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POLEMICA TRAS UN ESTUDIO
Conocer los problemas para cambiar

El viernes pasado, Página/12 publicó los
resultados de una investigación de Jorge Colombo
y Sebastián Lipina, según la cual �la pertenencia a hogares pobres se asocia con una deficiencia en los mecanismos cognitivos�: el coeficiente intelectual
de los niños con necesidades básicas insatisfechas resultó un 20 por ciento inferior al de los de mayor nivel social, y también sería inferior �la obediencia a reglas sociales�. Una nota de opinión firmada por Pedro Lipcovich solicitó �cautela�, ante el riesgo de que los criterios de evaluación puedan privilegiar pautas culturales de los sectores más altos y porque �evaluar la obediencia a reglas sociales debería implicar un cuestionamiento de esas reglas y esa sociedad�. Aquí responden los investigadores.

Por Jorge Colombo y Sebastián Lipina*

Las condiciones –perjudiciales– a las que son sometidos muchos chicos de hogares con pobreza crónica obligada tienden a producir un desarrollo del cerebro y del comportamiento distinto al de las clases económicamente más favorecidas. Aquí podrían plantearse varias preguntas, como ser si unos y otros tienen que ver con la sociedad que deseamos. Y ésa no es una pregunta vana. Posiblemente ambas poblaciones incorporen efectos y pautas, distintos en cada una de ellas, de una sociedad no solidaria y no distributiva. Pero cualquiera sean las respuestas, dudo que no nos pongamos de acuerdo en que esa sociedad hipotética debería proveer de condiciones óptimas para el desarrollo cerebral y mental infantil. Para ello, entre otros objetivos, es necesario primero un diagnóstico de los factores de riesgo y sus consecuencias. De eso trata nuestro informe a la reciente Jornada sobre Pobreza y Desarrollo Mental Infantil. A título de aclarar y reafirmar lo dicho entonces, valgan los comentarios previos y los subsiguientes.
Dato 1. En condiciones experimentales la carencia de nutrientes, el aislamiento social, el estrés, la intoxicación con metales pesados o la exposición durante el embarazo a drogas legales (alcohol, tabaco) o no y la separación de sus madres, todo ello durante períodos tempranos del desarrollo individual, pueden generar alteraciones cerebrales estructurales, de comportamiento y de aprendizaje. Y, como población, los chicos NBI (con Necesidades Básicas Insatisfechas) suelen estar más expuestos que los NBS (con Necesidades Básicas Satisfechas) a la mayoría de esos factores.
Dato 2. En condiciones experimentales, así como en humanos sometidos al análisis de imágenes cerebrales por Resonancia Magnética, ha sido posible detectar la participación sistemática de zonas de la corteza prefrontal en procesos vinculados con el comportamiento ejecutivo (atención, memoria de trabajo, planificación, inhibición de respuestas alternativas), asociado a otras regiones según haya sido la prueba a que fue sometido el paciente. Ello no implica un concepto localizacionista de las operaciones mentales, como nos endilga gratuitamente el Sr. Pedro Lipcovich –en una nota de Opinión publicada en Página/12 el 24 de agosto–, sino lo opuesto –distribuido– pero con una región nodal: la corteza prefrontal. Las pruebas aplicadas en nuestras investigaciones son reconocidas por su dependencia de tales procesos básicos mencionados y por lo tanto también de circuitos de la corteza prefrontal.
Dato 3. Los datos obtenidos definen el perfil de la distribución de una población (sea NBI o NBS) y no necesariamente “marcan” a todos los individuos que la constituyen.
Dato 4. El estudio comparativo no se basó exclusivamente en la prueba de inteligencia general (de Weschler) –de la que sólo se aplicó la subescala ejecutiva para reducir potenciales sesgos socioculturales– sino también en otros cuatro paradigmas ampliamente validados. Respecto de la hipótesis esbozada por el Sr. Lipcovich acerca de las supuestas superiores aptitudes de los chicos NBI, comparadas con las de los NBS, para la situación de “supervivencia en medios urbanos hostiles”, la gratuidad del planteo no permite mucha dialéctica. Vale la pena recalcar que el informe versa sobre procesos básicos, necesarios al desarrollo de cualquier estrategia de comportamiento. Aquí en Buenos Aires, en La Quiaca o Tierra del Fuego, en la calle o en los montes. Y ellos son los que están afectados en las poblaciones estudiadas. Y ese es parte del handicap en un porcentaje importante de la población NBI. Optimizar la atención, la memoria breve (de trabajo), la planificación, la inhibición de alternativas y potenciar los fundamentos del comportamiento ejecutivo debieran ser objetivos comunes en todos los hogares y escuelas. Ello será de utilidad crítica en cualquier instancia.
Dato 5. Es sabido que todo sistema social genera sus propias patologías sociales, individuales y colectivas, sin distinción de clases. Que estas patologías se transformen en proyectos políticos o no dependerá en parte del consenso y la capacidad crítica de la población y de su comportamiento reflexivo aún en presencia de fuertes presiones subjetivas, así como de su noción de necesidad de algún orden social.
Dato 6. Por último, las pruebas utilizadas son de alto peso específico de acuerdo a la bibliografía y la experiencia mundial. De todos modos el conocimiento científico no es de certidumbre, sino de naturaleza probabilística. Dentro de este contexto, las decisiones públicas se basan –o debieran hacerlo– sobre las consecuencias más probables. Y a ello apunta nuestro informe y el sentido de los proyectos en marcha.
Al menos que se reconozca que varios factores ambientales –muchos de ellos ligados a la pobreza crónica– conspiran contra el desarrollo cerebral infantil, no se tomarán medidas adecuadas en tiempo y forma para evitar o revertir el impacto de tales condiciones. Y con ello se producirán dos efectos indeseables. Uno a nivel individual. Otro a nivel comunitario, por el continuo incremento de poblaciones que entran a la adultez desde condiciones de desarrollo inadecuadas.
La pobreza crónica impuesta no es una opción. En el fondo, la necesidad de corregir lo socialmente perjudicial es un problema ético. Como lo son también la solidaridad y la justicia. Cuando se afirma que “los pobres son capaces” (ver Opinión), cabría agregar que muchos más podrían serlo si se modificaran racionalmente las condiciones de crianza. No reconocerlo es actuar contra ellos, no a favor.

* Colombo es director de la Unidad de Neurobiología Aplicada, Presidente de Fundación Conectar e Investigador Principal del Conicet. Sebastián Lipina es investigador asociado de la Unidad de Neurobiología Aplicada.

 

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