Por Fernando DAddario
Durante años, la música
de Víctor Jara fue una presencia ausente para los argentinos. Estaba
allí, flotando en viejos recuerdos de fogón revolucionario
o en dudosas recopilaciones de folklore latinoamericano, pero sus discos
permanecían ocultos, inéditos, acaso porque contenían
canciones incompatibles con la corrección política de los
80 (en la Argentina) y los 90 (en Chile). Pero del mismo modo
que ha ocurrido con otros mitos, la figura de Jara parece haberse fortalecido
en estos últimos tiempos, como si su recuerdo obrara de antídoto
frente a tanta hipocresía y doble discurso. Con dos proyectos cinematográficos
centrados en el músico chileno (uno de ellos perseguido desde hace
tiempo por Emma Thompson) y un reciente festival-homenaje llevado a cabo
en el Parque Centenario (del que participaron, entre otros, Inti Illimani,
Mercedes Sosa y Víctor Heredia), quedaba pendiente la reedición
de sus canciones.
En su momento recopiladas por su esposa, Joan Turner, a cargo de la Fundación
Jara, y editadas por Warner, estas canciones volverán a estar en
la calle. Página/12 publicará, a partir de mañana,
y en los próximos tres domingos, acompañando su edición
habitual (a un precio opcional de 6$), cuatro discos fundamentales: Pongo
en tus manos abiertas, El derecho de vivir en paz, Habla y canta y Manifiesto.
La colección recorre la mejor parte de su carrera, entre 1969 y
1973, e incluye himnos de la canción testimonial, como Te
recuerdo Amanda, Plegaria a un labrador, Manifiesto,
Cuando voy al trabajo y Vientos del pueblo, entre
otros. Referirse a los mejores momentos de la carrera artística
de Jara obliga a ensayar una analogía, porque ese lapso brillante
de su producción artística coincide temporalmente con la
etapa más interesante de la historia chilena del siglo XX. Fueron
los tiempos del gobierno de la Unidad Popular, el proceso trunco
por el golpe de Pinochet que intentó consolidar el sueño
del socialismo a través de canales democráticos. Jara y
el socialismo chileno son entidades inseparables, pero el músico,
dentro de ese contexto creció como un emergente sui generis de
la realidad trasandina. Sus discos acompañaron ese crecimiento,
mostraron sus singularidades, y hoy aparecen como un testimonio de leyenda,
aunque en otro tiempo (en otro mundo) fueran una suerte de noticiero cantado
de una realidad palpable: el pueblo había llegado al poder.
Jara había nacido en Lonquén, una localidad cercana a Santiago.
Era nieto de mapuches, era pobre. De niño trabajó la tierra
y conoció las manos curtidas de quienes la habían trabajado
durante décadas. Fue director de teatro casi por accidente, y fue
cantor popular por una imposición del destino. No debe extrañar
que su música y su voz, en algún punto talladas en cierta
rusticidad, hayan ido modelando su perfil en función de los cambios
políticos y sociales que se estaban experimentando. Pongo en tus
manos abiertas es un disco de 1969 y tiene todo el fervor de la revolución
por hacer. Incluye el ahora clásico A desalambrar,
de Daniel Viglietti, Preguntas por Puerto Montt, Te
recuerdo Amanda (en homenaje a su madre), Zamba del Che
y Duerme, duerme negrito, entre otras, acompañado por
Quilapayún. Y ofrece, como agregado, grabaciones en la peña
de los Parra, en 1970, un lugar y un momento exactos donde se consolidaban,
paralelamente, la nueva canción chilena y el nuevo régimen
político. Allí presentó Te recuerdo...,
definida como simplemente una canción de amor..., y
Plegaria a un labrador, ambas con guitarras.
En El derecho de vivir en paz (1971), el segundo volumen de la colección,
se manifiesta un crecimiento musical, gracias al aporte de una instrumentación
más rica, que incluye guitarras eléctricas y órgano.
Un soporte técnico no contrapuesto a la épica que atraviesa
el disco. Había que defender la revolución, y para ello,
nada mejor que ese grito de ¡Venceremos! que corona
la canción El alma llena de banderas (la que dice,
también, tu muerte muchas vidas traerá/que hacia donde
tú ibas marcharán/cantando. El himno es parte de un
compromiso visceral que Jara tomó con el gobierno de Salvador Allende.
La pata cultural-proletaria,que le daba al proceso un matiz
diferente del que podía aportar, por ejemplo, el también
popular Pablo Neruda. Jara quería defender la revolución
desde la reivindicación de su origen obrero y campesino. No deja
de conmover hoy, conociendo su historia, la canción El niño
yuntero (sobre poema de Miguel Hernández), en la que el cantautor,
ya institucionalizado de algún modo, recuerda los penosos
días de explotación infantil: Carne de yugo ha nacido/más
humillado que bello/con el cuello perseguido/por el yugo para el cuello.
El folklore andino subyace en los temas instrumentales, algo escondido
bajo la uniformidad musical del latinoamericanismo: hay guiños
a la Revolución Cubana (el son A Cuba) y al Perú
negro, postergado, en A la Molina no voy más, al tiempo
que se ridiculiza al viejo orden social en Las casitas del barrio
alto, retratando un modo de vida que, socialismo mediante, se creía
en vías de extinción. Hay aquí un Jara herido pero
esperanzado, que hasta se permite divertirse, como en Ni chicha
ni limoná. El disco incluye también outakes, singles,
y el instrumental Danza de los niños, con Inti-Illimani,
correspondiente al homenaje a Neruda, de 1972.
Habla y canta es una grabación en vivo, registrada en Cuba, donde
además del calor popular de clásicos como Te recuerdo...,
Plegaria..., presenta La carta (Violeta Parra)
y Preguntitas sobre Dios (Yupanqui). Aquí no podía
faltar, por supuesto, la Zamba del Che.
Por último, Manifiesto marca una dualidad. Se trata de sus últimas
grabaciones (1973), en las que, por fuera del apoyo logístico y
material que le brinda a la revolución en la que cree (en Qué
lindo es ser voluntario canta qué cosa más linda
es ser voluntario/construyendo parques para el vecindario/levantando puentes/casas
y caminos/siguiendo adelante con nuestro destino), se vislumbra
una suerte de desasosiego, un llamado a combatir contra el futuro que
se venía y que, luego se supo, sería peor que el pasado.
El clima se había enturbiado en Chile. No es gratuito el registro
de La bala, canción popular venezolana, que a contramano
de su ritmo festivo, reza: La bala se dispara/ay se dispara/En Cuba,
Vietnam y Chile o ella no es mala/todo depende de qué,
cuándo y quién la dispara. Frente a la contrarrevolución,
slogans de autoafirmación. La Marcha de los trabajadores
de la construcción, tiene un no disimulado aire a propaganda
lisa y llana: con materiales de mi país/el socialismo hay
que construir.
En setiembre de 1973, el sueño terminó. El hombre que había
gritado Aquí me quedo (yo no quiero la patria
dividida/cabemos todos en la tierra mía/yo me quedo a cantar con
los obreros/en esta nueva historia y geografía) fue detenido
poco después del golpe militar de Pinochet. Fue, se sabe, torturado
y asesinado. Quedó su Manifiesto, que resume por qué
Jara, el que no cantaba por cantar, ni por tener buena voz, trascendió
su propia tragedia: canto que ha sido valiente/siempre será
canción nueva.
Un puente para la
memoria
Joan Jara, viuda de Víctor, publicó en 1981 el libro
Víctor Jara. Un canto truncado, un testimonio ineludible
a la hora de hablar del cantautor chileno. Joan tiene 73 años,
y preside una fundación que lleva el nombre del hombre con
el que compartió tanto tiempo de su vida. En una entrevista
que concedió este año a Página/12, señaló.
Desde 1973 hasta
1981 viajé por el mundo, hablando de la muerte de Víctor
como símbolo de todas las muertes que sucedían en
Chile (...) Decidí recuperar el ejemplo, la vida de Víctor
artista, hacer ese puente de memoria para la gente joven y contar
esa realidad censurada.
A pesar de la querella
que presenté en 1976, todavía no he podido saber ni
comprobar quién fue el responsable de la muerte de Víctor.
Creo que nunca voy a poder averiguar eso, porque hay una cortina
de protección que esconde las identidades.
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Cineasta detenida
El Tribunal Revolucionario de Teherán, la capital de Irán,
acusó a la cineasta Tahimeh Milani, detenida el domingo pasado,
de apoyar con su película La mitad oculta a grupos que están
en contra de la revolución islámica, según
la agencia oficial de noticias IRNA. Según los últimos
elementos de la investigación, Milani apoya a grupos ilegales
y el procedimiento judicial está en marcha, contó
IRNA sin dar precisiones sobre tales grupos. La mitad oculta, que
narra la historia de una mujer casada que tuvo una relación
romántica con un rebelde después de la revolución
iraní de 1979, fue acusada de insultar los valores
de la revolución islámica. Ayer, un funcionario
del Ministerio de Cultura iraní había estimado que
la detención de la directora se debía a un malentendido
y que esperaba poder anunciar su liberación lo antes
posible. A nuestro parecer, las acusaciones contra Tahimeh
Milani están basadas en un malentendido que estamos tratando
de disipar. Esperamos poder anunciar su liberación lo antes
posible, dijo el funcionario. La mitad oculta, se desarrolla
durante la revolución cultural que siguió
a la revolución islámica de 1979 en Irán, un
tema que sigue siendo tabú en el cine iraní, que a
pesar de su gran producción sufre una constante censura por
parte de distintos organismos del estado. Entre quienes han tenido
problemas con sus films se cuentan cineastas de la talla de Abbas
Kiarostami y Jafar Panahi.
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Festival de cortos
La tercera edición del Festival Itinerante de Cortometrajes
Sueños Cortos, que reúne 60 films de ficción,
documental y animación de nuevos directores de todo el país,
empezará hoy en Buenos Aires, y luego recorrerá las
ciudades de La Plata, Morón, Rosario, Mar del Plata, Córdoba,
Mendoza, Salta y Ushuauaia. Esta muestra competitiva, organizada
por La Nave de los Sueños y destinada a difundir la obra
de nuevos realizadores, se desarrollará desde hoy y hasta
el jueves próximo, con entrada libre y gratuita, en el Cine
Cosmos (Corrientes 2046), y luego iniciará su recorrido por
las provincias. El festival lanzó hace meses una convocatoria
a nivel nacional durante la cual recibió más de 250
cortometrajes, entre los cuales un jurado integrado por los cineastas
Raúl Perrone, Jorge Polaco, Daniel Rosenfeld y Claudio Caldini
seleccionó a los mejores 60. Entre los films de ficción
se destacan Historia de amor en baño público, de Pablo
Oliverio, Torino, de Hernán Golfrid, Heartdrop, de Patricio
Alvarez Casado, Selective Hearding, de Carolina Farinella, Vamos
ganando, de Ramiro Longo, El otro cuarto, de Paula Marotta, A cielo
cubierto, de Julián Andrade, y Viorica, de Néstor
Pérez Vidal. En el apartado de documentales fueron seleccionados
films como Proyecto mundo evolutivo, de Julián Andrade, Cayetano
Casero, de Mariana Mattar y Pisadero, de Alejandro José Quiroga.
La fiesta de apertura de Sueños Cortos III se
realizará hoy a las 24 en La Nave de los Sueños (Moreno
1379, 2º p.), mientras que la proyección de los cortos
se llevará a cabo lunes, martes y miércoles a las
20 en el Cine Cosmos. El jueves se entregarán los premios
y se exhibirán los trabajos ganadores.
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