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LAS CHANCES DE LA PROPUESTA TOBIN TRAS EL APOYO DEL GOBIERNO FRANCES
¿Quién le teme al impuesto a los capitales?

El lugar central en los debates de la cumbre de los ministros de economía de la Unión Europea lo ocupará la viabilidad de la tasa Tobin, que busca gravar el flujo trasnacional de capitales y proteger a las economías en crisis. La tasa ya tiene amigos y enemigos encarnizados.

El premier francés, el socialista Lionel Jospin, anunció el respaldo de su país a la tasa Tobin.

Por Charlotte Denny *
Desde Londres

Los especuladores, como cuervos, están volando otra vez alrededor de una economía herida. Después de lanzar ataques contra las economías asiáticas en 1997, contra Rusia en 1998 y contra Brasil en 1999, este año le tocó a Argentina, que se vio forzada a pedir 8000 millones de dólares prestados al FMI para reforzar sus menguantes reservas de divisas. El préstamo del FMI a lo sumo servirá para tapar un bache. Los inversores no están convencidos de que sea suficiente para restaurar la solvencia argentina. El peso argentino todavía puede todavía sufrir otro ataque especulativo de los mercados, que dudan sobre si la convertibilidad es sostenible.
Es aquí donde entra en escena Lionel Jospin, el premier francés, quien esta semana anunció por televisión, en un discurso a la nación, que apoyaba la idea de un impuesto al “hot money”, es decir, a los flujos internacionales de capital a los que se acusa de desestabilizar las economías. Los defensores de la tasa Tobin respondieron con júbilo ante la promesa de Jospin de poner todo el peso de Francia en apoyo de la postura de Bélgica en la reunión de Ecofin en Lieja del próximo mes.
El Premio Nobel de Economía James Tobin propuso la tasa 30 años atrás, cuando entró en sus mayores dificultades el sistema de cambios fijo de la posguerra. Tobin había advertido que en el nuevo mundo del capital móvil y las monedas flotantes se podía ganar dinero, y mucho, con sólo apostar en qué sentido se inclinaría el valor de una moneda. En los períodos normales, los especuladores son útiles porque conservan la liquidez de los mercados y el provecho que obtienen con sus actividades es inocuo. Son el lubricante del comercio internacional. En cambio, cuando una economía está en dificultades, un ataque especulativo puede provocar una reacción en cadena. En un patrón repetido en toda Asia hace cuatro años, la amenaza de devaluación acicateó a los inversores extranjeros a abandonar el mercado. Esta huida en masa dejó en bancarrota al sistema financiero regional y arrojó a los países del sudeste asiático a la recesión. Con frecuencia, las economías de países vecinos, que gozaban de buena salud, resultaron también abandonadas por la estampida de los inversores.
Tobin había propuesto poner un “palo en la rueda” de la máquina de hacer dinero al proponer un impuesto que gravaría las transacciones financieras transnacionales. Un gravamen pequeño –digamos, de un 1 por ciento de la transacción– serviría para disuadir a los inversores de hacer apuestas a corto plazo, pero no impediría la inversión a largo plazo. Las transacciones transfronterizas crecieron exponencialmente desde que la tasa Tobin fue propuesta por primera vez, desde 18.000 millones de dólares diarios a más de un billón. Los totales anuales de los flujos de capital superan ahora los 350 billones. El comercio y la inversión internacionales también crecieron, pero su volumen total (7 billones por año) resulta pequeño en comparación. Episodios como la crisis asiática convencieron a muchos de que la especulación debe ser detenida, o por lo menos acorralada. Un incentivo adicional es que, tal como Tobin sugirió originariamente, el dinero recaudado por aplicar una tasa al capital podría ser empleado para financiar el desarrollo internacional.
Con la excepción de la City de Londres, nadie corre a defender a los especuladores, pero sin embargo la tasa Tobin enfrenta una rígida oposición. En primer lugar, dicen sus detractores, sería difícil de aplicar, aun si todas las grandes economías del planeta se deciden a ponerle su firma. Los paraísos fiscales, como las Bahamas y las Islas del Canal de la Mancha, probablemente estén en desacuerdo con la tasa. Compiten con Nueva York y Londres en la batalla por los costos y aprovecharán la oportunidad para ganar una ventaja. Las grandes economías pueden aplicar presión política sobre los piratas financieros para que cooperen. Pero la historia de esas presiones es poco alentadora.
Un segundo problema es que una tasa que proporcionalmente es pequeña resulta a la larga poco efectiva para disuadir a los inversores de que no deben retirar su dinero. Sobre todo, si éstos piensan que una economía se va a hundir. Los inversores que venden en medio de una crisis de hecho ya pagan una severa penalidad, pero como creen que sus bienes perderían todo valor si se demoran, están preparados a soportar el golpe. Una tasa modesta que grave los intercambios internacionales es poco probable que sirva para que los inversores cambien de idea.
Los apologistas de la tasa dicen que en tiempos de crisis podría elevársela hasta un nivel tal que sirva para disuadir los flujos erráticos y especulativos de capital. Pero la aplicación de la tasa se convierte en un gran obstáculo y los políticos también parecen desfavorables. Los cínicos se pueden preguntar si la conversión de Jospin a la religión de la tasa tiene alguna relación con su necesidad de complacer a la izquierda y al gran movimiento antiglobalización franceses, un año antes de las elecciones presidenciales de 2002. Para el premier, es una causa fácil de defender, porque la oposición de las otras grandes economías asegura que nunca será implementada.
Gran Bretaña nunca apoyará una tasa que dañaría a la City londinense, el mayor mercado de cambios del mundo. Pero la mayor oposición vendrá probablemente de Estados Unidos, donde la nueva administración ya está maldispuesta hacia la mayoría de los esfuerzos de cooperación multilateral y tampoco está particularmente interesada en aumentar los presupuestos de ayuda. Sin apoyo en las capitales financieras mundiales, la tasa Tobin será sólo un grito de batalla para los activistas.

* De The Guardian de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

 

Claves

El sorpresivo apoyo de Francia a la tasa Tobin cambia el equilibrio de fuerzas para la próxima cumbre de Ecofin (que reúne a los ministros de economía de la Unión Europea) que tendrá lugar el 22 de septiembre en la ciudad belga de Lieja. También, en los locales de la universidad local, tendrá lugar una contracumbre de los movimientos antiglobalización.
Francia se suma así a Bélgica, país que este semestre detenta la presidencia rotativa de la Unión.
Los adversarios europeos más decididos a enfrentar la propuesta de gravar el flujo internacional de capitales son Gran Bretaña y Alemania.
La tasa fue propuesta ya hace 30 años por el Premio Nobel de Economía James Tobin y busca defender a las economías débiles de la especulación en contra de ellas.
Un incentivo adicional es que lo recaudado por la tasa podría constituir un fondo para el desarrollo.

 

OPINION
Por Claudio Lozano *

Una redistribución de ingresos

La viabilidad en la implantación de la tasa Tobin para la Unión Europea existe en tanto haya un acuerdo de carácter regional de los bancos centrales del conjunto de países que la integran. El planteo de Francia me parece sumamente interesante porque tiende a intentar revertir una de las lógicas más perniciosas que presenta el escenario internacional actual: la dinámica permanente de financiación de la Economía, es decir, el predominio del capital financiero respecto del capital productivo. En este sentido, es una estrategia políticamente correcta y ojalá tenga el consenso del resto de los países de Europa.
Me parece que el problema principal es la actitud de Alemania, porque los países en los que la concentración de capital financiero es importante, difícilmente avalen la tasa Tobin. Este tipo de medidas modifica la capacidad o movilidad del capital especulativo, no afecta lo que son las corrientes de inversión de largo plazo y lo que la experiencia indica es que las corrientes de inversión que valen la pena para el desarrollo de los países son estas últimas. En realidad, el capital especulativo no es algo que produzca efectos interesantes, sino que genera fenómenos de profunda inestabilidad y es lo que la tasa Tobin intenta cuestionar. La función que está prevista con el criterio de la tasa Tobin es que lo que se acumula con la aplicación del impuesto puede ser utilizado para beneficiar al conjunto de países menos desarrollados, y para equilibrar las desigualdades en la propia región de Europa. En la práctica es un mecanismo de redistribución del ingreso: se toman fondos que en realidad apropian rentas financieras para asignarlos en función de aminorar desigualdades sociales vigentes en la UE.
A nosotros nos beneficia que se comience a discutir un replanteo de las relaciones económicas internacionales en un contexto en donde se observan los límites que plantea el capitalismo en la actualidad. En concreto, porque por vía de las estrategias de rebajas de los costos laborales y la caída de los precios de las materias primas se ha generado un proceso de insuficiencia de demanda al interior de la economía internacional que se expresa en una crisis de sobreproducción y de sobreinversión que es la que está decretando el cuadro recesivo mundial actual. La señal que plantea Francia al poner la tasa Tobin en la agenda de discusión es que es necesario reformular las relaciones económicas internacionales; de lo contrario, se afirma la posibilidad de una crisis mundial de proporciones importantes. Para que sea completo, se tendría que poner en el debate el movimiento general de capitales financieros –que hace la tasa Tobin–, y también cómo se replantea el endeudamiento externo de los países subdesarrollados y el tema de los términos del intercambio para los productos básicos en el mundo, es decir, la colocación y los precios de las materias primas principales de los países de menor desarrollo. Asimismo pone sobre la mesa la discusión sobre la transferencia de tecnología.

* Economista de la CTA.

 

OPINION
Por Leonardo Bleger *

Esto es bueno para nosotros

La tasa Tobin es una iniciativa que inicialmente tenía que ver con que los países tuvieran mayor autonomía monetaria, evitando así su exposición a los movimientos de capitales, y sus ingresos fueran en forma de inversión directa. Sobre la base de la propuesta de Tobin (1978) se conformó el movimiento ATTAC (Asociación por una tasa sobre las Transacciones especulativas para Ayuda a los Ciudadanos) que sumó otro contenido al monetario: que con el impuesto que debiera aplicarse para todas las compras y ventas de divisas al contado, esos recursos se destinen a apoyar a los países con menor desarrollo. Que Francia haya lanzado la iniciativa de implementación del impuesto pone en el centro del debate lo que hasta ahora estaba en la agenda de las ONG, y ahora adquiere status gubernamental. Al margen de su posible implementación en una zona –lo que propuso ATTAC por sobre la idea original de que sea en simultáneo para todos los países–, lo importante es que el tema ya adquirió otra magnitud. La iniciativa de ATTAC debería ser apoyada por Argentina, en la medida que también disminuiría las transacciones especulativas y contribuiría con recursos para resolver problemas sociales y económicos en el mundo. Por sobre sus intereses individuales, Argentina debería alentar esta iniciativa que contribuye a resolver las graves inequidades que produce la globalización. Hay mucho por debatir paralelamente, por ejemplo: el tema de los subsidios de los países desarrollados, la falta de exportación de los países pobres a los mercados desarrollados, la deuda externa del Tercer Mundo. Como toda nueva medida a implementar, la tasa Tobin presenta dificultades técnicas, como ser que debe ser aplicada en forma simultánea por todos los países, o sea que hay que establecer una decisión conjuntamente consensuada –se habla de Naciones Unidas o el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo–; otro tema es quién lo cobra, si se cobra en cada transacción, determinar también cuál es el porcentaje del impuesto: se habló de 1 por ciento, luego de 0,10 y ATTAC propone un 0,05.
Por lo demás, es un paso significativo para la Economía mundial.

* Economista jefe del Banco Credicoop.

 

La tasa que parte a las izquierdas

A favor de la tasa Tobin, socialistas franceses y belgas;
en contra, laboristas británicos y socialdemócratas alemanes.

El debate sobre la tasa Tobin estará en el centro del próximo encuentro de Ecofin, que reunirá a los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea (UE) el 22 y el 23 de setiembre en la ciudad belga de Lieja. El gobierno de Bruselas, que preside la UE durante este semestre, presentó esta semana el orden del día de la reunión. El eje más divisivo será la tasa Tobin, que grava los movimientos de capital. Esta iniciativa, que se votó en el Parlamento hace año y medio y que no fue aprobada por un escasísimo margen, pondrá de manifiesto la división de la izquierda europea. Bélgica, gobernada por una coalición de izquierdas, al igual que sus socios socialistas españoles en el parlamento europeo, está a favor de la implantación de la tasa y es el gran impulsor del debate en el seno de las instituciones comunitarias. Los laboristas británicos y los socialdemócratas alemanes, en cambio, son los grandes abogados del “no” al impuesto Tobin.
El gran enemigo europeo de la tasa es el gobierno británico, que la considera imposible, además de perjudicial. Los laboristas de Tony Blair se oponen así a secundar la propuesta del primer ministro francés Lionel Jospin, según fuentes próximas al Tesoro británico. Los expertos en finanzas argumentan que la imposición de una tasa fiscal sobre los movimientos transfronterizos de capital provocaría la huida de las transacciones hacia los paraísos fiscales. Por otra parte, fuentes gubernamentales dudan de que la tasa propuesta tenga un efecto positivo sobre la estabilidad de las divisas de los países del Tercer Mundo. Desde luego que el blairismo declaró, aun oficialmente, que “simpatiza con el sentimiento” de quienes quieren proveer más recursos a los países del Tercer Mundo y que “está interesado” en estudiar con los socios europeos fórmulas viables de progreso en la materia.
Los laboristas británicos tienen a su mejor aliado para el “no” en los socialdemócratas alemanes del gobernante SPD. También ellos se han pronunciado en contra de la tasa Tobin. “Nadie en los países industrializados acepta la tasa Tobin y el gobierno alemán tampoco”, declaró esta semana el secretario de Estado alemán en el Ministerio de Economía, Alfred Tacke, al semanario alemán Der Spiegel.
En Italia, un sector de la iz- quierda había convocado con urgencia un debate parlamentario sobre la tasa, en vísperas de la reunión del G-8 (las siete grandes potencias industriales más Rusia) en Génova, en julio pasado. A favor de aprobar el impuesto se pronunciaron sólo los sectores más radicales de El Olivo, la coalición de centro-izquierda que gobernó Italia entre 1996 y mayo de este año. No hubo acuerdo tampoco dentro del principal partido de la izquierda, los Demócratas de Izquierda (DS), algunos de cuyos líderes –caso del ex presidente de la Cámara de diputados, Luciano Violante– se manifestaron en contra de este impuesto. Finalmente, la propuesta del sector favorable a la tasa Tobin fue rechazada con el apoyo masivo de la coalición de centro-derecha que ha tomado el relevo en el Gobierno italiano, con Silvio Berlusconi a la cabeza. Tras la reunión del G8, el tema no ha vuelto a abordarse en el Parlamento italiano.
Los aliados del sí, belgas y españoles, tienen preparados sus argumentos. Enrique Barón, presidente del grupo socialista europeo, apoya sin titubeos la aplicación de la tasa en todo el territorio comunitario. Para Barón, “es una forma de civilizar la globalización”, la cual “está imponiendo un gobierno global sin reglas, donde los mercados financieros pueden poner de rodillas a cualquier país”. Para Trinidad Jiménez, responsable de relaciones internacionales del PSOE, se trata también de “una forma de corregir los efectos negativos de la globalización”.
Barón considera que apostar por la tasa Tobin es un salto político importante que hay que dar, y que el hecho de que sea una cuestión novedosa y compleja no debe impedir su puesta en marcha. “El Tribunal Penal Internacional también fue novedoso en su día y ahí está”, añade Jiménez. Para los socialistas europeos la tasa Tobin plantea además unareflexión que consideran fundamental: la de la necesidad de democratizar instituciones como la ONU y sus agencias o la Organización Mundial del Comercio (OMC).

 

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