tipos de movimientos. Tal vez un beso precisa una velocidad menor.
Yo creo que si uno analizara la manera en que los actores se besan
en las películas actuales, advertiría que es siempre
la misma velocidad. Eso se podría confrontar con el modo
en que Greta Garbo besaba a Ramón Novarro. En los films mudos
había grandes diferencias de velocidad. Es lo que el
cineasta ensaya en los ralenti de Sauve qui peut (la vie). En ese
punto, Godard define su estirpe: desde Marey y los cronofotógrafos
hasta Vertov. El cine es la fotografía en movimiento; pero
la fotografía ahora lo sabemos era ya, desde
sus comienzos, el cine en detención.
* Del libro Cine, video, multimedia: la ruptura de lo audiovisual,
editado por la Muestra Euroamericana.
|
Video, instrumento
vital
Por Philipe Dubois *
Nadie como Jean-Luc Godard ha explorado el problema de la transformación
de las imágenes, con tal persistencia y profundidad
y en formas tan diferentes. En el campo de los medios contemporáneos,
allí donde el cine no goza ya de la arrogante certeza de
un poder total y monopólico, Godard es desde hace mucho tiempo
un líder. En los años sesenta este artista y sus colegas
de la Nouvelle Vague habían reflexionado críticamente
sobre el cine, pero siempre en términos completamente cinematográficos.
Amplió sus problemáticas desde 1974, desde el crucial
film Ici et ailleurs, sobre todo a través de la experimentación
de nuevos dispositivos electrónicos para el sonido y la imagen.
La aparición del video y su inmediata inclusión en
su obra, su uso sistemático y variado durante los últimos
quince años, unido a la voluntad de apropiarse totalmente
de este medio, tanto como para tener un estudio completo instalado
en casa (desde aquel estudio Sonimage en Grenoble en
1973, hasta el actual en Rolle sobre el lago Leman), todo sirve
para demostrar cuál es la dimensión que Godard da
al video como instrumento vital, indispensable y cotidiano, como
lugar y medio propio de su relación existencial con el cine.
* Del libro Cine, video, Godard, editado por la Muestra Euroamericana.
|
|