Por Carlos Rodríguez
En los últimos años,
los secuestros extorsivos son cometidos por bandas integradas por jóvenes
que no cuentan con una gran infraestructura y que en muchos casos no
tienen ninguna experiencia anterior en ese rubro. La situación
contrasta con lo que ocurría en el país en los años
setenta y ochenta, cuando actuaban bandas muy bien organizadas que contaban
con gran despliegue de hombres y elementos. Ayer, al dar detalles
sobre dos casos esclarecidos en los últimos días, el comisario
Carlos Alberto Sablich, máximo experto en la materia dentro de
la Policía Federal, aprovechó para hacer un poco de autopromoción:
dijo que en los últimos diez años la efectividad de
la fuerza ha sido de un cien por ciento en la resolución de los
casos. Después de negar que exista un auge del secuestro,
envió un mensaje a las eventuales víctimas: recomendó
la denuncia inmediata porque la policía busca salvaguardar
a la víctima y por eso es importante la intervención
de gente experimentada. Y hasta deslizó una crítica
a los medios: La difusión es totalmente contraproducente,
señaló.
Durante la charla con Página/12, Sablich encontró el hueco
para discrepar con el ministro de Seguridad bonaerense, Ramón Verón,
quien había asegurado que hay un incremento de los
secuestros extorsivos. Sablich, jefe de la División Delitos Complejos
de la Federal, negó que haya un aumento de los casos y estimó
que sólo se trata de la sensación térmica derivada
de la gran difusión periodística que tuvieron algunos secuestros,
sobre todo el del empresario textil Abraham Awada. Consideró que
la difusión es un elemento totalmente contraproducente para
la resolución de estos casos.
Sablich, que años atrás se desempeñó en Defraudaciones
y Estafas, recordó que en los setenta las bandas que hacían
secuestros extorsivos estaban integradas por subversivos o bien por miembros
de las fuerzas armadas y de seguridad, lo que de por sí significaba
un nivel de organización muy importante. En esos años
los casos eran frecuentes, las recompensas que se pedían
eran millonarias y la posibilidad de ponerle freno era mucho más
remota.
Ahora, en cambio, son organizaciones integradas por delincuentes
jóvenes que tal vez son buenos como ladrones, pero carecen de experiencia
en materia de secuestros. Según Sablich los miembros
de las grandes bandas hoy están presos o salieron en libertad después
de cumplir largas condenas, motivo por el cual se han retirado o se dedican
a cometer otros delitos. El oficial estimó que el secuestrador
que perdió una vez, no quiere volver a perder. En cierto
modo, opinó que hoy es mucho más fácil perder
que ganar ya que los organismos del Estados (entre ellos la Policía
Federal) han tenido un gran progreso técnico que ayuda mucho a
resolver los casos.
La Federal intervino, en los últimos días, en el secuestro
extorsivo sufrido por un joven, hijo de un empresario, quien había
sido secuestrado en la zona de Puerto Madero, presuntamente junto con
un amigo suyo que luego resultó ser el entregador y quedó
detenido. La liberación se produjo poco después en el partido
de Tigre. Los captores pidieron inicialmente 300.000 pesos, pero terminaron
pactando por 27.000 pesos y todas las joyas de que disponía la
familia. La misma banda había intervenido en otro caso similar,
en el que también participó un amigo de la víctima.
Sablich sostuvo que otro clásico de la época es la
negociación rápida y los autores por lo general
bajan de inmediato sus pretensiones porque quieren terminar pronto
y así evitar que la policía los detenga. Las estadísticas
que aportó suenan contundentes: en 1997 y 1998 no hubo secuestros
extorsivos, en 1999 se registraron 8, en el 2000 cuatro y en lo que va
del año otros cuatro. Todos los hechos fueron resueltos y
fueron detenidos o están identificados todos los autores, de manera
que los que puedan estar prófugos van a caer tarde o temprano.
Como ejemplo de lo dicho, resumió lo ocurrido en el segundo de
los casos resueltos en los últimos días, el de un comerciante
de golosinas secuestrado en el Parque Leloir de Castelar y liberado en
el barrio Estrella de San Miguel. La detención de los autores se
produjo antes de que los secuestradores tuvieran el primer contacto con
la familia, porque algunos miembros de la banda habían actuado
en otros dos hechos y estaban siendo seguidos por la policía, que
supo del nuevo golpe cuando buscaba terminar de resolver los anteriores.
En los dos últimos casos hubo 11 detenciones, entre ellas las del
oficial ayudante de la Policía Bonaerense Leonardo Alcides Negron
Farina y el suboficial de la Prefectura Naval Ricardo Alberto Marín.
Esa participación de miembros de las fuerzas de seguridad es un
rasgo que perdura.
Antes era otra cosa
Mire, venimos a secuestrarlo. Usted tiene algunas deudas
con el fisco, algunos asuntos oscuros. Si usted paga lo que le pedimos,
lo largamos en seguida. De lo contrario...
El diálogo se escuchaba palabra más, palabra
menos, en una película argentina de fines de los ochenta,
que trataba sobre los negocios oscuros de un coronel del Ejército.
La historia parecía basada en causas que involucraban, como
al pasar, a un oficial del mismo rango que llegó a ocupar
funciones, durante la dictadura militar, en la Policía Federal.
Consultado sobre la posible similitud de la ficción con la
realidad, un juez que intervino en varios casos de secuestros extorsivos,
durante y después de la dictadura, interpretó que
la hipótesis puede llegar a estar muy cerca de la realidad.
Varios de los casos de secuestros extorsivos, durante la dictadura,
fueron protagonizados por hombres de la inteligencia del Ejército,
como Leandro Sánchez Reisse o Raúl Guglielminetti.
La fuente, que investigó uno de los casos más notorios,
recordó que secuestrador y secuestrado habían sido
socios y amigos, hasta que algo se quebró entre
ellos.
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Un caso que no trascendió
Después de varios contactos, siempre desde teléfonos
públicos, una banda de secuestradores fue detenida por la
policía, virtualmente con el tubo en la mano,
recordó el mismo juez consultado por Página/12. Estaban
acordando por teléfono cómo concretar el pago, cuando
los familiares, de repente, escucharon la voz de un oficial de la
Federal y no la del secuestrador. Parece de película.
El caso, donde la víctima fue un adolescente hijo de un poderoso
industrial, es reciente y ni siquiera fue publicado por los diarios.
Sigue manteniéndose en secreto, aunque hoy los cinco miembros
de la banda están detenidos y condenados. El fallo se encuentra
ahora en la Cámara de Casación.
La historia confirma que la tecnología facilita la labor
policial. El funcionario judicial señaló, como detalle
que coincide con los años de plomo, que a veces los secuestradores
tratan de explotar alguna debilidad de la víctima.
En otro caso, donde también el secuestrado era un joven,
los autores creyeron que su presa estaba vinculada al narcotráfico.
Se equivocaron y la familia tampoco tenía mucho dinero. En
los dos casos se produjo otro clásico que perdura: los entregadores
eran personas allegadas a los secuestrados.
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