La pipa de la paz sólo
parece provocar una nube de humo en Medio Oriente. Como ha ocurrido varias
veces desde el inicio de la Intifada actual (el 28 de septiembre pasado),
Israel y la Autoridad Palestina llegaron a un acuerdo para frenar la violencia,
aunque su cumplimiento era anoche incierto. El canciller israelí,
Shimon Peres, y el líder palestino, Yasser Arafat, habrían
alcanzado ayer un acuerdo para que el ejército israelí se
retire de la ciudad autónoma palestina de Beit Jalá, a cambio
de que los palestinos detengan sus disparos sobre el asentamiento judío
de Gilo. Pero el minigabinete de seguridad israelí dejó
en suspenso la retirada militar, que debería producirse como máximo
hoy por la mañana. El secretario de Estado norteamericano volvió
a condenar la entrada israelí a Beit Jalá.
Desde el propio gobierno israelí se reconocer que la entrada a
Beit Jalá, concretada el lunes a la noche, no está funcionando.
Raanán Gissin, vocero del premier israelí Ariel Sharon,
dijo que la medida fue tomada para que se detuvieran los disparos sobre
Gilo, que desde el domingo vienen siendo los más intensos desde
el comienzo de la intifada. Pero el mismo Gissin reconoció que
la medida no cumplió el objetivo, porque los francotiradores palestinos
se desplazaron hacia el campamento de refugiados de Aida, desde donde
dispararon ayer con municiones más pesadas aún. Todo el
espectro político palestino anunció venganza
por el asesinato, el lunes, del líder del Frente Democrático
para la Liberación de Palestina (FDLP), Abú Alí Mustafá,
uno de los cinco dirigentes palestinos más importantes.
Por su parte, el Departamento de Estado fustigó por segunda vez
en tres días la incursión en Beit Jalá, que algunas
fuentes israelíes dijeron que será larga en la medida en
que no cesen los disparos palestinos. En ocasiones anteriores, el gobierno
israelí ha sido sensible a las palabras de Estados
Unidos, pero también está claro, ahora, que Washington tiene
una doble voz: la de Powell, usualmente más duro con Israel, y
la de la Casa Blanca de Bush, más dura con los palestinos, y que
por ahora impone sus criterios, como en el caso de la Conferencia sobre
el Racismo que comienza mañana en Durban (ver recuadro). Otro tanto
está ocurriendo con Israel. No es la primera vez que el laborista
Shimon Peres anuncia principios de acuerdo como el de ayer
o que asegura haber arreglado una reunión con Arafat para detener
la escalada de violencia. En esos casos, el gobierno de Sharon no sigue
las opiniones de Peres, por lo que el canciller israelí en realidad
no tiene ningún mandato para negociar nada de lo que él
dice que quiere negociar.
En el caso del actual y supuesto cese del fuego para Beit
Jalá, las negociaciones entre Arafat y Peres están siendo
trianguladas por el canciller italiano, Renato Ruggiero, y el alemán,
Joschka Fischer. Aparentemente, Arafat y Peres habrían acordado
por teléfono el cese del fuego, pero casi inmediatamente funcionarios
israelíes declararon que los disparos palestinos continuaban. Estaba
haciendo una entrevista cerca de Gilo y un disparo me pasó cerca,
se quejó el alcalde de Jerusalén, Ehud Olmert. Del lado
palestino, el ministro de Información palestino, Yasser Abed Rabbo,
aseguró que los israelíes, en lugar de retirarse, enviaron
tropas adicionales.
En esta parálisis política, lo único que continúa
es la violencia. El saldo de ayer fue de cuatro palestinos y un israelí
muertos, y otros 30 palestinos y un israelí heridos. Los enfrentamientos
se extendieron por Cisjordania y la franja de Gaza. En la noche del martes,
una unidad israelí realizó una breve incursión en
el campamento de refugiados palestinos de Jalazun, en el norte de Ramalá
(Cisjordania). Un efectivo de Fuerza 17, fuerza de elite de Arafat, murió
en Hebrón (Cisjordania).
La batalla de Sudáfrica
A dos días de que comience la Conferencia Mundial de la
ONU contra el Racismo en Durban, la policía sudafricana intervino
ayer en un enfrentamiento entre activistas palestinos y estudiantes
israelíes que participaban del Foro de organizaciones no
gubernamentales (ONG) sobre el antisemitismo. El lunes, en otra
reunión, una delegación israelí se fue de la
sala de sesiones luego que se aprobara una moción en la que
Israel era considerada fuerza de ocupación, con lo que la
política israelí en Cisjordania y Gaza queda firmemente
instalada en la agenda de la conferencia que empieza mañana.
Otro aspecto de la moción aprobada cuestiona el papel de
Estados Unidos como mediador y aliado de Israel. Washington decidió
ayer enviar a Durban una delegación de rango medio, después
de que George W. Bush vetara señaladamente el viaje que el
secretario de Estado Colin Powell tenía previsto realizar.
El motivo del veto fue la igualación de sionismo con racismo
en la agenda de la conferencia, lo que provocó un problema
racial de distinto orden: Powell, que es negro, recibió duras
críticas ayer del activista de los derechos civiles Jesse
Jackson, mientras el secretario general de la ONU, Kofi Annan, que
es africano y amigo de Powell, declinaba comentar sobre la decisión
de Bush. Naturalmente, el que sí va a asistir a la conferencia
es el líder palestino Yasser Arafat, con lo que Medio Oriente
se convierte en el foco del encuentro.
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