Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


GABRIEL “CHULA” CLAUSI CUMPLE HOY 90 AÑOS
Historia viva del bandoneón

Tocó junto a figuras maestras
del tango, como Maffia, De
Caro o Scorticatti, creciendo hasta convertirse él mismo en uno de los más exquisitos bandoneonistas, célebre por sus variaciones.

Precoz: En 1925 integró una orquesta de señoritas, y en
octubre de 1926 ingresó, con
15 años y pantalones cortos,
en la orquesta de Pracánico.

Gabriel Clausi, un bandoneón
de sonoridad profunda.

Por Julio Nudler

Gabriel Chula Clausi nació en el barrio de Almagro, hace hoy 90 años, de padres calabreses, que tuvieron once hijos, tres de ellos muertos en la infancia. Tres de los hermanos –Pascual, Luciano y Gabriel– fueron bandoneonistas y compositores de música popular argentina. Cercados por la miseria, la alternativa a la música era la fábrica. Pascual, 18 años mayor que Gabriel, fueyero y policía, compositor de “Paja brava” (es evidente el doble sentido), “La viuda misteriosa” (grabado por Tita Merello) y “Echando mala” (grabado por Carlos Gardel), entre otros 400 temas, lo introdujo al mundo del tango y fue orientador de su vida, ya que el padre murió cuando Gabriel tenía 6 años. Como éste nació muy piloso, le adosaron como apodo el nombre de un monito común en Brasil, el chula.
En 1913 la familia se mudó a Mataderos, que era como irse al campo. Así, de muy pequeño, Gabriel ya cabalgaba junto a su padre. Fue uno de esos días cuando divisaron a Pascual cargando una caja negra. Volvieron entonces a la casa y allí, bajo la llama azul de una lámpara de carburo, vieron emerger del estuche un bandoneón. Pascual lo apoyó sobre sus rodillas y empezó a tocar “El fulero”, un tango de Ricardo Mochila González, y luego otro y otro. Clausi asegura que se sintió atraído y atrapado definitivamente por el sonido de aquel instrumento.
La coz de un caballo en los riñones, mientras lo herraba, le provocaría al padre la muerte. Renuente a los médicos, intentó curarse la herida con hierbas. Finalmente, murió a comienzos de 1918 en el Hospital San Roque (hoy Ramos Mejía). Para entonces la familia se había vuelto a mudar dos veces, una de ellas a una vivienda en Muñiz y Las Casas, junto al alambrado de la cancha de San Lorenzo. Tras enviudar, la madre, Francisca, comenzó a trabajar en una fábrica de bolsas, en La Rioja y Garay, además de coser pantalones en casa. Toda la familia se hacinaba en una pieza. El dueño de la casa cerraba la puerta de calle a las 19, de modo que quien regresara después debía dormir en el umbral. Un mes en que no pudieron pagarle el alquiler de 30 pesos, exigió la entrega del colchón de la cama grande, el espejo del ropero y un reloj de pared.
El Chulita, a quien su madre solía llevar consigo para no dejarlo solo, un día consiguió fósforos y prendió fuego a unas cajas de cartón, provocando un incendio. “Cosas de pibe inocente”, sonríe Clausi al recordar aquel precoz atentado. También recuerda que cada mañana llegaba a la cuadra el farolero, con una escalerita, una gran lata de kerosene, un embudo y unas tijeras para cortar la mecha cuando estaba quemada, recargando la cisterna de la lámpara. A las cinco volvía para encenderla. Cuando se iba, Gabriel trepaba hasta el farol, lo apagaba y sacaba la mitad del combustible para poder prender la lámpara de la pieza.
La vivienda contaba con un patiecito, donde en las tardes se reunían músicos hoy olvidados, en general orejeros, como José Marmón, Pepino, compositor de “Uva fresca” y otros tangos, entre ellos “Chula”. Este, fascinado por la música, soportaba el humo de aquellos toscos cigarrillos “Excelsior”, “Brasil” o “Reina Victoria”, que eran los más bacanes y livianitos. Pascual y los demás contaban historias como la de Angel Villoldo, el autor de “El choclo”, que salía a vender sus obras con su charrecito (sulky), colgando las partituras de un cordel y estacionándose frente a las casas de la gente bien, donde las niñas aprendían el piano.
Pascual empezó a enseñarle bandoneón a Gabriel con el tango “La racha”, del gran Agustín Bardi. Cuando lo hubo aprendido, el Chula compuso un tango propio sobre los mismos acordes. ¡Su repertorio ya constaba así de dos obras! De modo que hacia 1919, antes de cumplir los ocho, comenzó a tocar en algunos bailes de patio, con Marmón en fueye y el tío Miguel en guitarra. A esos bailongos los llamaban “formativos”, porque para entrar había que formarse, a razón de 1 peso los varones. Las mujeres, gratis. Seorganizaban en alguna casa grande del barrio, desechando los conventillos, porque en éstos los patios estaban ocupados por los piletones y los baños.
Gabriel debió emplearse en la carnicería de un tal Pepino, en Salas y Asamblea, ganando 10 pesos al mes, para indemnizar a José Pino Palmieri, que le había prestado un bandoneón para que pudiera tocar en un casorio. Al regresar de madrugada, tras descender del tranvía 26 una patota le robó al Chula el instrumento. “¡Yo sí que lo pagué con sangre!”, evoca. Pero llegó el día en que tuvo bandoneón propio, comprado en la Antigua Casa Núñez con los 160 pesos que ahorró la madre a ese fin.
Resuelto a mejorar su formación, Clausi estudió música con Nicolás Blois y Gaetano Grossi. Entretanto, debutaba en 1923 con el cuarteto del admirable José Martínez en el café La Fratinola, de Patricios y Martín García. Luego pasaron a El Estribo, en Entre Ríos e Independencia. En 1925 integró una orquesta de señoritas, y en octubre de 1926 ingresó, con sus 15 años y sus pantalones cortos, al conjunto de Francisco Pracánico, con quien empezó a grabar para el sello Electra. Luego se entreveraron en su camino Anselmo Aieta, Azucena Maizani, Juan Maglio Pacho, el propio Gardel, entre otras glorias. Hasta que en 1929 ingresó con su idolatrado Pedro Maffia, aun ganando mucho menos. Tras cinco años plenos y azarosos, en mayo de 1934 comenzó con Julio De Caro, quien llegó a tener cuatro orquestas al mismo tiempo. Clausi siguió así construyendo una de las biografías más impresionantes del tango, iniciada el 30 de agosto de 1911.

 

PRINCIPAL