Por Pablo Plotkin
Para explicar el génesis
del disco debut de Mariana Baggio, habría que volver a sus años
de infancia y adolescencia y rastrear en una caja llena de casetes de
Joan Báez, Paco Ibáñez y la cantante venezolana Cecilia
Todd. Habría que seguir la hoja de ruta de sus viajes por América
latina, retrotraerse a las noches de ópera junto a su abuela y
descubrir las canciones que le cantaban sus padres en los años
setenta. Especie de mapa genético-musical de su autora, Barcos
y mariposas es una obra compuesta desde el universo lúdico de un
chico, interpretada y producida con implacable profesionalismo. Hay
un preconcepto que dice que la música para chicos es pavota, mal
hecha, sin onda, sin swing, sin groove. Es una idea equivocada. Este disco
está hecho por gente que toca música para adultos y que
puso la misma onda, la misma afinación, la misma calidad,
apunta Mariana. Eso, en parte, hizo que esta producción independiente
se difundiera tan rápido: se da el fenómeno de padres compartiendo
las canciones con sus hijos.
Concebido como un diario de viaje panamericano, Barcos... tiene su correlato
en la manera en que Mariana enseña música. Alrededor de
cada canción gravitan las alegrías y tragedias de un pueblo,
la fabricación artesanal de un instrumento, las historias personales.
El candombe, la baguala, el tango, el blues, la chacarera, el son y la
música celta se suceden con libertad de mochilero. La autora lo
define como un trabajo casi antropológico. Me
encanta la música de Venezuela, de Colombia, de México,
de Uruguay, cuenta Baggio (ex vocalista en vivo de Ruidos y Ruiditos),
que se presentará los domingos de septiembre (desde mañana)
y octubre, a las 16.30, en el teatro El Ombligo de la Luna (Anchorena
364). Tanto cuando viajo como cuando laburo con los pibes, trato
de adentrarme en la geografía y la forma de vida a las que pertenece
cada ritmo. La canción Ramona, por ejemplo, está
basada en una pastora real que conocí en Tafí del Valle.
Esa mujer se mueve a la velocidad de su entorno, en medio de un silencio
imposible de escuchar en la ciudad. A lo sumo se oyen los pájaros
y el agua del arroyo. Y todo eso se traduce en la música de la
zona: los instrumentos de viento son la quena y el sikus y el bombo tiene
la profundidad sonora del valle. Las músicas populares están
tan ligadas a la forma en que vive su gente... Y eso a mí me emociona
mucho, y me interesa. Por ahí pasa el espíritu del disco.
¿Existe alguna manera de sonar para chicos sin caer en estereotipos?
Lo que hace que mi disco pueda definirse como música para
chicos tiene que ver con las letras, las temáticas, más
que con la música en sí. Si tuviera que hacer un disco para
adultos, encararía los arreglos de la misma manera. El becerrito,
por ejemplo, que es un tema del venezolano Simón Díaz, no
es un tema infantil, y de hecho otras veces lo canté para adultos.
Melodía celta, que la compuse yo, la tocaba en un dúo
que no era de música para chicos. Creo que lo que tiene de atípico
este disco pasa por ese lado: la manera en que están trabajados
los arreglos. Lo que les da acceso a los chicos son las temáticas,
los juegos y los cuentos que hay en las canciones.
Es un disco en el que casi no se escuchan voces de pibes...
Es cierto. Sólo canta una canción Jazmín Rastelli,
una alumna mía. La elegí porque cuando la escuché
cantar Ramona me dio una emoción... Tiene una voz hermosa,
vi que la entendía, que la sentía, y sencillamente quise
que fuera ella quien la cantase. Me conmovió artísticamente.
No me prendo mucho con la idea de que en los discos para chicos canten
chicos porque sí. Creo que un pibe se enriquece con un disco, entonces
me parece bueno que escuchen a gente que toca realmente bien. Eso aporta
a su formación estética.
¿Qué le falta a la música para chicos en Argentina?
Lo que suele pasar es que está hecha por docentes de música
para chicos, y no por verdaderos músicos. Eso después se
nota en la calidad delas obras. En mi caso, seguiré estudiando
música siempre, vivo rodeada de músicos y tengo idea de
hacer otro tipo de discos. Martín Telechanski, que produjo Barcos...
con una fineza impresionante, jamás había trabajado en una
obra para chicos. Puso el mismo empeño y la misma calidad, trabajamos
la exploración tímbrica de una manera poco común,
y nos divertimos mucho haciéndolo. Al cabo de varias sesiones,
el trabajo se convirtió en un juego. Y creo que todo eso se percibe.
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