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Doble discurso
Por David Viñas

“La Nación será una tribuna de doctrina”
(Núm. 1, Año 1).

Putas y novelistas (según un filósofo suicida de frontera y muy leído hasta el año pasado) exhiben un parentesco: ambas corporaciones se esmeran en producir y vender lo placentero. Dicho esto sin faltar y aludiendo de manera ecuánime a las presuntas diferencias instrumentales.
–Después de reflexionar prolijamente, me involucro en la segunda categoría, así como saludo, enternecido, a las figuras precursoras de la Naná zoliana y de la Beter Clara de Viamonte y Junín.
Supongo que nos vamos entendiendo. Porque al leer el prestigioso matutino porteño fundado allá por 1870, y después de verificar su ecuanimidad y sus editoriales que dimanan ora jurisprudencias, ora equilibrios y meditaciones, me topé con un diminuto recuadro que, día a día, celebra el santoral: esa jornada aparecía dedicada a Santa Crispina, abadesa, virgen y medieval. Motivado por semejantes virtudes, recurrí al diccionario y allí me informé que había sido, además, borgoñona, de la pequeña nobleza local y fundadora y mártir durante las confusas tropelías de los albigenses.
–Y a por ellos.
Es que tales perfumes piadosos me estimularon y avancé en la lectura de ese diario: expectativas financieras; una foto, de perfil, del sultán de Marruecos; otra, enérgica, del gallo Rhode-Island campeón; varias reconvenciones no sólo a los sindicatos, sino a las divagaciones estratégicas del doctor Alfonsín; desinteresados remilgos ante todo lo que fuera política; aplausos, moderados, a los aportes culturales de los más recientes countries entre Brandsen y Cañuelas; el perenne Roberto T. Alemann profetizando.
–Etcétera.
Apasionado por la sección de avisos clasificados buscaba, infructuosamente, alguna pichincha de un 4x4 cuando, de pronto, leo: “Cuky, nenita compl. rubia, solita”. Mi tradicional sentido solidario, aprendido entre los exploradores de Don Bosco, se alarmó. Más abajo, se ronroneaba: “Popi, casi niña, dulce, inocente”. Era un listado de huérfanas que necesitaban ayuda. Por cierto. Pero al fondo de semejantes desdichas, apenas y muy breve, casi afónico y haciéndose el muerto, se susurraba: “Rolo, muy potente, variado”.
“El mercado es ancho y ajeno”, me tironearon, “y cuando se lo defiende en los editoriales, se termina difundiéndolo hasta en los zaguanes”. Pero, iba a refutar apelando a la venerable trayectoria del matutino; y, desde ya, que al decoro familiar y a las entonaciones catequísticas de Santa Crispina.
–Qué ultraje.
(–Qué risa.)
Para sobreponerme a tales vilipendios, opté por la prolijidad filológica: la lista de Acompañantes, 659, se abre con coquetos nombres de guerra que empiezan todos con “a”. Ni el abecedario puede eludir la dialéctica de la razón financiera. “Aby”, “Abundya”, “Athile” “Aximia”. La solitudine, ay prevalece; la selva de cemento siempre fue despiadada. Los rasgos del pelo recrean: “Rubia”, “pelirroja”, “ensortijada”, “trencitas”. Este último aderezo se vincula, casi siempre, con “bebota”, “nenita” o “guardap”. Y si las abreviaturas resultan enigmáticas (“cul.pa.”, “sup.esp.”), las escenografías parecen aludir a cierto catastro secreto: “Trib.”, “t./viv.”, “de.cen.” En cuanto a las referencias tribales,insinúan alicientes: “ale.”, “fran.” y, explícitamente, “polaquita”, “japonesa” o “rusa”, lógicamente posterior a las sabias políticas de Boris Yeltsin. Lo variado es garantía de calidad, y los honorarios oscilan –coyunturalmente– en significativas rebajas, saldos, descuentos o retazos en relación con paradigmático Cronista.
–Es posible abundar en este borrador de las gratas taxonomías de un diario tan serio.
Fluye un reguero de “mulatas”, “bronceadas”, “morochas”, “castañas”. Va en gustos. El consumidor elige y el cliente siempre tiene razón. “VIP”, “sensuales”, “nivel ejecutivo”, “negra exuberante” o “Iliona del Paraguay”. Naranjas, computadoras, bikinis, mejillones, anchoas muy exigentes. Y las góndolas mitristas culminan en convocatorias más plurales: “musculoso”, “macho surf”, “velludo”, “fachero”, “superdotado”.
–Las mercancías por ser ofertas resultan neutrales –me bajan línea–, y los mercachifles son los culpables que las utilizan y apelechan redactando aún esos marbetes.
“–Am, am”.
Si Scalabrini Ortiz le reprochó a Ignacio Anzoátegui que en sus Vidas de muertos, de 1933, había cuestionado a todos los próceres del museo oficial, “excepto al que tiene un diario de guardaespalda”, Nicolás Shumway, actual profesor de Yale –inscripto en la lúcida secuencia de Wright Mills, Jaime Petras y Edward Said–, en La invención de la Argentina (Emecé, 1993), consigna: “el mayor estratega de Curupaytí, con elocuencia liberal, llamó a su periódico Los debates, aunque siempre desplegó un solo punto de vista; con elocuencia liberal llamó a su siguiente periódico La Nación, nombre que disfraza su inflexible prejuicio porteñista”.
Ecléctico, hoy, ese mismo diario se ha ido desplazando desde la publicidad tradicional hacia mediaciones más amenas. O conviviendo. La altiva doctrina junto al discurso interpersonal y cachondo. El beato guardaespalda se ha convertido, por fin, en aggiornado proxeneta más o menos light.
–Sancta Crispina, ora pro nobis.


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