Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


“PONE A FRANCELLA”, O COMO NARRAR LA PEDOFILIA EN CLAVE FAMILIERA
Julieta Prandi, una lolita del nuevo siglo

El dueño de casa desea ferviente y crecientemente a la hermosa amiga adolescente de su hija. La historia zigzaguea muy cerca de la concreción del acto sexual. �Don Arturo �le dice ella a Francella�, usted es mi papito.�

Fijación: El dilema del personaje de Francella es cómo dar el batacazo de una vez sin que nadie lo objete. �Esta nena me va a matar�, exclama.

Julieta Prandi tiene 20, pero hace el papel de una chica de unos 13.

Por Julián Gorodischer

El repertorio de sus frases es limitado, pero la ha posicionado como una nueva obsesión televisiva, de ésas que se replican en todos los programas de la tarde, o de las que llegan a las tapas de revista de farándula poco después de haber aparecido por primera vez. En una de esas portadas, Julieta Prandi dirá, como buena estratega: “Soy una fruta prohibida”, mientras se desliza un trencito de juguete por el brazo. En otra, confesará, a desgano, como si dijera únicamente lo que otros esperan que ella diga: “Conmigo, los hombres se vuelven locos”. En una tercera, la apuesta parece definitiva: “Francella me enseñó todo lo que sé”. Si se trata de conceder una nueva tapa a otro semanario, podrá desmentir su supuesto romance con Francella, como si la vida y la pantalla se fundieran en un campo común de deseos y traiciones, como si también por fuera de “Poné a Francella” (por Telefé, los miércoles a las 21) ella siguiera siendo la niña fatal que se mete en la cama de un “padre de familia”.
“¿Estará haciendo nonito ya? No, Arturo, no entres a la pieza... (Don Arturo apoya la cabeza en la puerta de la niña).
La seducción adolescente que inaugura Prandi, en el sketch que le toca, poco tiene que ver con la que ejercieron sus precursoras, una troupe de modelos encabezadas por Nicole Neumann. Juli (como se la nombra en el programa) pertenece al mundo de los niños. En la ficción, no se conforma con la contigüidad con un cierto aire de infancia, el suficiente como para despertar fantasías en Don Arturo, sino que se incluye por completo en el conjunto infantil. Todavía duerme con muñecos de peluche, es bochada con un uno en el colegio, es llorona y caprichosa. Su edad nunca se enuncia, pero no debería superar los 13 años. Frecuenta la matiné de los boliches, es afecta a las flores y las estrellitas, y se divierte jugando con otras nenas. Una de ellas es Laura, la hija de Don Arturo.
La tournée histérica entre el dueño de casa y la rubia mortal amiguita de su hija tiene ligeras reminiscencias a Belleza americana. Pero la lolita, aquí, es menos sutil: ingresa al cuarto del matrimonio, se muestra a Don Arturo en bombachita y dice cosas como: “Don Arturo, usted es mi papito”. La brevedad del segmento le exige un concentrado de acciones “a tal fin”, y la candidez deja paso al levante directo. Si otras lolitas quedaban restringidas al plano de la mirada, al territorio de la fantasía meramente voyeurista (no más que esa posibilidad), la nueva corporiza un extraño fenómeno: a las 21, en una pantalla familiar, siempre está al borde de la concreción sexual con el veterano.
“Laurita, ¿por qué no vino Juli?” (Don Arturo se inquieta por la ausencia de la amiga de su hija).
No es éste un juego de insinuación vaga, sino la postergación de un encuentro íntimo posible. Ellos dos, papito y la nena, están siempre al pie de la cama, con poca ropa, muy cerca un cuerpo del otro. Frente a los embates de Juli, Francella opone una mirada pícara hacia abajo, una marcación genital que, a veces, se vuelve explícita. Como cuando dice: ¡Mi Dios, cómo la tengo!
En el extraño sketch de “Poné a Francella”, Don Arturo se presenta absolutamente entregado a su pasión por la nena, sin cuestionamientos morales. El padre no duda de la legitimidad de su deseo, sino que agencia sus posibilidades de realización. Provocador y políticamente incorrecto, Don Arturo se dedica al engaño constante. Finge interés por su hija cuando hace sentir bien a sus amigos, y dedicación paternal ante su esposa (Mariana Briski). La niña no le genera una conflictividad personal, un cierto avance y retroceso frente a lo que no se debe sino apenas andanzas de vivillo que podrían resumirse en el dilema: cómo dar el batacazo de una vez sin que nadie lo objete. A lo sumo, enuncia cada tanto: ¡Qué locura!, pero sonriente y mirando a cámara, en la más clara tradición de Alberto Olmedo, como si el guiño fuera más un testimonio cómplice del tipo “¿Vos no lo harías?” que una forma del arrepentimiento.
Duerme con ositos de peluche; ¡no ven que es una nena!” (Don Arturo permanece junto a la cama de Juli).
Juli es tímida y nunca habla demasiado. Su seducción se sostiene en la direccionalidad de su mirada: fija pero levemente extraviada, como si le faltaran varias horas de sueño. La contradicción entre el aire desvelado y su aspecto saludable habilita un enigma: ¿por qué no la dañan los efectos del insomnio? Si no duerme (eso dice) es por la pasión por Don Arturo, un personaje que la inquieta. Cuando enuncia el problema, introduce la variable menos frecuentada de la seducción adolescente: “Don Arturo, usted es mi papito”, dice, y alterna las figuras del maestro, el consejero y el hermano mayor. El parentesco sanguíneo o la relación pedagógica son insinuadas sin extrañamiento.
Lo cierto es que todos los espacios de “Poné a Francella” se apoyan en una transgresión de orden moral: un masajista abusa sexualmente de su paciente; una ejecutiva somete a humillaciones a su empleado bajo amenaza de despido; un cliente favorece al vendedor siempre y cuando responda a sus coqueteos; un padre de familia seduce a la amiga de su hija... En este caso ofrece contención o un saber (apoyo escolar, halagos, nunca dinero) a cambio de la puerta abierta para una pasión. A punto de ser descubierto, cuando Don Ernesto –el autoritario padre de Juli– sospecha e interroga, Don Arturo desata la carcajada haciendo totalmente explícita la motivación de su deseo, como si fuera necesario subrayar que esta relación “no es buena”. “Don Ernesto –dice–, nosotros a Juli la queremos como a una hija.”
“El papel no se enoja escriba lo que escriba en él; no se va a ningún lado” (fragmento de un poema de Julieta Prandi).
La niña exhibe desprejuiciadamente su ingenuidad. Puede escribir unas líneas infantiles y atribuírselas a su vocación por la poesía. Puede, también, declarar que es fanática de Marcelo Corazza (el ganador del Gran Hermano 1) porque el grandulón es el ídolo de los chicos. Pese a sus 20 años cronológicos, sabe que lo que reditúa es su aire de infancia, mezcla de aletargamiento y mudez, una semisonrisa de boca cerrada, y declaraciones risibles.
El resultado: su expansión inmediata y acelerada, como una moda que excede a la lolita y la consagra en un terreno más controvertido: el de la relación llevada a cabo con la hija, la nena, la colegiala. Juli encarna a todas y, como correlato, recibe la palmada en la cola de Francella, el guiño a cámara, el comentario semi-soez. Las medias palabras y los silencios no participan de “Poné a Francella”, y Prandi, involuntariamente, se vuelve una pionera. Ella es cada vez más infantil; él, más explícito en su acoso. Perdido en medio de la euforia, las bailarinas y el sesgo picaresco, el programa se propone como un espacio familiero. El sketch quiebra el tono. “Esta nena me va a matar –dice Francella divertido, como si la broma no tocara el tabú–, ¡qué locura!”

 

La nena levanta las cifras

Si bien no llega a ganar su franja, “Poné a Francella” consigue un ajustado segundo lugar en el rating: la emisión de este miércoles promedió 19 puntos (con un pico de 21.3 y 37% de share), contra los 19.9 de “El sodero de mi vida” (Canal 13). Pero las cifras de Francella tienen sus particularidades: en los primeros quince minutos, que se consumen entre el número de music hall de apertura y el monólogo del cómico, el programa obtuvo 17 puntos. Avanzando el programa, y durante la emisión del sketch junto a Prandi, las cifras treparon a 20.6 y 21.3. Esa escalada no perjudicó a la tira con Dady Brieva, que mantuvo sus cifras, sino a Azul: “Memoria” terminó con 9.6 puntos, pero “PH” apenas llegó a 5.3.

 

PRINCIPAL