Por
Irina Hauser
Argentina realmente necesita una especie de proceso de limpieza,
como un mani pulite, dice Mark Pieth, abogado especialista
en lavado de dinero, profesor de la Universidad de Basilea, Suiza, y presidente
del Grupo Experto de la Organización para el Desarrollo Económico
(OECD) sobre soborno en transacciones comerciales. No cree que Suiza haya
protegido al gobierno de Carlos Menem. Si ese país ahora está
dispuesto a investigar las operaciones sospechosas argentinas, sostiene,
es como consecuencia de la avalancha de dinero sucio que tuvieron las
entidades bancarias de ese país, codiciados por la seguridad que
ofrecen. Reconoce que los bancos se resisten a levantar el secreto de
las cuentas, pero que el Estado apunta en ese sentido para mejorar su
imagen. Si Suiza encuentra dinero de la corrupción, señala
Pieth, lo va a devolver a su país de origen. Ustedes necesitan
este dinero para pagar su deuda, ironiza.
Pieth trabajó en la legislación suiza sobre lavado desde
la Sección sobre Crimen Organizado y Económico de la Oficina
Federal de Justicia y ahora es un consultor convocado por bancos que en
los últimos dos años se han interesado en establecer estándares
de control. Por Buenos Aires pasó para dar un seminario sobre legislación
comparada sobre lavado de dinero convocado por el Estudio Luis Moreno
Ocampo y Asociados. Al respecto, cuestionó por imprecisas
y peligrosas las nuevas normas argentinas. Y tuvo un encuentro
informal con la titular de la comisión antilavado del Congreso,
Elisa Carrió.
¿Suiza pudo haber amparado a Carlos Menem y a funcionarios
de su gobierno que habrían girado allí millones de dólares?
No creo que las autoridades suizas estuvieran protegiendo a nadie.
Este es sólo un caso de cientos. Si nos retrotraemos apenas un
tiempo tenemos los casos de Vladimiro Montesinos (ex jefe de inteligencia
de Perú), Boris Yelstin (ex presidente ruso), Slobodan Milosevic
(ex presidente de Yugoslavia), Sani Abacha (dictador de Nigeria), todo
el mundo. Después de Abacha no creo que hayan tenido intención
de proteger a nadie, porque el Gobierno tiene que demostrar que estaba
dispuesto a cooperar internacionalmente.
Entonces Menem, para usted, era un cliente más.
Es un punto interesante porque desde algo más de dos años
existe una regla a seguir sobre las llamadas personas particular
o políticamente expuestas por la cual si los bancos aceptan
como clientes a altos funcionarios corren el riesgo de perder la licencia.
Yo no sé si ellos, en tanto Menem era un jefe de estado, tenían
en claro que era corrupto. Tampoco sabemos si lo es, por ahora es una
hipótesis frente a la cual Suiza dirá vamos a ayudar
a investigar. Diferente fue el caso de Montesinos. Cuando apareció
el famoso videotape de las coimas los bancos directamente llamaron al
Gobierno para decir esto es vergonzoso, nosotros tenemos el dinero
de Montesinos. Entonces las autoridades dijeron que se harían
cargo del caso, llamaron a Perú y avisaron que tenían los
100 millones. Los bancos no sabían quién era Montesinos,
es que no saben qué pasa en todos lados. Por esto ahora la grandes
entidades están formando una base de datos conjunta de políticos
de todo el mundo.
Hoy por hoy un banco suizo ¿sabe realmente quiénes
son sus clientes?
Tienen que saber el nombre de todas las personas que están
en contacto con ellos y si tienen el presentimiento de que hay alguien
que está actuando para un tercero tienen que pedirles que den el
nombre de los verdaderos beneficiarios. El problema es que sigue siendo
difícil probar quién es ese beneficiario. Estas exigencias
aún no están desarrolladas en la medida deseable.
¿Por qué Suiza ahora colaboraría con las investigaciones
argentinas y antes no lo hacía?
Existen leyes que obligan. Lo que hay es un cambio sobre todo desde
1997. En realidad hubo colaboración, por ejemplo en el caso IBM-Banco
Nación, mucha información vino de la fiscal Carla del Ponte.
¿Qué posibilidades de éxito tiene la pesquisa
si el dinero de ex funcionarios argentinos está en una filial de
las Islas Caimán, como parece ser que ocurre en el caso de Menem?
La justicia Suiza puede pedir asistencia de otros países
para sus investigaciones, pero no puede forzar a su propio banco a dar
información de su filial en Caimán. Ese es un punto tramposo.
Para el caso de Menem, seguramente el propio banco tratará de sacárselo
de encima o denunciarlo por temor. Desde Suiza probablemente se notificará,
pero no se que pasará en Caimán. Caimán es Caimán,
suele haber problemas de asistencia con ellos.
Usted dijo en una conferencia que cree que las entidades bancarias
deben levantar el secreto sobre las cuentas, ¿por qué?
Porque implica dar asistencia a un estado en casos de evasión
fiscal. Pero esto es una decisión de gobierno, no de los bancos.
Y cuando se hace es por la presión de la Comunidad Europea. A mi
entender, el secreto bancario es injusto, hay que levantarlo porque de
lo contrario estamos matando al estado de bienestar, y es aún peor
en la situación de Argentina. Los bancos dirán que están
haciendo un bien porque puede haber devaluación en Argentina. Yo
digo que es al revés, que si todo el mundo saca su dinero del país
entonces habrá devaluación. Y además ustedes necesitan
este dinero para pagar su deuda.
¿Pero acaso el negocio de los bancos suizos no es mantener
el secreto?
Ellos dicen que quieren ganar dinero mientras puedan, que hacen
así un favor a la industria argentina ahorrándoles su dinero.
Los bancos se oponen a levantar el secreto, pero la razón por la
que ocurrirá en los próximos diez años es porque
es una política de los Estados Unidos para promover cambios en
la Unión Europea, además de que los bancos necesitan recobrar
credibilidad. La Unión Europea está perdiendo dinero por
culpa de Suiza. La posición que está surgiendo en mi país
es la de elevar los impuestos bancarios al 30 por ciento, para volverlo
un lugar menos atractivo para los evasores de otros países. En
este momento los impuestos son muy bajos.
¿Si Suiza encuentra dinero de Menem o algún otro ex
funcionario o funcionario actual, lo devolverá a las arcas argentinas?
Depende de qué manera ese dinero haya sido obtenido. Si es
malversación, defraudación, corrupción, en principio
el dinero es argentino. Es una cuestión de bloquearlo y repatriarlo.
El problema es que Argentina tendrá que juzgar el caso. A veces
se contempla la posibilidad de adelantar la devolución, pero se
espera que haya un juicio primero.
¿Qué pasa con los casos en que Suiza se niega a investigar
debido a que no reconoce el delito tipificado por Argentina, como el de
enriquecimiento ilícito?
Esto también es una cuestión de asistencia mutua.
Si el problema es que alguien tenía mucho más dinero cuando
dejó la función pública que cuando ingresó
a ella, esto no será argumento suficiente. Es necesario que el
juez argentino haga referencia a una conducta punible en Suiza como malversación,
exacciones ilegales, entre otras, y que digan cuál es la hipótesis.
Puede ser sólo una página. En Suiza la figura de enriquecimiento
ilícito es considerada inconstitucional por la inversión
de la carga de la prueba.
¿Usted cree que es útil la existencia de una comisión
antilavado en el Congreso? Una comisión parlamentaria puede
hacer lo mismo que puede hacer el parlamento, es decir, preparar proyectos
de ley, evaluar situaciones y necesidades. Lo que no puede es actuar como
juez, identificar culpables.
¿Es posible luchar contra el lavado sin un brazo político?
No puedo decir nada muy específico sobre Argentina, porque
no he vivido en esta situación, pero es claro que en relación
a los problemas de corrupción ustedes realmente necesitan una especie
de proceso de limpieza, como un mani pulite. Puede ser llevado a adelante
por jueces, pero también debe ser asumido por el ímpetu
político de la gente.
¿Por qué Argentina se convirtió en un eslabón
en la cadena del lavado de dinero?
Hasta hace poco no creía que Argentina fuera un lugar de
lavado de dinero. Creo que el problema de el lavado para ustedes consecuencia
de delitos cometidos en el país, pero el dinero se lava en otra
parte. No se hasta qué punto es un país que atraiga dinero
del mundo para lavado, porque el sistema bancario no parece tener el perfil.
¿Qué hay que hacer para luchar contra el lavado?
Yo empezaría por los problemas básicos, la corrupción,
no por el lavado. El punto de partida tendría que ser frenar la
impunidad, que la gente no pague más. Hace falta un proceso político,
gente harta de esto y que elija políticos fuertes. Claro que es
fácil decirlo de afuera.
¿Usted cree que las leyes antilavado van a funcionar en Argentina?
Es una legislación peligrosa. Las normas que regulan la Unidad
de Información Fiscal (UIF) son muy imprecisas y probablemente
no funcionen. Consideran cada transacción inusual como sospechosa.
Entonces habrá cien millones de notificaciones y los pobres hombres
dejarán de trabajar antes de haber empezado. No habrá efectividad.
Hay que definir qué es sospechoso. Si es por lo inusual, el diez
por ciento de las operaciones bancarias son sospechosas.
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