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Se reeditan varios de los discos
más importantes de Elis Regina

Entre 1966 y 1973, la
cantante publicó varios álbumes del mismo nombre: �Elis�. Y uno de nombre �Ela�. Allí estaba condensado su arte.

Medía 1,55 m y la llamaban
“eliscoptero” o “pimientinha”.
Elis Regina murió a los 36 años.
Había grabado 30 discos.

Por Diego Fischerman

El escritor Raymond Carver decía que todo buen cuento debe tener algo de inquietante. La frase podría hacerse extensiva a toda obra de arte. Y la voz de Elis Regina es inquietante. Su timbre (su transparencia, el color casi aniñado) es el de una soprano. La tesitura es la de una contralto. Elis Regina tenía una voz gravísima que, sin embargo, parecía aguda. Y además, claro, cantó las mejores canciones que se compusieron en Brasil en una época en la que allí se componían muchas de las mejores canciones del mundo. Es más: esas canciones se componían para ella. “Todas mis canciones las escribí imaginando a Elis cantándolas”, aseguraba Milton Nascimento. Y remataba: “Muchos artistas me emocionan, pero sólo ha habido para mí dos mitos, Miles Davis y Elis Regina”.
El medio siglo de su nacimiento fue hace seis años y los veinte de su muerte se cumplirán el próximo 19 de enero. No hay ningún aniversario redondo para conmemorar. Apenas una serie de discos extraordinarios de una de las mejores cantantes de todos los tiempos. El sello Philips de Brasil (una división de la multinacional Universal) está reeditando, de manera ordenada y con presentación cuidadosa (que incluye libritos con las letras de las canciones) la serie de álbumes que Elis grabó en los ‘60 y ‘70. Entre ellos (y esto alimenta más de una confusión) hay varios llamados de la misma manera: Elis. El primer Elis era de 1966, la acompañaba, el quinteto de Luiz Loy, el Bossa Jazz Trio, el Regional de Caculinha y Paulo Nogueira e incluía canciones como “Lunik 9” de Gilberto Gil, “Boa Palavra” y “Samba em Paz” de Caetano Veloso, “Estatuinha” y “Veleiro” de Edú Lobo, “Tem Mais Samba” de Chico Buarque y “Cançâo do Sal” de Milton Nascimento, cuando, de más está decirlo, todos ellos eran promisorios compositores que recién comenzaban sus carreras. El segundo Elis, producido por el guitarrista Roberto Menescal, es de 1970. Las canciones: “Irene”, “Minha” y “Aquele Abraço” entre otras. Otro Elis es de 1972 y es, sin duda, uno de sus mejores trabajos. Allí aparece por primera vez el pianista y arreglador Cesar Mariano y el repertorio incluía varias joyas: “20 Anos Blue” de Sueli Costa y Vitor Martins, “Nada será como antes” y “Cais”, de Milton, “Mucuripe” de Fagner, “Aguas de março” de Jobim, “Casa no campo”, de Zé Rodix y Tavito. El año siguiente llegó otro Elis más, con varias canciones memorables del dúo Joâo Bosco y Aldir Blanc (“O Caçador de esmeraldas”, “Cabaré” –un homenaje a Piazzolla que incluía un bandoneón y claras citas musicales al estilo del marplatense–, “Agnus Sei”) y una de las obras maestras de Gilberto Gil, “Oriente”. Y entre todos ellos, otro disco con nombre similar, esta vez Ela (1971), donde se daba el lujo de cantar a los Beatles (“Golden Slumbers”) y donde cantó algunas de las piezas clave de su repertorio (“Madalena”, “Os argonautas”).
En Trem Azul, uno de sus espectáculos, recitaba un texto virtualmente premonitorio: “Ahora retiran de mí el velo de carne, escurren toda la sangre, afinan los huesos en haces luminosos y ahí estoy, en el salón, las casas, las ciudades, parecida a mí. Un esbozo. Una forma nebulosa, hecha de luz y de sombra. Como una estrella. Ahora soy una estrella”. Cuando murió a los 36 años, después de una mezcla de cocaína y alcohol, empezó a aparecer, en Río, San Pablo y Porto Alegre (donde había nacido) una pintada: “Agora ela é uma estrela”. Había empezado cantando, a los cuatro años, “Adiós Pampa mía”. Medía 1,55 m, era estrábica y la llamaban eliscoptero por la manera en que movía sus brazos al cantar (o pimientinha debido a su carácter). Fue la musa inspiradora de varias generaciones de autores. Descubrió a Caetano, a Milton, a Gilberto, a Chico Buarque, a Edú Lobo, a Joâo Bosco, a Ivan Lins, a Renato Texeira (“Romaria”) y a Belchior (“Como nossos pais”). Fue la cresta de una ola de modernidad que revolucionó la canción de tradición popular y que integró como pocas las herencias folklóricas del Brasil con el rock que llegaba de Estados Unidos e Inglaterra. El 19 de enero de 1982, a las 11.45, murió en San Pablo. Miles de personas la velaron en el Teatro Bandeirantes y acompañaron el ataúd hasta el Cementerio de Morumbí. Ahora era una estrella.

 

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