Por Mariana Carbajal
La Legislatura aprobó
anoche un pedido especial al gobierno porteño: que dé
instrucciones precisas a los hospitales de la ciudad para proceder a la
interrupción del embarazo sin exigir la autorización judicial
en caso de presentarse un diagnóstico de anencefalia y la madre
solicite la intervención. La declaración está en
sintonía con los últimos fallos judiciales el último
se conoció ayer donde los magistrados consideraron arbitrario
e ilegal solicitarle a la paciente la orden de un juez como
condición para inducir el parto o realizar una cesárea si
el feto no tiene probabilidades de sobrevida, como ocurre con este tipo
de malformación. Se trata de garantizar el derecho de las
mujeres, sobre todo las de los sectores populares, de poner fin al sufrimiento
y la agonía que significa soportar un embarazo en esas condiciones,
fundamentó la diputada de la Alianza Gabriela González Gass,
autora de la iniciativa.
El tema generó un ríspido debate que se extendió
por más de tres horas. Algunos legisladores, encabezados por la
justicialista Alicia Pierini, cuestionaron el proyecto y lo interpretaron
como una puerta para la legalización del aborto. Se quiere
disponer sobre la vida humana con un simple instructivo del secretario
de Salud. Con el mismo criterio de que quien no tiene cerebro no tiene
derecho a la vida, vamos a decir que quien se queda en estado vegetativo
tampoco tiene derecho a la vida, opinó Pierini, cambiando
el eje planteado por el proyecto de González Gass.
No se está en presencia de un aborto terapéutico porque
en esos casos se pone fin a la vida de un feto que se supone tiene viabilidad.
Tampoco hay juego de intereses entre el derecho a la vida del hijo y el
de la madre. Buscamos garantizar la salud física y psíquica
de la mujer, detalló González Gass.
La declaración contempla la objeción de conciencia. Fue
aprobada por 31 votos contra 8, por diputados de la Alianza,
Acción por la República, Frente Justicialista y partidos
de izquierda. La iniciativa expresa el apoyo político para que
el jefe de gobierno, a través de la secretaría de Salud,
incorpore como una norma de procedimiento en casos de anencefalia el adelantamiento
del alumbramiento cuando sea solicitado, de modo tal que las mujeres no
deban sumar al sufrimiento de atravesar por esa situación el hecho
de tener que recurrir a los tribunales para pelear una autorización
judicial. Un pedido similar al que aprobó la Legislatura fue elevado
al Ejecutivo porteño en marzo por la ombudsman, Alicia Oliveira,
pero no tuvo eco.
La anencefalia es una malformación congénita que se desarrolla
en el feto durante los primeros meses de gestación. La criatura
no tiene cerebro ni calota craneana. Aunque estos embarazos llegan a término,
el bebe carece de posibilidades de sobrevida: muere durante el alumbramiento
o en las primeras horas que siguen al parto. Existe forma de reducir el
riesgo de que ocurra este tipo de malformación y es suministrándole
ácido fólico a la madre. El justicialista Guillermo Oliveri
presentó un proyecto para garantizar la entrega de esta vitamina
a las embarazadas, pero todavía no tuvo tratamiento.
El tema de la anencefalia llegó a la Legislatura tras conocerse
en los últimos meses cinco casos de mujeres que tuvieron que ir
a la justicia ante la negativa de los hospitales de adelantar el parto:
dos en la Maternidad Sardá, y los otros en el Rivadavia, Argerich,
y Pirovano. Es hora de que el jefe de gobierno, Aníbal Ibarra,
dicte una normativa para que en los hospitales la inducción del
parto en casos de anencefalia sea considerada como parte del tratamiento
y no manden a las mujeres a la Justicia, reclamó la abogada
Perla Prigoshin, de la Fundación Unos con Otros, quien patrocinó
a las cinco mujeres que presentaron amparos judiciales.
En los cinco casos, los magistrados del fuero Contencioso Administrativo
de la Ciudad fallaron en favor de las mujeres, y coincidieron ensentenciar
que no es necesaria la autorización judicial. Uno de los jueces,
Roberto Gallardo, criticó en mayo duramente a las autoridades locales
a las que calificó de inoperantes por no implementar
medidas para resolver este tipo de situación y acusó a los
médicos de actuar corporativamente (ver aparte). El
primero de los casos que se conoció, el de Silvia Tanus, consiguió
un fallo favorable del Tribunal Superior de la Ciudad y de la Corte Suprema
de la Nación. Aunque en la ciudad las sentencias han sido coincidentes,
en otras jurisdicciones no ha habido la misma respuesta. En mayo, la Suprema
Corte bonaerense falló en contra de autorizar el adelantamiento
de un nacimiento.
Frente a lo irremediable del fatal desenlace debido a la patología
mencionada y a la impotencia de la ciencia para solucionarla, cobran toda
su virtualidad los derechos de la madre a la protección de sus
salud, psicológica y física, señaló
a comienzos de enero el máximo tribunal de la Nación.
UN
JUEZ CRITICA AL GOBIERNO POR ELUDIR UNA DECISION
El silencio, la peor solución
Por Alejandra Dandan
Roberto Gallardo es autor de
uno de los fallos más críticos de los casos de anencefalia
que llegaron a juicio. En una sentencia de julio denunció a los
médicos de uno de los hospitales porteños por actuar de
modo corporativo frente al diagnóstico de anencefalia
que parece despertar el fantasma de la mala praxis. Gallardo
tiene a cargo el Juzgado 2 del fuero Contencioso en los Tribunales porteños
y desde su lugar de magistrado habló con Página/12 sobre
lo que considera confusiones conceptuales y jurídicas de
los médicos en un tema que, interpreta normativa y
jurídicamente resuelto.
¿Desde qué marco entiende el debate que se dio sobre
este tema?
Comenzó con un debate de carácter religioso, para
otros tuvo un contenido ético y nosotros lo leímos desde
una perspectiva jurídica. Debíamos ver cómo resolvíamos
la colisión entre valores vida por un lado, y la salud de la madre,
por otro. En realidad, en el fallo de S.T., que fue el primero, se llegó
a la conclusión de que no había contradicción. Ahora
vamos notando otro fantasma que ya no radica tanto en la cuestión
filosófica moral o religiosa, sino en ciertas confusiones conceptuales
de los médicos y ciertas confusiones jurídicas también
de los médicos.
¿Producto de qué temor?
Creo que producto de la mala información y la mala formación:
sacan a relucir la posibilidad de que con posterioridad a cualquier práctica
no tengan una cobertura judicial previa que les implique un proceso judicial
por mala praxis, fantasma que deambula últimamente por todas las
salas. Desde el punto de vista judicial, creo que le corresponde al Ejecutivo,
a la Secretaría de Salud, bajar a los médicos una formación
aggiornada sobre cuándo realmente necesitan cobertura jurídica
y cuándo no.
En su fallo, indica que cuando el diagnóstico cumple determinadas
condiciones no hace falta un pronunciamiento judicial.
Ante un diagnóstico indubitable, más de 28 semanas
de gestación, que es lo que sostiene la Corte, y voluntad y consentimiento
informado en relación a las posibles derivaciones de la intervención,
no hace falta, a mi entender, para nada una autorización judicial
y no hay posibilidad alguna de compromiso o responsabilidad posterior
de los médicos.
Sin el fallo de la Corte, ¿la interrupción de un embarazo
en caso de anencefalia podría generar problemas legales a los médicos?
La cuestión es compleja si incorporamos la variable tiempo.
El razonamiento que hizo la Corte tiende a jugar con esta variable: no
existe ninguna práctica abortiva o interrupción de la vida
del feto sino una aceleración del parto que nada perjudica al feto
porque ya es viable. En esto seamos sinceros, hay cientos o miles de inducciones
de fetos normales en el mundo y en ningún momento se pide autorización
judicial.
¿De acuerdo a los fallos judiciales que ya existen, el Ejecutivo
porteño no debería tomar una decisión correctiva?
Puede mantenerse en silencio, pero el Legislativo podría
adoptar alguna posición un tanto superadora de una mera declaración,
para avanzar un tanto más. Nosotros resolvemos por la estructura
jurídica, podemos reglar en cada casos y no en términos
generales. Frente al reclamo de la realidad porque ya no es de un sector
sino de varios, la habilidad política de quienes ostentan mayores
cargos en el Ejecutivo les va a indicar que el silencio es la peor de
las soluciones para el tema.
¿Hace falta una ley?
La situación está normativamente y judicialmente resuelta.
Pedirle una ley a la Legislatura es como querer una ley para regular cómo
dar una inyección. Es una cuestión del Ejecutivo asumirlo.
Además, considero que no tiene costo político alguno darle
forma a esto.
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