Por Diego Fischerman
Hacer una revolución
musical con Las 4 Estaciones de Vivaldi ya es un logro. Inaugurar, a partir
de allí, toda una manera de abordar un repertorio doblemente cristalizado
lo es aún más. La música barroca, desaparecida de
la escena hasta algunos redescubrimientos realizados en el siglo XIX alemán
y, sobre todo, hasta los años 50 y 60 del siglo XX, fue, en los
comienzos de su renacimiento, el territorio de orquestas de cuerdas aterciopeladas
e innumerables bandas de sonido de películas, programas de televisión
y avisos comerciales. La mirada posibilitada por los avances musicológicos
hizo que, en los 70, los grupos historicistas, con instrumentos de las
épocas en que estas obras habían sido compuestas y sus aproximaciones
a los modos estilísticos de esos períodos, se apropiara
del terreno.
La disyuntiva parecía definida. De un lado quienes defendían
el derecho a la interpretación, la idea de la música como
algo vivo y cambiante de época en época y de público
en público y la imposibilidad de la reproducción histórica.
Del otro, quienes sostenían que, además de las notas y los
ritmos, la instrumentación, los timbres, las maneras de frasear
y las dimensiones de los grupos instrumentales se correspondían
directamente con la concepción estética de cada composición.
En ese panorama, dominado por intérpretes alemanes, holandeses
e ingleses, irrumpió el primer grupo italiano de cierta importancia
que usó instrumentos originales. Il Giardino Armonico, fundado
en 1985 por un virtuoso de la flauta dulce llamado Giovanni Antonini,
ilustraba la tapa del disco con su versión de Las 4 Estaciones
de una manera bastante clara: un violín destrozado por una bala.
La hipótesis de Il Giardino Armonico, hoy considerado uno de los
grandes grupos de cámara existentes, es sencilla. Para ellos hay
cuestiones de sonoridad que deben ser recuperadas, entre otras cosas porque
son interesantes. Y hay otros parámetros que, en lugar de restaurarse,
deben ser traducidos. Para recrear la impresión que el público
veneciano de finales del siglo XVIII debe haber sentido ante pasajes como
el del comienzo del movimiento lento de El Invierno, hoy es necesario,
dicen,recurrir a todos los recursos expresivos posibles, incluyendo algunos
como el crescendo subito o diversas pausas, retenciones y aceleramientos
del tiempo que, en ese entonces, estaban aún lejos de utilizarse.
El secreto pasa por la utilización simultánea de los timbres
instrumentales originales y recursos como la ornamentación improvisada,
típicos del barroco, con un sentido absolutamente moderno de la
dinámica. En ese sentido, el disco de arias de óperas de
Vivaldi que grabaron con la cantante Cecilia Bartoli un best seller
que, además, se alzó con el Grammy en su categoría
no es más que la coronación de una carrera tan meteórica
como sorprendente.
Los próximos lunes y martes, Il Giardino Armonico actuará
por primera vez en Buenos Aires. Los conciertos, programados dentro del
ciclo Harmonia que auspicia la Fundación Cultural Coliseum, serán
a las 20.30 y en el Teatro Colón e incluyen en el repertorio varias
obras excepcionales. El 3 tocarán el Concerto Grosso en Si Bemol
Mayor, Op. 6 Nº 6, de Händel, la Obertura Nº 1, para 2
oboes, fagot, cuerdas y bajo continuo de Johann Sebastian Bach, el Concierto
en Re Mayor para 4 violines, violoncello, cuerdas y bajo continuo Op.
3 Nº 1 RV. 549 y el Concierto en Do Mayor para flauta piccolo, cuerdas
y bajo continuo RV. 443 de Vivaldi y el Concierto en re Menor para oboe,
cuerdas y bajo continuo de Alessandro Marcello. El martes 4, Il Giardino
Armonico interpretará la Gagliarda Bataglia, a 5 de
Samuel Scheidt, la Batalia a 10 de Heinrich Ignaz Franz von Biber, el
Concerto Grosso en Si Bemos Mayor, Op. 6 Nº 7 de Händel, el
Concierto para 2 oboes, cuerdas y bajo continuo y la Sinfonía de
La sena festeggiante de Vivaldi, la Obertura Nº 6 para 2 oboes, fagot,
cuerdas y bajo continuo de Francesco Maria Veracini (uno de los directores
de la orquesta de la capilla de Dresde, la mejor de toda Europa según
la opinión de ilustres contemporáneos como Bach y Vivaldi)
y una de las obras más bellas escritas para flauta dulce el
movimiento lento, estilización de una danza llamada siciliana es
absolutamente genial, el Concierto en Fa Mayor para flauta, cuerdas
y bajo continuo de Giuseppe Sammartini.
Un
retablo experimental
El Centro de Experimentación
del Teatro Colón prosigue con su temporada principal en la sala
del subsuelo, esta vez ofreciendo una obra clásica del siglo XX:
El retablo de Maese Pedro, de Manuel de Falla. El grupo Ensambles XXI,
con la dirección de Emiliano Greizerstein, será el encargado
de la parte musical en esta puesta de Horacio Pigozzi que se estrena hoy
a las 16. Con nuevas funciones mañana, el domingo 2 de setiembre,
jueves 6, viernes 7, sábado 8 y domingo 9, siempre en el mismo
horario, la obra contará con vestuario de Mini Zuccheri e iluminación
de Nicolás Trovato. El elenco vocal estará integrado por
Gui Gallardo, Carlos Sampedro, Julieta Fernández, Marco Failoni,
Rodrigo Pardo y Emilia Rubio.
|