Por Luciano Monteagudo
Visto hoy, me parece
muy extraño. Mi padre era policía de fronteras en Alemania
occidental y, cuando yo era chica, tenía 7 u 8 años, veía
en su oficina los carteles con las fotos de esos terroristas buscados
en todo el país. Eran fotos tomadas por las cámaras de seguridad
de los bancos donde robaban o atacaban. Se los veía muy jóvenes
y me provocaban curiosidad: ¿por qué los busca la
policía?, preguntaba. Y mi padre me decía que porque
mataban gente. ¿Y por qué?, insistía
yo. Y él decía: Porque quieren que todo cambie, que
la gente pobre tenga más plata. Bueno, pero eso en
sí no está tan mal, pensaba.
Quien habla es Bibiana Beglau, 28 años, protagonista de Las leyendas
de Rita, la última película de Volker Schlöndorff,
que mañana da inicio al 2º Festival del Cine Alemán
(ver aparte). En el lenguaje que utilizaba la STASI, la policía
secreta de la ex RDA, una leyenda era la nueva identidad que
recibían los refugiados políticos que escapaban de Alemania
occidental. Y ese es el caso de Rita (interpretada por Beglau), una integrante
de una célula armada, que después de una serie de acciones
violentas en Berlín oeste consigue refugiarse fácilmente
en Alemania del este, bajo diferentes nombres y profesiones, hasta que
con la caída del Muro es perseguida por la policía de ambos
estados, incluso el que hasta entonces le había dado protección.
Así es como sucedieron las cosas, o más o menos así,
aclara un texto al finalizar el film, como para dejar bien en claro que
La leyenda de Rita está basada en hechos recientes y reconocibles,
pero que finalmente es una ficción y que su protagonista no existió
con ese nombre, aunque quizás sí con esa misma leyenda.
Recién llegada a Buenos Aires, Beglau conversó con Página/12
acerca del film (que le valió el premio a la mejor actriz en la
Berlinale del año pasado) y de lo que piensa su generación
sobre lo que Margarethe von Trotta, en Las hermanas alemanas, denominó
die bleierne Zeit: los años de plomo.
Cuando usted estudió, en el colegio o en la universidad,
¿se hablaba del tema? ¿Estaba incluido en los programas
oficiales?
No realmente. Las clases de historia llegaban hasta Adolf Hitler
y luego se sabía poco y nada de la historia contemporánea.
Sabíamos de la existencia del grupo Baader-Meinhof, de los suicidios
en la prisión de Stammhein, pero no entendíamos qué
había pasado. Tuvimos que aprender todas estas cosas por nosotros
mismos. Se dice que nuestra generación es apolítica, pero
eso no es cierto. Lo que yo le decía a Schlöndorff cuando
discutíamos sobre mi personaje es que nosotros ahora no podemos
actuar como actuaron ellos en su época, porque el mundo ahora es
distinto, la economía tiene el peso que antes tenía la política.
Ahora hay una instancia superior, transnacional, que está determinada
por la economía.
Cuando la gente de su generación ve una película como
Las leyendas de Rita, ¿comprende las motivaciones de su personaje?
Yo creo que siempre se va a entender eso porque, más allá
de las épocas, es propio de la juventud el ser idealista, la confianza
en un mundo mejor, en un mundo más justo. Vemos lo que acaba de
pasar en Génova, en medio de una Europa desarrollada, donde hay
gente dispuesta a luchar por aquellos que tienen menos. En este sentido,
me parece que la película cobra una nueva actualidad.
¿Se ha reabierto el debate sobre el 68 en Alemania?
De alguna manera sí, y estamos viendo con preocupación
cómo el Ministro del Interior de Alemania, Otto Schilly, que formó
parte de aquella generación, ahora está creando un cuerpo
especial de la policía para enfrentarse a los grupos antiglobalizadores
como los que se manifestaron en Génova. Con respecto a la
reunificación de Alemania, Las leyendas de Rita da a entender que
la historia la escribieron solamente los vencedores. ¿Le parece
que es así?
La sensación que se tenía en Alemania occidental,
de donde yo soy, es que lo que se hacía con Alemania oriental era
simplemente comprarla. No era una integración, sino una compra,
hacerlo propio. Creo que esto queda claro en la película, lo mismo
que el malestar tan alemán que encarnó el Muro: mientras
que el personaje de mi amiga de Alemania oriental se quiere ir y dice:
Me gustaría ir a algún lado, mi personaje le
contesta: A mí me gustaría llegar a algún lado.
Ninguna está satisfecha con el lugar que les tocó en suerte.
Lo que me preocupa, y me da miedo, es esta sensación de que ahora
Europa está levantando un nuevo muro alrededor de sus fronteras.
Me parece también que por eso la película tiene hoy tanta
actualidad.
CATORCE
FILMS QUE DAN CUENTA DE UNA RENOVACION EN MARCHA
En busca de nuevas formas de expresión
El II Festival del Cine Alemán,
organizado por Export Union y el Goethe Institut, se desarrollará
a partir de mañana en el Village Recoleta con los siguientes títulos:
Ningún lugar al que
ir, de Oskar Roehler. Basada en una historia real (la de la madre del
director), el film es una de las metáforas más brillantes
de ciertas existencias alemanas luego de la caída del muro. Jue.
30/8, 20 hs. - Vie. 31/8, 22.30 hs. - Mar. 4/9 - 18.30 hs.
Seguridad interior, de Christian
Petzold. A través de una adolescente que acompaña a sus
padres, ex terroristas, en una fuga que no tiene fin, la película
se interna en los conflictos de los hijos de quienes en otra época
creían en la existencia de la utopía. Sab. 1/9, 18 hs. -
Mie. 5/9, 22.15 hs.
Alaska.de/alemania/, de Esther
Gronenborn. La directora revela en esta ópera prima un agudo talento
para retratar los problemas a los que debe enfrentarse cualquier joven
en un medio urbano contemporáneo. Vie. 31/8, 16 hs. - Dom. 2/9,
22.45 hs. - Lun. 3/9, 18 hs.
Las leyendas de Rita, de Volker
Schlöndorff. El director de El tambor retoma lo mejor de su labor
cinematográfica: trazar destinos políticos a través
de una historia individual. Jue. 30/8, 22.15 hs. - Vie. 31/8, 18 hs. -
Mar. 4/9, 14 hs. - Mie. 5/9, 16.10 hs.
Iluminación garantizada,
de Doris Dörrie. Una vez más, la directora de Hombres demuestra
que es la más sabia y conmovedora reina de la comedia. Sab. 1/9,
23 hs. - Dom. 2/9, 18.30 hs. - Mar. 4/9, 16.10 hs. - Mie. 5/9, 14 hs.
Oi! Warning, de Dominik &
Benjamin Reding. Una historia conmovedora que bucea en las causas de la
xenofobia y la intolerancia. Jue. 30/8, 16 hs. - Sab. 1/9, 20.30 hs. -
Mie. 5/9, 18.20 hs.
Otomo, de Frieder Schlaich.
Basada en un guión de ficción, el film se centra en las
peripecias de un refugiado africano en Alemania. Jue. 30/8, 14 hs. - Lun.
3/9, 22.15 hs.
La avenida del Sol, de Leander
Haussmann. Esta divertida comedia transcurre en los años setenta,
en una famosa calle que lindaba con el lado occidental de Berlín.
La Unión Soviética todavía era el big brother y el
muro de Berlín dividía el mundo en blanco y negro. El film
reconstruye el pasado socialista con gracia y color local: una sitcom
con un toque Lubitsch. Sab. 1/9, 16 hs. - Dom. 2/9, 20.45 hs.
Crazy, de Hans Christian Schmidt.
La historia de la iniciación sexual de un adolescente discapacitado,
sus sueños, el miedo hacia el mundo de los adultos y el amparo
de la amistad. Lun. 3/9, 16 hs. - Mie. 5/9, 21.15 hs.
Hans Warns - Mi Siglo XX, de
Gordian Maugg. En un documental de extraña belleza, el director
Gordian Maugg presenta la historia del capitán Hans Warns, que
cubre una centuria, dos guerras y dos continentes. Sab. 1/9, 14 hs. -
Lun. 3/9, 14 hs. - Mar. 4/9, 20.40 hs.
Zoom, de Otto Alexander Jahrreis.
Un film policial narra las peripecias de una inmigrante rumana en Berlín
que trabaja como call girl. Vie. 31/8, 14 hs. - Lun. 3/9, 20 hs.
En Julio, de Fatih Akim. Una
road movie alemana de un joven director de origen turco. Vie.
31/8, 20.15 hs. - Dom. 2/9, 16 hs.
Trampa Visual. Elena Alvarez.
Un cortometraje cuya presentación pone a la vista las diferencias
entre el video y el film. Sab. 1/9, 22.45 hs. - Dom. 2/9, 18.15 hs.
La
caída del Muro no fue una fiesta
La actriz Hannelore Elsner
encarna a una reconocida escritora comunista que se derrumbó junto
con el fin de la utopía socialista.
Hannelore
Elsner es una de las actrices más populares de su país.
Ningún lugar al que ir es la historia
real de la madre del director del film.
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Por Ana Bianco
La película se titula
Ningún lugar al que ir, está considerada entre las mejores
del cine de alemán de la última década y fue dirigida
Oskar Roehler, basado en la historia real de su madre, la famosa escritora
Gisela Elsner. La actriz Hannelore Elsner con el mismo apellido,
pero sin parentesco alguno recrea la vida de esa mujer vulnerable,
que carga con su melancolía a cuestas y a quien la caída
estrepitosa del Muro termina por derribarla. El film recibió el
Premio Federal a la mejor película Alemana de 2000 y sumó
el reconocimiento unánime de la crítica en los festivales
de Cannes, Karlovy Vary, Moscú, Toronto y Berlín. Filmada
en blanco y negro, con una sobriedad asombrosa, Ningún lugar al
que ir permite el lucimiento de una actriz que, en entrevista con Página/12,
recuerda que la escritora comunista era conocida en su juventud como una
Cleopatra literaria.
La caída del Muro de Berlín empuja a la protagonista
a una crisis irreversible. ¿A qué lo atribuye?
Creo que es la primera película que se refiere a la caída
del Muro, pero desde otro lugar. Hasta ahora el enfoque era desde la alegría
y el gozo que produjo la caída. Los intelectuales alemanes en su
gran mayoría pertenecían al Partido Comunista e idealizaban
el socialismo y con la caída del Muro esta visión se derrumbó.
Algunos le dieron la espalda a sus ideales y otros se desmoronaron al
darse cuenta en que se habían convertido sus utopías. En
la película, mi personaje es una escritora, que es comunista en
respuesta a su familia y a su educación burguesa y esa utopía
actúa como una especie de tabla salvadora. Ella luchó contra
la burguesía de la posguerra, personificada en esos nuevos ricos.
No vivió los levantamientos estudiantiles, porque durante ese período
residió en Londres, pero cuando regresó a Alemania se encontró
con devoradores de muertos, esos burgueses bien alimentados que lo único
que hacen es devorar...
¿Recrear a la madre del director le supuso una presión
especial?
De ninguna manera, fue el trabajo más bello que he hecho
a lo largo de mi carrera. Creo que lo ayudé a Oskar a tener una
imagen diferente de su madre. Había leído sus libros, pero
no la conocí personalmente. Los comentarios la presentaban como
una mujer que se había convertido en un ser terco y malo, pero
no era ese costado el que yo quería mostrar. En televisión
vi un documental sobre su vida. Gisela Elsner a los 25 años había
ganado uno de los premios más importantes de la literatura alemana
e integraba un grupo de escritores. En el ámbito intelectual siendo
tan joven era una estrella. Era muy excéntrica y la llamaban Cleopatra
literaria. Desde muy joven usaba una peluca importante y maquillaje
bien marcado. Tenía una visión muy clara, ella decía
que mostraba lo monstruoso dentro de la vida cotidiana, con una mirada
certera y no compasiva. Con el tiempo se convirtió en un personaje
incómodo para la sociedad alemana. Sus obras se publicaban sólo
en Alemania Oriental. En algún momento ella no tuvo más
éxito y esa nueva situación acentuó su carácter.
La película la muestra en los últimos meses de su vida alejada
de la escritura, adicta a las pastillas y sin dinero. Su muerte fue mucho
más cruel que como la muestra su hijo, el director. Que tengamos
el mismo apellido es pura coincidencia, no me une ningún parentesco.
¿Cómo trabajaron el personaje?
El guión era perfecto. El director y yo enseguida nos entendimos
y quedamos unidos por un cordón umbilical. No habíamos hablado
demasiado. Cuando vi un documental la descubrí muy delicada, tierna,
bella y además indefensa. Cuando ella sube las escaleras y baja
la mirada en ese momento me enamoré del personaje. Ella va por
la vida muy desprotegida, como una chica de diecisiete años, absolutamente
independiente y sin ataduras. Nohay nada que la preocupe, todo le da lo
mismo, no le importa lo que piensa la gente sobre ella. En ese sentido
es absolutamente joven y es absolutamente insobornable. No es convencional
y no permite que la humillen...
¿Cómo es la relación de la protagonista con
los hombres?
No deja que la atrapen. No es una chica buena. Es una mujer que
está perdida pero a su vez tiene una inmensa fuerza para soportar
tanto dolor, tanto rechazo. La película es una pasión, en
el sentido de la historia de un sufrimiento. Si uno decide seguir por
ese camino necesita mucho valor, mucho coraje y mucha energía.
¿Tuvo alguna incidencia en la composición física
del personaje?
Si ella no hubiera usado peluca, creo que a ningún maquillador
se le hubiera ocurrido ese maravilloso recurso. Era muy divertido. La
madre del director era medio pelada y Oskar me propuso sacarme pelo, cosa
que desestimé porque mi vida después sigue. Me ocupé
mucho de la apariencia, de las ojeras y del pelo. Fue un trabajo difícil.
Incidí mucho en el vestuario. Yo sabía exactamente como
tenía que verse esa mujer. Me pregunté si realmente me ayudaría
mirar muchas fotos y buscar material sobre ella y finalmente desistí.
No quería copiarla. Vi material dos días antes de iniciar
el rodaje y con un criterio muy selectivo. Esa melancolía, esa
añoranza de la muerte que tiene mi personaje, ese algo mágico,
la transforma para mi en algo bello, fuera de lo terrenal. Ese sentimiento
de pesar y de congoja que la acompaña en su vida se emparienta
con el tango y con el fado. Si esta mujer no hubiera vivido en Alemania
tal vez le hubiera ido mejor. Pienso que es una película para Argentina,
por la melancolía y por la profundidad del film.
¿Esta película cree que está emparentada con
el cine de Fassbinder?
La crítica alemana fue increíble. La consideraron
la mejor película alemana de los últimos diez años.
No llegué a trabajar con Fassbinder; cuando el me convocó
yo tenía un contrato en Munich. A lo mejor si hubiera optado por
otro camino mi carrera hubiera sido muy diferente.
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