Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


PAUL SERENO, PALEONTOLOGO, AVENTURERO, EXPLORADOR, DESCUBRIDOR DE DINOSAURIOS
�Nosotros también vamos a desaparecer�

Vive viajando, explorando, excavando, dando clases y juntando fondos para sus expediciones. Es un personaje casi cinematográfico y uno de �sus� dinosaurios figura en la última Parque Jurásico. Su primer gran descubrimiento fue aquí, en la Argentina, y desde entonces se especializó en el Hemisferio Sur. En este raro reportaje, Sereno explica cómo se extingue una especie y avisa que a nosotros también nos juega en contra el reloj.

Por Ricardo M. de Rituerto

–¿Cómo fue la revelación en su visita al Museo Americano?
–Yo tenía interés en los fósiles, pero no había cristalizado. La verdad es que no sabía qué iba a hacer. Creo que lo vi como algo de aventura. Eso es lo que me atrae, el aspecto aventurero de la ciencia, ir a lugares exóticos y hacer descubrimientos que cambian el modo de pensar sobre la evolución de un grupo o sobre cómo estaban conectados los continentes. Mi hermano Martín había acudido para matricularse en paleontología o geología. Yo no iba a anotarme. Pero resultó que a mí me interesó más que a él. Y les dije: “El año que viene voy a presentar mi solicitud”.
–Entonces usted estudiaba dibujo.
–Sí. También había hecho biología y me debatía entre lo uno y lo otro.
–Tras unos años, en particular en la primera adolescencia, en que no parecía que fuera a hacer nada de provecho.
–No, desde luego. Pero nunca tuve problemas en casa. Allí pensábamos que todos teníamos alguna capacidad. Yo lo pasé mal algunos años en el colegio, pero luego lo superé. Mis padres, un ingeniero y una profesora de dibujo, siempre me apoyaron. Creo que lo más valioso que dieron a sus hijos fue la idea de que tienes que hacer algo creativo en la vida. En vez de sólo tener un trabajo, hacer dinero y cosas así.
–Cuando usted llegó a Columbia, pronto se fijó en China.
–Me hice a la idea de seguir donde Roy Chapman Andrews había dejado. El volvió con mucho material y buen parte estaba sin estudiar. Había mucho sobre un dinosaurio con una especie de pico de loro y me propuse analizarlo. Y después pretendía ir a China y a Mongolia, si era posible. En 1984 planeé el viaje, que cada vez se hacía más largo. Saqué un billete para China y otro de vuelta desde Londres para ocho meses después. Así que disponía de ocho meses, algo de dinero, mucha película y un visado de dos meses para China. Resultó un gran viaje, una superextraordinaria experiencia viajera.
–Así que pasó dos meses en China.
–Cuatro.
–¿Cuatro?
–Era el primer año que permitían viajar sin intérprete. Resultaba muy difícil, pero lo cierto es que podías viajar solo a las principales ciudades. Visité los principales museos y, con no poca lucha, conseguí un visado para Mongolia. Pude viajar a los Flaming Cliffs. Mongolia tenía un programa de caza en el que extranjeros pagaban 10 o 15.000 dólares, y eran acompañados al desierto a cazar.
–¿Qué cazaban?
–Lo mismo que cazaba Roy Chapman Andrews, íbex y otros antílopes con gran cornamenta. Yo les dije que buscaba animales grandes y antiguos en el Flaming Cliffs, pero no entendían qué podía ser. Me decían: “Allí no hay muchos animales”. Resultaba todo un poco confuso. No entendían lo que quería hacer, salvo que quería ir allí. El caso es que finalmente me dieron el visado. Pude viajar con un intérprete. Y fue maravilloso. Pasé un par de días y así es como encontré mis primeros huesos de dinosaurio, precisamente en Flaming Cliffs. Ahora vamos a ir a otra parte del desierto de Gobi, aunque en esta ocasión para una operación importante.
–Pero su primer gran éxito se produjo en 1988 en los Andes argentinos.
–En 1988 hice mi primer gran trabajo de campo. Había completado un par de cosas antes, pero nada exótico, nada en la naturaleza salvaje. En 1988 hallamos un dinosaurio de los primeros, el Herresaurus. Eramos un grupo pequeño, no necesitábamos mucho dinero y todo salió muy bien.
–Y tres años después, de nuevo en Argentina, otro hallazgo.
–Sí, habíamos visto fragmentos la primera vez, pero muy pequeños, un par de cosas. Y la cuestión era ¿ante qué animal estamos? En la segunda ocasión hallamos un buen esqueleto. Era de Eoraptor, de hace unos 227 o228 millones de años. Suponemos que tres o cuatro millones de años antes tuvieron un antecesor común, quizá hace unos 232 millones de años.
–¿Cómo consigue dar con algo valioso cada vez que se mueve?
–Es más cuestión de trabajo duro que de suerte. Para empezar, necesitas una buena corazonada. Pero después es cuestión de trabajo y buenas decisiones sobre el terreno. Y también tienen mucho que ver los equipos que formo. Son muy jóvenes. Paleontólogos jóvenes, a veces algún médico, algún estudiante, que no sabe todavía si hacer paleontología, un ingeniero una vez, un maestro... no un grupo de especialistas de museo que van sólo porque lo son y no porque tienen una misión especial. Esa combinación y tipo de gente es muy importante y creo que a ello se deben en parte los éxitos.
–Parte de esa fortuna descubridora tiene que ver con la decisión que usted tomó hace años de buscar en el hemisferio sur, que no estaba tan explorado. ¿No es así?
–Sí. Tras trabajar con los primeros dinosaurios, pertenecientes al triásico, hace entre 248 y 208 millones de años, pasé a estudiar la parte final de la evolución de los dinosaurios. El cretácico, 146-65 millones de años, cuando desaparecieron, resultaba muy interesante porque las superficies terrestres eran muy distintas, se habían separado y se sabía muy poco de Africa. América del Sur recibía alguna atención, en particular Argentina. Pero Africa, nada. Se sabía muy poco sobre India, Australia, la Antártida. Así que nos preguntamos qué se podría encontrar. No teníamos idea. Sólo que, al haberse separado los continentes, era probable que los dinosaurios no se parecieran a los del hemisferio norte. Pudiera ser que se parecieran a los de América del Sur, pero no se sabía. Esa es una de las razones para trabajar en Africa.
–Los dinosaurios dominaron la Tierra durante 180 millones de años. Y desaparecieron de un golpe. ¿Eso es una simplificación?
–La gran simplificación es que la gente piensa que los dinosaurios vivieron todo este tiempo y luego desaparecieron, y no se da cuenta de que constantemente están desapareciendo especies. Y de que todos sus dinosaurios favoritos apenas vivieron un par de millones de años. El Tiranosaurio, dos millones de años. Se acabó. Unos eran sustituidos por otros. Evolucionaban y morían, y evolucionaban y desaparecían por razones locales. Eso es lo que sucede con las especies. Pero ocurrió algo especial que eliminó a los últimos de un solo golpe. Está claro que fue el impacto de un asteroide. De los trabajos que se han hecho en la última década queda claro que aquello tuvo un traumático y definitivo efecto sobre la vida de aquel tiempo. No sé si fue el único factor responsable, pero desde luego fue el más importante.
–¿Nada de erupciones volcánicas ni de cambios forzados en la alimentación?
–Simultáneamente se estaba produciendo un cambio climático. Fue en un período largo, de un millón de años o así. No creo que estuviera relacionado con el impacto, pero tuvo su efecto. El clima cambió drásticamente. Fue el principio de un nuevo régimen climático que cabe suponer modificó mucho el hábitat de los animales. Así que probablemente fue la combinación de varios factores. Los fósiles de dinosaurios no son muy buenos para descifrar este aspecto, así que puede que nunca lo lleguemos a saber.
–Vivieron más que nadie: así que se les podría considerar un éxito de la naturaleza. Pero desaparecieron totalmente. ¿Podemos hablar entonces de un gran fracaso?
–No. Ya no se piensa en esos términos, porque en nuestros trabajos hemos llegado a la conclusión de que fue algo accidental. La historia hubiese sido muy distinta si eso no hubiera ocurrido. Ahora tenemos pruebas de que todo comenzó con una gran extinción en el período pérmico, entre 286 y 248 millones de años atrás, previo al mesozoico, la era de los dinosaurios, dividido en triásico (248-208 millones de años), jurásico(208-146) y cretácico (146-65). Quedaron unos cuantos reptiles, hubo una pequeña extinción adicional y los dinosaurios se hicieron dueños de la situación, parece que por accidente. Lo que pensamos es que antes había animales que compartían características, no unos que fueran superiores a otros. Tras algún tipo de cataclismo quedó una pareja de la que derivaron todas las que siguieron y así es como llegaron a dominar. La gente tiene la idea de un modelo competitivo, como que los dinosaurios son inferiores a los mamíferos, y que los reptiles eran inferiores a los dinosaurios. Eso ya ha sido descartado como explicación.
–Eso suena a cuestionar a Darwin.
–No. Darwin no tiene nada que ver con esto. Darwin propuso la idea de la selección natural. Que la competencia entre especies era importante. Pero sus trabajos no tenían que ver con la evolución y la extinción de especies, sino con la evolución dentro de una misma especie. Eso sigue siendo válido. Lo que ocurre entre especies o en períodos de millones de años es algo que compete al paleontólogo. Y lo que sabemos, debido a que ninguna especie de dinosaurio ha vivido más de un par de millones de años, es que la vida es difícil e impredecible. Especialmente si eres un animal grande. No puedes saber lo que te va a pasar, y al cabo de uno o dos millones de años desapareces.
–El ser humano, si nos remontamos a los ancestros de Africa, tiene ya esos dos millones de años.
–La especie humana, entendida como algo que es anatómicamente semejante a nosotros, tiene unos 200.000 años.
–Así que todavía nos queda un buen rato. ¿Puede la inteligencia humana salvarnos?
–Nosotros también vamos a desaparecer. No cabe duda. La cuestión es cuándo. Y creo que, dejados a nuestra suerte, vamos a acortar nuestra existencia. Tenemos este gran cerebro, pero yo creo que no fuimos diseñados para vivir en grupos de millones de seres. No sabemos cómo manejar este tipo de poder. Dejamos mucho que desear respecto de eso. Creo que hemos evolucionado para operar como dinosaurios, en pequeños grupos en los que tratar cara a cara con la gente. Y ahora tenemos un presidente que no sabe y toma decisiones sobre lo que va a ocurrir en el otro extremo del mundo. A eso no estamos adaptados y nos encaminamos hacia la extinción antes de lo que pensamos. Esa es mi teoría. Estoy absolutamente convencido de que vamos a desaparecer porque millones y millones de especies han desaparecido antes que nosotros. No hemos demostrado ninguna capacidad para controlar nada relacionado con la extinción. La cuestión es si va a surgir alguna nueva especie antes de que nosotros desaparezcamos.
–¿Y?
–Yo no creo que vaya a ser así. Pero éstos ya son asuntos muy teóricos.
–¿Y los que mantienen que los supervivientes serán reptiles o ratas?
–Difícil de predecir.
–¿Cuáles han sido sus mayores contribuciones en el campo de los dinosaurios?
–He contribuido al diseño del árbol de los dinosaurios. Muchos de los grupos que he presentado por primera vez en mis estudios han sido aceptados. Un par de personas nos metimos con esto a principios de los años ochenta, a buscar características y a intentar conocer la historia de los dinosaurios... ése ha sido mi mayor aporte. Y también he hecho numerosos hallazgos. Decía uno de mis profesores en el Museo Americano: “No seas de esos que van a los museos sólo a coger frutos del árbol. Pon también frutos”. Creo que he puesto bastantes frutos. Cuando no teníamos material suficiente para responder a preguntas, por ejemplo sobre el origen de los dinosaurios, hemos ido en busca del material para resolver el problema. Cuando no sabíamos nada sobre la evolución de los dinosaurios en el cretácico en Africa, fuimos allí y resolvimos el problema. Yo creo que ésas son las dos mayores aportaciones. –La pasión por los dinosaurios es un fenómeno muy norteamericano potenciado por las películas de Parque Jurásico.
–Es porque tenemos más museos, más paleontólogos y porque es un país más grande y más rico. No tanto comparado con Europa, pero sí con otras partes, como Latinoamérica o Africa. y Parque Jurásico lo ha convertido en un fenómeno global.
–¿Qué le parecen las películas, con sus inexactitudes cronológicas?
–Ya se sabe que, si el mundo del cine quiere hacer algo que los científicos consideren permisible, lo hará. Pero si no quiere, pues hace lo que le apetece. Así es Hollywood. La creación de modelos ha mejorado mucho, se han realizado avances sobre la piel y la gente ha estudiado cómo se movían los dinosaurios, así que ahora todo resulta mucho más ajustado que hace unos años. Creo que algunas de las cosas que hemos visto son bastante realistas. Pero lo más difícil es conocer la conducta de los dinosaurios. Eso es lo que quiere saber la gente, su color y su conducta.
–Y de eso no sabemos nada...
–Algo sabemos. La conducta no fosiliza muy bien, pero del modo en que aparecen enterrados podemos sacar algunas ideas. Podemos decir que algunos herbívoros formaban grandes manadas, en particular los dinosaurios del grupo de los ornitisquios, con estructura pélvica como la de las aves, como los dinosaurios con cuernos y los que tenían pico del estilo de los patos. Y podemos decir con seguridad que ciertos animales cazaban a otros y no eran sólo carroñeros, lo que se ve, por ejemplo, a partir de las heridas. Pero es difícil decir nada sobre la caza en grupo o sobre la velocidad que tenían. Hay un número limitado de cosas que se pueden saber.
–En 1997 usted descubrió en Niger el Suchomimus, de 13 metros de largo y con cráneo de cocodrilo, que aparece en Parque Jurásico III.
–Creo que en la película lo llaman Spinosaurus. Está basado en él. Es un pariente posterior del Suchomimus, tiene unos 90 millones de años. Es como el Suchomimus, pero con una aleta más grande. Nadie había reconstruido un Spinosaurus en tres dimensiones, así que se fijaron en el Suchomimus, le cambiaron la aleta y más o menos...
–Ahora se habla mucho de clonación y hasta de clonación de dinosaurios. ¿Alguna remota posibilidad?
–No, ninguna. El ADN que hemos encontrado no está conservado. El más antiguo que tenemos es de un fósil del Neandertal.
–¿Es posible pensar en dinosaurios conviviendo con humanos?
–Yo creo que están entre nosotros en forma de pájaros. Lo que pasa es que su aspecto es distinto al que solían tener. En los dinosaurios terápodos, bípedos carnívoros, se produjeron muchas evoluciones que luego fueron útiles para volar, aunque originalmente no cambiaran para ello. Aparecieron plumas y otras peculiaridades para calentar el cuerpo y, cuando estos animales evolucionaron a tamaños más pequeños, empezaron a usar sus nuevas características.
–Su misma popularidad le ha creado problemas con algunos colegas celosos, que dicen: “Ya está aquí Paul Sereno, llevándose toda la atención”.
–Eso pasa constantemente, pero no sólo en esto, sino en todos los campos. Yo he comprobado que ocurre con los colegas que están más cercanos y que disminuye con la distancia. Los científicos no son diferentes al resto de la gente. Tienen su orgullo. Si alguien atrae mucho la atención, piensan: “¿Y por qué yo no?”. Así es la vida, desgraciadamente.
–Sin embargo, sus descubrimientos han sido publicados en reputadas revistas como Science y hay colegas que le respetan sobremanera.
–Sí, y eso ha tenido un efecto muy positivo en la Universidad, donde hay gente con mucha energía intelectual que me trata como a un científico. Si yo me dedicara a popularizar sin dar contenido... Pero si nosotros publicamos en las mismas revistas en las que ellos sacan sus arduos trabajos, es que tenemos algo importante que decir. Creo que mantenemos un nivel muy alto. La búsqueda de publicidad absorbe mucho y hay gente quedeja de trabajar para dedicarse a la publicidad por completo. Se hacen pasar por científicos, pero no lo son. Hay otros científicos que se mueven en una zona gris. Dejan de hacer trabajo técnico y se vuelcan en lo popular. Es difícil encontrar un equilibrio. Yo trato de hacerlo.
–¿Cómo?
–Yo me gano mi sueldo como profesor, así que tengo que hacer ciencia. Yo popularizo, pero no hago de ello mi carrera. Esa es la diferencia.
–En su caso hay que tener en cuenta también su imagen física, su inclinación a la aventura, su fotogenia... que no se corresponden con la imagen del científico.
–Sí, posiblemente. Pero la imagen del científico es un estereotipo. Hay científicos de todas clases. Lo que nosotros intentamos es que la ciencia parezca interesante y atractiva, porque lo es. La gente joven necesita modelos en los que mirarse. Es bueno demitificar la ciencia.
–Pero el fenómeno de su popularidad es espectacular, con los videos de National Geographic y todas esas revistas que en 1997 lo pusieron como modelo... ¿Qué pasó ese año?
–No tengo idea. Estuve fuera la mayor parte del tiempo. No sé ni a quién se le ocurrió ni cómo ocurrió. No tuve nada que ver. Y creo que he pagado un precio por ello ante mis colegas. Ya tengo asumido que habrá quien intente socavar mi trabajo, quien intente echar abajo mis propuestas, pero eso forma parte del negocio y hay que estar preparado para hacerle frente. Tienes que mirarte a ti mismo y decir: “No voy a dejar que estas cosas me afecten”.
–En un año, usted ha realizado cuatro viajes de campo. ¿Cómo sería la vida sin salir de la torre de marfil de la Universidad?
–También trabajo mucho en museos. Pero salir es muy entretenido, viajar y relacionarse con la gente. La paleontología es muy atractiva para el público y se puede relacionar con muchas otras disciplinas. Es fascinante para los niños. Sólo tienes que dedicar un tiempo para hacer esa conexión.

POR QUE PAUL SERENO

Por R. M. de R.

El cazador de dinosaurios

Su primer gran descubrimiento fue en Argentina. En 1988, Paul Sereno encontró en La Rioja un fósil perfecto de Herrerasaurus, uno de los dinosaurios más antiguos jamás hallados, del tamaño de un perro. El paleontólogo lloró de emoción, algo que según la revista científica Science muestra cómo es de apasionado con su trabajo.
Hablar con este reputado cazador de dinosaurios tomó un año de rastreo, correos electrónicos, citas fijadas y suspendidas, ocasiones volatilizadas en el último minuto. Viajar a Nigeria, a India y a la Mongolia china, ordenar y dirigir a sus estudiantes en el laboratorio, dar clases en la Universidad de Chicago, preparar ponencias o redactar artículos para revistas científicas, dar conferencias por todo el país, filmar para National Geographic, gestionar fondos para sus expediciones... Son todas tareas extremadamente absorbentes. “La vida es corta”, dice como toda explicación.
Su despacho en la Universidad es una leonera. En las estanterías se amontonan libros, revistas, archivadores con material de pasadas expediciones, gráficos, alguna que otra foto y numerosos fósiles de diversa factura: la uña enorme de un dinosaurio, un cráneo con tremendos colmillos, huesos de varios tamaños. La mesa está llena de papeles y el suelo, cubierto de cajas. Todo relacionado con el inminente viaje a la Mongolia interior, su cuarta salida en un año particularmente agotador. En la pared de una habitación vecina cuelgan enmarcados recortes de revistas de años pasados: Esquire lo puso en una lista de figuras prominentes;Newsweek lo calificó como uno de los personajes a tener en cuenta en el nuevo milenio y People lo incluyó en las 50 personas más bellas.
Con una muy buena estampa, que le hace parecer más joven que sus 43 años, alto y atlético, de pelo muy corto y un arito en el lóbulo izquierdo, Paul Sereno hace añicos la imagen clásica del científico. Se le ha llegado a llamar el Indiana Jones de la paleontología, por su porte rematado con un sombrero ad hoc. En torno de la idea de Indiana Jones se cierra un curioso círculo. De Roy Chapman Andrews, cazador, explorador, zoólogo y aventurero con sombrero de ranger y pistola en el cinturón, director del Museo Americano de Historia Natural, se dice que fue el modelo para el gallardo arqueólogo de George Lucas y Steven Spielberg. Chapman Andrews dirigió varias expediciones a Mongolia en los años veinte del siglo pasado y, entre otros importantes hallazgos, descubrió en los rojizos Flaming Cliffs los primeros huevos de dinosaurio. El primer viaje de Sereno siguió, precisamente, las huellas de Chapman Andrews.
Paul Sereno habla con pasión, rápido, y las palabras “aventura”, “peligro”, “descubrimiento”, “riesgo” saltan una y otra vez en la conversación. Decidió dedicarse a la paleontología a los 20 años, tras una visita junto a su hermano mayor al museo que dirigiera Chapman Andrews. Desde entonces, sus descubrimientos –entre ellos varias especies de dinosaurios– llevaron a la comunidad científica a replantearse ideas preconcebidas sobre estos animales.

 

PRINCIPAL