Por
Victoria Ginzberg
Brígida
Cabrera de Torres apoya los anteojos sobre la mesa, hace un silencio y
dice: La verdad es que bien no nos fue. La mujer, de 63 años,
acaba de relatar la historia de su familia, la desaparición de
tres de sus cinco hijos y su paso por la cárcel. Pero a pesar de
la dictadura, Brígida sigue entera y hace un mes recuperó
a su nieta. Hilda Victoria Montenegro, hija de Hilda Torres y Roque Orlando
Montenegro, fue apropiada por el coronel Hernán Antonio Tetzlaff,
cuya condena a ocho años de prisión se conoció la
semana pasada. Si bien no es natural conocer a la familia en un
juzgado, estoy contenta, siento que por fin la hemos encontrado y que
me han devuelto también una parte de mi hija, dice la abuela.
La persecución de la familia de Brígida se inició
en Metán, Salta, en junio de 1974, cuando su hija Lucía
fue detenida por hacer pintadas antifascistas. La chica pasó
treinta días en prisión y seis meses después, cuando
ya imperaba el estado de sitio, la volvieron a arrestar. Y esta vez no
salió hasta 1978, cuando le dieron la opción
de irse al exterior. El resto de la familia siguió haciendo trabajo
barrial, dentro del Frente Antiimperialista por el Socialismo, menos el
papá, Domingo Torres, que trabajaba la tierra en Jujuy.
1974 siguió convulsionado. En setiembre Hilda fue detenida en Tucumán
y como era menor de edad Brígida viajó para liberarla. El
policía que la atendió la miró mal y le dijo que
el comportamiento de su hija debía tener alguna raíz,
pero la mujer no se dio por aludida, ni siquiera cuando le reprocharon
que su casa estaba llena de comunistas. El oficial le recomendó
que obligara a Hilda a casarse para que no tuviera que hacerse cargo
de ella. Pero ni a Brígida se le ocurrió forzarla, ni Hilda
firmó la libreta. En cambio, la joven se fue con Roque Orlando
a Buenos Aires.
Brígida fue arrestada pocos días después de su regreso
a Metán. Entraron unos veinticinco hombres, le pegaron a
mi hijo Pedro, que tenía quince años, y amenazaban con violarme
delante de él, rompieron todo, relata. Mátenla,
Mátenla, gritaba a sus subordinados Federico Levi, delegado
de la Policía Federal en Salta, quien comandaba el operativo.
La mujer fue llevada a la cárcel y no se olvida del seis de julio
de 1976, cuando sacaron a las presas que, junto con seis compañeros,
fueron fusilados en un cruce de la ruta que conduce a Tucumán,
en la localidad de Palomitas: Vinieron los militares con el jefe
de guardia (Eduardo Carrizo) y llamaron a las chicas nombre por nombre.
Me acuerdo que con Evangelina Botta estábamos jugando al ajedrez
y que Celia Leonard le estaba dando el pecho a la niña, y cuando
la llaman se la entregó a una compañera. Les dijeron que
las sacaban para nuevas declaraciones, pero era muy sospechoso, unos días
antes había pasado el director del penal amenazándonos,
preguntándonos si sabíamos que en las cárceles pasaban
quinteando (sacando de a cinco). Y fueron cinco las
mujeres que asesinaron esa noche.
Afuera la vida seguía. Y también la muerte. Al salir de
la cárcel con destino a Ginebra en 1981 Brígida se encontró
con Lucía, pero sin Hilda, ni Juana ni Pedro. Tres de sus hijos
fueron secuestrados y continúan desaparecidos. Brígida no
se acuerda bien cómo supo que Hilda estaba embarazada. Repasa una
carta que alguien pudo entrar a la cárcel, un mensaje en un papelito
que tuvo que ser destruido apenas leído. Pero allí su hija
le hablaba de un embarazo que había perdido y sólo le mencionaba
que se encontraba bien.
Hilda Victoria nació el 31 de enero de 1976. Los militares no le
dieron tiempo a Brígida de conocer a su nieta, pero el abuelo Domingo
la pudo ver. En febrero el hombre viajó desde Jujuy a Buenos Aires
para visitar a Lucía en Devoto, pero las autoridades de la cárcel
se lo impidieron y decidió buscar a Hilda. No fue fácil
encontrarla, sabía que estaba en laciudad, pero tuvo que seguir
el rastro de su mudanza. Finalmente Domingo encontró a Hilda, a
Roque Orlando y a Hilda Victoria, de apenas diez días. Durante
su breve estadía en la Capital, el abuelo acompañó
a la pareja a anotar a la beba. Hilda se presentó en el registro
civil como María Luna y le puso su nombre real a la beba. Poco
después Tetzlaff bautizaría a la niña con un nombre
falso, que por una macabra coincidencia o no sería
María Sol.
Hilda y
Roque Orlando fueron secuestrados en Lanús, a mediados de febrero
de 1976. No hubo más noticias de ellos ni de la beba hasta que
una investigación judicial iniciada por Abuelas de Plaza de Mayo
le devolvió la identidad a la niña robada. Los análisis
de sangre realizados en el Banco Nacional de Datos Genéticos demostraron
que Hilda Victoria había sido anotada como hija propia del coronel
Tetzlaff, represor del centro clandestino de detención El Vesubio.
Hace un mes los abuelos Brígida y Domingo, y la tía Lucía
se encontraron con Hilda Victoria, ahora una mujer y madre de tres hijos.
La reunión tuvo lugar en el juzgado federal de San Isidro y el
juez Roberto Marquevich hizo las presentaciones. Fue un momento raro y
difícil y, a la vez, demasiado emocionante, sobre todo cuando la
joven empezó a preguntar sobre su madre. Pensé por
fin hemos llegado. La vi, sé que era ella. Pensé en
que muchas veces había creído que no iba a llegar a conocerla.
En ese momento se sienten un montón de cosas y me acordé
de mi hija, porque fue como verla, fue recuperar algo, lo que queda de
ella, dice Brígida, tratando de poner sus sentimientos en
palabras.
Brígida respeta los tiempos de su nieta. Como todas las Abuelas
tiene la paciencia y la perseverancia de más de veinte años
de búsqueda. Sobre la mesa, despliega las fotos de sus hijos. Pedro
en guardapolvo, Juana e Hilda en la academia de mecanografía y
cada uno en las fotos de cuatro perfil ampliadas que llevan a las manifestaciones.
Brígida espera poder entregárselas a Hilda Victoria y aunque
no le interesa saber nada de Tetzlaff que fue condenado, pero sigue
libre hasta que la sentencia quede firme se pregunta qué
papel jugó el represor en el secuestro de su hija y su yerno. Y
espera que Hilda Victoria también se lo pregunte.
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