Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“MORIA Y VOS”, EL REGRESO DE CASAN AL TALK SHOW
“Si querés llorar, llorame”

Luego de fracasar en el intento de convertirse en la Susana Giménez de América, la vedette se ha aventurado en el terreno de Lía Salgado.

Moria modelo 2001.
El rating va bien.

Por Julián Gorodischer

“Si sentís que te engaña tu marido, contale a Moria...”, propone el locutor, y la diva sonríe. “Gracias por elegirme”, dice después, siempre fiel a la primera persona. El “yo repetido muchas veces es una de sus marcas perdurables, un recurso de estilo que cultiva hace décadas. Otro de sus clásicos es hundir el dedo en la privacidad ajena, acaso porque la suya casi no existe. Moria Casán asume en “Moria y vos” (por América, de lunes a viernes a las 16, 6.9 puntos de rating en la emisión del lunes) una posición que ya le dio buenos resultados, y ahora serviría para ahuyentar los ecos de “Moria”, un fracaso reciente. Cambió modelo de conducción (Susana Giménez por Lía Salgado), y ahora espía, acota, ordena y reta en formato de talk show, casi una réplica de “Hablemos con Lía”, un sobreviviente un poco añejado del género vespertino.
“Mi amor, ella está diciendo que engañás a tu marido. ¿Vos qué respondés?”, provoca Moria. Discípula de Salgado, una pionera en montar la escena dramática en vivo y no sólo en asistir a su relato, la conductora va en busca de la confrontación crispada. Cuando interviene (“Te está diciendo que sos una mujerzuela”, avisa a la esposa infiel), intenta provocar el llanto, el movimiento físico imprevisto, la amenaza entre dos partes en conflicto. El artificio es menos notorio que en su clon de Azul Televisión y, por momentos, brota una lágrima sincera. Moria, compasiva, acerca a la víctima un pañuelito. Le pone la cabeza en su pecho, entre consoladora y revisteril, y aporta su justificación para el show de la pelea; que no todo quede en el ruido de las acusaciones cruzadas. “Si querés llorar –dice como en “Amor y Moria”, pero con una ligera variación pronominal–, llorame.” Al componente emotivo, entonces, agrega el aporte mediador, esa forma moderna y prejudicial de dirimir conflictos. “Moria te ayuda”, exagera, todopoderosa.
“Fui abusada a los ocho años”, confiesa Moria en la tapa de una revista de farándula. Su reaparición implica la recreación de un universo temático. Toda ella, supone, debería ser coherente con la nueva tónica intimista. Entonces saca de la galera su anécdota de infancia. Unos meses atrás acompañó el concurso telefónico con una pelea conyugal del género “Su vs. Roviralta”. Sí: aunque parezca increíble, Moria fue al programa de Susana a ventilar la peor de sus intimidades, la de sus enfrentamientos con su último marido, Luis Vadalá. Es que Moria, sin duda, es cultora de las vidas fieles a los cambios televisivos. Una Madonna degradada y “a la criolla”, que vira de la “loca” a la confidente en el corto plazo sólo para justificar que debajo del strass hay “una oreja que te escucha”.
Lo que no cambia, esa pasión que recorre cada tramo de su itinerario, es su vocación exhibicionista. Sólo en los últimos años se declaró mujer golpeada, juntó en cámara a sus dos maridos, lloró luego por la muerte de uno de ellos, denunció una infidelidad del otro, se separó y salió con un amigo del último, entre otros, posó desnuda con su hija y la retó con vehemencia en cámaras por sus andanzas adolescentes. Ahora vuelve al tono sufrido, pero que nunca reprime el chiste de tema fijo, una obsesión que vuelve y podría figurar en los tópicos más visitados de la TV argentina de las últimas tres décadas: “Apoyate que es mullidito, mi amor”, dice a la víctima, sin nombrar explícitamente su abundante anatomía. Se afloja la tensión, y la llorona ríe.
“Tu marido está en el estudio, escuchando que le metiste los cuernos”, provoca Moria. Hay una oscilación que le produce placer. Primero, pincha a las partes cuando pide que le cuenten en detalle el momento en que una infidelidad fue descubierta. Escucha y aguijonea: “¿Los escuchabas cuando hacían el amor?”. Quiere que el relato sexual se diga, bien explícito, como garantía de interés. La premisa que la guía, y ya fue exacerbada en “La noche de Moria”, es: el impacto llega con relatos subidos. Los personajes raros y el racconto sexual lideran la escala de sus parámetrosde popularidad. Entonces reprime a la tribuna cuando se pone “muy teórica, muy vueltera”. A ella le gustan los detalles, las palabras que nombran perversiones. Pero, inmediatamente después, vira a la mujer comprensiva que no quiere data sino sosiego. “Mi amor, ¡te emocionaste!”, se da cuenta, y pide un primer plano para la lágrima que cae por la mejilla, un plano que satisface su objetivo: la emoción es verdad. El llanto ajeno la relaja. Es una prueba superada que ahuyenta dos fantasmas en forma simultánea: no está “todo arreglado” ni Moria es inhumana. Por lo contrario, sus invitados sufren y ella los consuela. La estrella es una amiga, y el mito de la famosa sensible se hace carne. Ya puede recuperar el vedettismo; da la espalda a la escena del padecimiento, y dice, mirando fijo a cámara: “Gracias por elegirme. No se vayan que ya vuelvo”.

 

PRINCIPAL