Por Romina Calderaro
Ofrece un Té Asís.
Lo preparo con agua mineral y uso uno de las mejores hebras británicas,
revela. Y luego, se dedica a una de sus actividades preferidas: definir
con ironía y cierto cinismo a la clase política argentina.
Entre otros conceptos, el candidato a senador de la alianza Frente Popular
en Buenos Aires (FrePeBa) sostiene que Elisa Carrió hace
gala de una suerte de hembrismo, que vendría a ser
como un machismo al revés que se da cuando se quiere buscar una
cierta complicidad de la mujer y que uno de sus mejores atributos
es ser gorda. Que Luis Farinello es la mezcla entre
Nené Cascallar y Camilo Torres, un hombre digno de una modestia
artificial; que Eduardo Duhalde es una encuesta y una organización
y Carlos Ruckauf una pauta publicitaria y mucho periodismo alquilado.
¿Usted es el candidato del menemismo en la provincia de Buenos
Aires?
Esa fantasía que tiene el otro de creer que yo puedo ser
el candidato de Menem es un elogio inmerecido. Yo reivindico en grandes
líneas la acción de Menem, pero en ningún momento
me atrevo a presentarme como un candidato suyo. Es más: hay muchos
connotados menemistas que no me llaman por teléfono porque temen
que les pida que me paguen el celular o un remis.
¿Y por qué decidió ser candidato?
Porque estoy haciendo política. Soy un hombre de la provincia
de Buenos Aires y creo que las opciones son bastante precarias. Hay una
disolución del Estado provincial, una gestión absolutamente
catastrófica desde por lo menos hace ocho o nueve años.
Hay un desgobierno en la provincia.
Alguna vez me dijo que uno de los riesgos de ser candidato a un
cargo legislativo es ser electo.
Bueno, es uno de los riesgos (risas).
¿Y qué haría si lo eligen?
Si yo soy senador le puedo decir que tengo alternativas y proyectos
para cada uno de los problemas fundamentales para la Argentina. Pero no
los deslizo por los medios. Porque cualquier asesorcito que te ve en un
programa de cable te lo roba, lo da vuelta y lo presenta como propio.
¿No es piantavotos ser candidato y menemista?
El tema Menem es un problema. Yo no puedo ser candidato, ni siquiera
requerir su apoyo, no invoco su nombre y tengo que estar el setenta y
cinco por ciento del tiempo, sobre todo con la prensa, hablando de la
cuestión Menem. Pero hay algunos connotados menemistas que cometen
el error de apoyar a Luis Patti.
¿Y usted qué piensa de Patti?
Creo que es un candidato de un solo tema. Del mismo modo que el
candidato de Acción por la República (Guillermo Francos)
que se retiró de su banca por cansancio moral, siguiendo el ejemplo
de Alvarez, parece que descansó bastante rápido en su moralidad.
Yo creo que Cavallo proporciona a la realidad política argentina
una a veces saludable dosis de histeria y altas dosis de esquizofrenia
política. Y de pronto, no se sabe muy bien dónde está
el oficialismo, dónde la oposición. Como les dije a los
amigos, a un Cavallo devaluado hay que revisarle los dientes.
Hablemos de su competidor Luis Farinello.
A mí lo que me molesta del tema Farinello es la utilización
de la religión como hecho político. En esos casos, suceden
algunos malentendidos. Farinello me parece un hombre digno. De una modestia
elaborada, artificial. Una combinación de Camilo Torres y Nené
Cascallar. Lo que me interesa en Farinello es la impotencia conceptual
de la izquierda, que no puede generar un líder y tiene que colgarse
de la sotana que no utiliza el cura.
¿De verdad no respeta a Elisa Carrió?
No es que no la respete. Ella puede ser indirectamente aludida cuando
yo hablo de la impotencia conceptual del progresismo argentino porque
de la misma forma que lo siguen a Farinello la siguen a ella.
No es lo mismo. Convengamos en que Farinello y Carrió tienen
un nivel de formación y conceptual diferente.
Está bien... sinceramente... vienen a la provincia de Buenos
Aires. Creo que el candidato es un Cafiero. Una de las grandes ventajas
que tiene mi fuerza política es que no tiene ningún Cafiero
para ofrecer.
Volvamos a Carrió.
Sí. Ella se impone en principio corporalmente. Eso es importante
para el manejo de su palabra asociada a esta especie de invulnerabilidad.
Pero no me parece que se pueda hurgar mucho en la profundidad de sus conceptos.
Padece también otro inconveniente que es difícilmente explicable
y que se puede entender mal. Ella hace gala de una suerte de hembrismo,
que vendría a ser como un machismo al revés, que se da cuando
se quiere buscar una cierta complicidad de la mujer. Por ejemplo, cuando
dice no cambia, como los maridos. Busca la matriz del
Estado mafioso para lo cual investiga viejas transferencias aferrada
a un crucifijo y proclama barbaridades amparada en la eucaristía.
La definí como La Gioconda pintada por Botero. Y le
está hablando alguien a quien le gustan las gorditas. Y no sólo
por mi admiración el Fellini de Ocho y Medio, La Dolce Vita. Casi
le diría más: uno de sus mejores atributos es que es gorda.
Siguiendo su línea de razonamiento respecto del progresismo
en la Argentina, ¿cree que a Carrió le puede pasar lo que
a Alvarez o a Graciela Fernández Meijide?
Creo que el antecedente de Alvarez o Fernández Meijide juega
en favor de ella. Carrió está capitalizada por ese antecedente
y me parece que es un poco más robusta. No sólo corporalmente.
Ella sabe manejar la ineptitud y la incapacidad de los políticos
para enfrentarla.
¿Y cómo ve al tándem Eduardo Duhalde-Carlos
Ruckauf?
Los principales responsables de la catástrofe gestionaria
en la provincia de Buenos Aires son Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf.
El caso de Ruckauf es patético: fue un hombre que llegó
a gobernador por su debilidad política. Y encima, los dos se imaginan
a sí mismos como hombres providenciales para después del
14 de octubre.
¿Cómo definiría a Duhalde y a Ruckauf?
Duhalde es una encuesta y una organización. Y Ruckauf es
una pauta publicitaria y mucho periodismo alquilado.
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