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Las universidades debaten cómo enfrentar la tijera

Algunos quieren salir con los tapones de punta. Otros distinguen entre este ajuste y los �ideológicos� de López Murphy. Las facultades debaten planes de lucha para el comienzo de las clases en el cuarto cuatrimestre.

Por Javier Lorca

Algunos salen con los tapones de punta. Otros prefieren jugar callados y aguantar el resultado. Tras el ajuste impuesto por el Gobierno, y ante las nuevas podas que se auguran para 2002, afloran diferentes posturas entre las universidades nacionales. Y también hacia dentro. ¿Qué debe hacer la universidad pública frente al recorte? El rector de la Universidad de Buenos Aires, Oscar Shuberoff, que hace dos años comandó las protestas contra la tijera menemista, ahora no aplica el ajuste y junto con otros rectores negocia con el Gobierno cómo atenuar sus efectos sobre el sistema educativo superior. Otras autoridades universitarias, en cambio, están a la cabeza de las marchas, dictan clases públicas y hasta avisaron que no podrán seguir funcionando a partir de octubre.
En las últimas semanas, el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) fue escenario de largas disputas entre los rectores. Shuberoff y otros radicales asumieron una actitud cautelosa, de rechazo al ajuste, sí, pero moderado. “Organizar protestas nacionales va en contra del Gobierno y no en contra de los verdaderos enemigos de la Nación y del pueblo”, dijo el rector de la UBA ante su Consejo Superior. Desde su entorno, un alto funcionario del Rectorado explicó a Página/12: “No queremos generar más inestabilidad institucional, porque no sabemos dónde puede terminar esta crisis. Además, es muy difícil salir a defender a la universidad cuando el recorte afecta hasta a los jubilados. Por eso, nos manifestamos en contra, pero en forma más medida que otras veces”. Y distinguió: “Los recortes de Menem y de López Murphy estaban basados en un ataque ideológico a la educación pública. Ahora es distinto”.
Otro grupo de rectores (donde se mezclan justicialistas, frepasistas, independientes y pocos radicales) promovieron una histórica declaración del CIN contra el ajuste. “El derecho de la Nación a desarrollarse debe prevalecer por sobre el derecho de los acreedores a cobrar en sus términos una deuda gestada a espaldas de las mayorías que hoy se pretende sacrificar para honrarla”, señalaba el párrafo más debatido del documento (aprobado, al final, por unanimidad). Los rectores de la Universidad de La Plata y de la Universidad del Comahue, Alberto Dibbern y Jorge Rabassa, aseguraron a este diario que deberán cerrar en octubre próximo si el Gobierno no da marcha atrás. Como los rectores de General Sarmiento, La Matanza y otros, salieron a la calle junto a docentes y alumnos.
La divergencia de criterios también aparece en cómo las universidades aplicaron (o no) el recorte de las partidas de sueldos de docentes y empleados. La UBA, la UTN y las de Mar del Plata y Rosario pagaron julio sin descuentos. Excepto la primera, las demás aplicarían el ajuste en las próximas liquidaciones. Algunas ya lo aplicaron (Catamarca, Salta, Santiago del Estero) y otras lo hicieron parcialmente (Córdoba, Litoral).
Dentro de la UBA, se repitió la disputa. Varios decanos intentaron que la propia universidad asumiera un fuerte rol de oposición al ajuste. Los de Exactas, Sociales, Filosofía y Letras y otros consejeros superiores propusieron que se convocara a una asamblea con representantes de estudiantes, docentes y graduados de todas las facultades, para debatir un plan de lucha. El rector y otros decanos se opusieron (“sería algo incontrolable”, comentaban) y lograron detenerla.
Las diferencias internas en la UBA resurgieron cuando el Consejo Superior discutió la participación de la universidad en la marcha del miércoles pasado. Otra vez, Shuberoff intentó moderar el reclamo. “La aprobación de esta propuesta produciría un viraje en la conducta pública de la universidad –dijo–. Resultaría fuertemente incorrecto realizar una actividad que va en el mismo sentido que otros sectores que se oponen al esfuerzo nacional.” Finalmente, el Consejo aprobó organizar clases públicas e invitar a la comunidad educativa a participar de la marcha que resultó multitudinaria. En Plaza de Mayo estuvieron algunos decanos y también la vicerrectora de la UBA. Con matices, la discusión sobre cómo enfrentar la tijera oficial se reprodujo entre docentes y estudiantes. Por ejemplo: las agrupaciones más radicalizadas pretendían no iniciar las clases en el segundo cuatrimestre. “No empezar las clases sería vaciar la universidad. En dos semanas no tendríamos manera de movilizar a nadie,” explicó a este diario un dirigente de la Alianza universitaria. “Es preferible empezar con medidas activas.” Para la oposición, “lo que ellos quieren es enfriar la protesta, porque así no la pueden manejar”.

 

 

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