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Un país que no tiene nombre
Por Rafael A. Bielsa

Mi hijo Laureano tiene nueve años y va a una escuela privada. Inventó un país, del que es presidente. Ese país tiene dos vicepresidentes, elegidos por el primer mandatario, el que a su vez es elegido por voto directo y secreto (o casi). Le pregunto cómo se llama su país. “No tiene nombre –me sojuzga–, lo importante es tener un país, se llame como se llame.”
El presidente ha resuelto que, periódicamente, los ciudadanos deben llenar una “planilla de comentarios” para saber cuál es el humor de la población, o para conocer su opinión respecto de un tema específico. El “anotador privado” (Santiago), cuarto y último miembro de la administración general, está a cargo de los aspectos prácticos de la consulta popular.
Tengo ante mi vista el último registro; es una hoja pequeña, a rayas, con mensajes englobados como las conversaciones de las historietas, escritos con marcadores policromos. Como en toda comunidad organizada, hay orientaciones, libertad de expresión y respeto por la diversidad. No es difícil percatarse de las profesiones de los consultados.
“Odio a los políticos”, dice Eugenio, el instruido en estudios orientales. Seguramente no se ocupa ni de ellos ni de la política, como muchísimos de sus compatriotas mayores de edad. El interés por la política parece colocarse en el punto más bajo de los últimos 17 años. Según una encuesta de Gallup Argentina, el 81 por ciento de los interrogados aseguró que está poco o nada interesado en la política, y sólo el 19 por ciento reconoció estar muy o bastante interesado en ese campo.
“Para que la economía frustrada sea rica, tiene que tener la potencia de un buen presidente”, dice Dante, el especialista en política económica.
Juani, el laboralista, anota que “necesitamos trabajo”; no se equivoca, al igual que los dos ciudadanos que se expresaron antes que él. Según las últimas cifras oficiales, el 16,5 por ciento de los argentinos económicamente activos está desocupado. En los últimos tres años, medio millón de personas perdió su puesto de trabajo sin poder conseguir un empleo nuevo. El informe mensual de Tendencias Económicas y Financieras (TEyF) señala que en julio último las cesantías afectaron a 14.866 trabajadores, es decir, 86 por ciento más que en el mes anterior, y un 208 por ciento por encima de la nómina involucrada en el mismo mes de un año atrás.
“Hay mucha agresión –manifiesta Martín, el perito en política criminal–; hasta le bajaron un diente a un menor”, ejemplifica. Mónica Atucha de Ares ha escrito que el abuso, el abandono o el descuido infantil son producto de la creciente desorganización familiar y social.
Lauchi, el sicólogo social, afirma que “el país está más loco que antes”. Tampoco se equivoca. El año pasado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación reveló un informe estadístico que señalaba que se habían abierto 6599 sumarios por internaciones de depresivos, enfermos mentales, alcohólicos, drogadependientes o desocupados que se volvieron peligrosos al hacer crisis los problemas derivados.
El neoconservador Kevin dice que “todos son basura” y que en este país “debe haber orden y esos hijos de puta deben pagar”. Si Kevin se refiere a los delincuentes, las comisarías de la Provincia de Buenos Aires se han hecho eco. Según la denuncia del cabo Mariano Lewicki, la picana eléctrica es utilizada sistemáticamente, y el banco de datos que desde el año pasado lleva la Defensoría de Casación registra 602 casos de torturas en veinte departamentos judiciales que cubren todo el territorio bonaerense, 340 denunciados y 262 no. Si se refiere a los corruptos, su juicio es compartido por el Banco Mundial, que en marzo último realizó un debate sobre el “Marco de lucha contra la corrupción”, que estuvo a cargo de Stephen Zimmermann, jefe de la Unidad de Investigaciones contra la corrupción y el fraude del Banco. Según Price–Waterhouse–Cooper, ocupar el puesto 18 sobre 35 países en materia de sobrecostos empresariales equivale a que la Argentina deba afrontar 639 puntos de riesgo país.
Mi hijo Laureano, el presidente, preguntado por mí acerca de a quién se había referido Kevin, me contestó que la pregunta era irrelevante porque, en definitiva, los corruptos son delincuentes.
El cibernauta Gus exclamó “¡quiero la silver!”. La silver es una versión del juego Pokemon para Game Boy. Según un estudio realizado en once países europeos, los niños prefieren jugar cualquier juego tradicional en compañía de otros niños o de adultos, y sólo recurren a los videojuegos o consolas para mitigar su aburrimiento y su soledad.
Como en todos los países que se precien, en el que inventó Laureano también hay un agitador. Santi aprovechó la “planilla de comentarios” para despacharse: “¡Sandra es una hija de puta!”
En el cuaderno de “Casteyano” de mi cuñada Myriam, 3º grado, 1972, leo: “en cada semilla está encerrada una plantita”; “la poesía es fantasiosa, hermosa e imaginativa”; “las luces se encendieron cuando entraron las emperatrices. Alrededor de la mesa se sentaron los felices comensales”; “Enrique y Rosaura comieron perdices que cazaron sus audaces hermanos”.
Es cierto que era otro país, pero también lo es que, los que lo vivimos, somos quienes hemos hecho éste.
Mi hijo vive en un país que no tiene nombre. ¿Es demasiado optimista pensar que van a darle el suyo a un país donde valdrá la pena vivir?


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