Por Marta Dillon
Acá las cosas
son así, Lilita dice vos y vos no discutís,
dice Oscar González, periodista, diputado y actual encargado de
prensa en campaña del ARI, mientras saca un peine de su bolsillo
e intenta que Elisa Carrió se lo pase por el pelo recién
teñido. El rubio parejo de la raíz a las puntas fue el único
gesto de coquetería que la diputada concedió para las fotos
que pronto serán afiches y en los que aparecerá, siempre,
en el centro de la escena. Aunque los candidatos sean quienes sonríen
desde la periferia, confiados en que el peso de su líder arrastrará
también votos para ellos.
Me hago cargo, continúa González, hablando de
la nueva función que le encomendó Carrió, lejos de
su despacho con resignada paciencia. Organizar los grupos de candidatos
de las distintas provincias no es tarea fácil, no están
todos los que son y muchas caras son tan nuevas que cuesta reconocerlas.
Más cuando la estrella del movimiento se hace desear por más
de dos largas horas en las que muchos empiezan a ponerse nerviosos.
Algunos vuelos de vuelta a casa salen al mediodía y Carrió
llegó apenas cuarenta minutos antes, dispuesta a tomarse un café
y dar cuenta de un par de medialunas compradas para aliviar la espera.
No puede haber errores, hay que hacer el spot con el mensaje apoyando
a los candidatos en todas las FM, lanzó Lilita con su habitual
estilo de capitán de tormentas.
Pero los errores no son fáciles de controlar, al menos no el que
cometió una y otra vez al intentar abrocharse correctamente el
saco. Fueron muchos los intentos de hacer coincidir la hilera de botones
con la de ojales y recién se consiguió a la tarde, después
del almuerzo con los candidatos de Capital y de la siesta reglamentaria
a la que la diputada no piensa renunciar. Tal vez por eso el Lilita
móvil, según las palabras de González, cuenta
con cuatro plazas, ducha y cama. Con ese camión, en cuanto se lance
oficialmente la campaña que no tiene fecha, Carrió recorrerá
las provincias para avalar a sus candidatos.
Todavía exultantes por la emoción desplegada en el programa
de Mariano Grondona el jueves pasado, representantes de las provincias
de Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, Chaco, Jujuy, Neuquén,
Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero trataban de enunciar currículum
disímiles como un pasado académico como en el caso del candidato
a diputado por Neuquén, Gerardo de Jong, o piquetero, como Lucho
Román, segundo a senador por Entre Ríos. Venga conmigo
el sector piquetero, había llamado Carrió a Román
para posar juntos sobre el infinito blanco del estudio. Y aunque a Juan
Domingo Zacarías imposible dudar de cuna peronista,
candidato a diputado por la misma provincia, no le haya gustado el apelativo,
Román se hacía cargo del mote. Estoy procesado por
cantar el Himno para frenar un remate, hemos hecho muchos cortes de ruta
con los citricultores, soy presidente de la sociedad de citrus de Concordia
y por eso Lilita me vino a buscar. Y ya se sabe como es, no se le puede
decir que no. En la dificultad para negarse parece haber varios
acuerdos.
González intentaba cumplir con su tarea correctamente. Primero
candidatos a senadores y después a diputados, insistía,
tratando de verificar la lista que su asistente, la también periodista
Paloma García, hacía y deshacía en los intervalos
que le dejaba su tarea como improvisada maquilladora, brocha y Angel Face
en mano. El problema era que Carrió, llevada por su entusiasmo,
organizaba las tomas llamando a todas las mujeres y acusando a los varones
de hombres de poca fe.
Con ésta rompemos el Pacto de Olivos, dijo la diputada
del brazo de Mario Cafiero en una pose impugnada por parecer digna de
una boda. A la tarde, la sala de maquillaje estaba más organizada,
una de las asistentes de Carrió, Eli, con tantas tareas en su vida
cotidiana como atender el teléfono de la casa de la diputada, cocinar,
cuidar niños y candidatos con dudas sobre su futuro, tapaba las
ojeras de las candidatas. ¿Algunas ver podremos irnos? ¿A
dónde iríamos si nos vamos?, se preguntaba Laura Mussa,
una de las candidatas de Capital Federal con trayectoria política,poniendo
un poco de humor al destino incierto de la política en general.
No contenta con su imagen en el espejo, Mussa reclamaba, como la mayoría,
un maquillaje más oscuro. Estás en invierno y sos
una candidata pobre, retrucaba Eli, compenetrada con sus múltiples
funciones.
Mientras la fotógrafa Cristina Freire se encargó de cercar
el lugar de las tomas con una faja de peligro, intento vano por poner
orden al ansioso grupo de candidatos, una mujer pasaba las cuentas de
un rosario murmurando las oraciones del caso. Era una de las custodias
de Carrió, también encargada de facilitar encendedores y
café caliente con endulcorante para su custodiada. Pocos de los
presentes tenían el aspecto clásico del político
vernáculo. Entre ellos se contaba Alfredo Bravo, al que Carrió
pidió que deje de prepararse como un novio de campo
y que pose de una vez. Y Héctor Polino, a quien ubicaron frente
a las luces para verificar el reflejo en sus anteojos y dejaron olvidado
allí durante un largo rato. Esta vez el candidato, obediente, no
se quejó.
Como en una contienda de escuela, para las fotos competían varones
y mujeres, aunque los primeros no tuvieron ninguna exclusiva. Entre ellas,
Solita Silveyra fue la de la sonrisa más radiante y el tajo más
atrevido en su ya corta minifalda. Laura Bonaparte, Madre de Plaza de
Mayo y décima en la lista de diputados de Capital, hacía
buen contraste con Carrió, luciendo en su pecho una estrella de
David que prestaba alguna idea de diversidad junto al inmenso crucifijo
del alma mater del ARI. Hay que tener ovarios para darle una cachetada
al sistema como la que propinó esta mujer, decía Bonaparte
para argumentar su candidatura, cuestionada en el ámbito de los
derechos humanos. Esto es como una manifestación a toda voz,
aunque no en la calle, agregó.
Con el atardecer, las fotos estuvieron listas, aunque en algunos casos
hubo que dejar el hueco libre para el candidato del ARI, que más
tarde llenará la tecnología: muchos no pudieron sostener
las largas demoras y tuvieron que volver a sus provincias, contentos con
la promesa de que será Carrió en persona la que lanzará
la campaña en el interior sin descuidar a ninguno. Aunque
no sabemos cómo va a ser, el compromiso de no recibir ni un peso
de aportes privados es un hecho. Así que haremos discursos en las
plazas y pondremos alcancías, decía una candidata
de la provincia de Buenos Aires que prefirió no identificarse.
Por lo pronto las fotos de los afiches están listas. Y el Lilita-móvil
también.
JOAQUINA
MORENO, CHACARERA Y CANDIDATA
Estoy cansada de mirar y nunca cambiar nada
La candidata pampeana del ARI se tiene una fe envidiable.
Nunca hizo política, pero cree que �si se ve el barro en el tanque,
hay que mojarse para sacarlo�.
Joaquina
estaba apurada por terminar con las fotos y volver a la chacra:
sus vacas están pariendo.
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Por M. D.
Entra taconeando a la entrevista,
montada en sus zapatos de domingo, esos con que suele ir al pueblo. En
el campo los tacos no sirven para andar llevando los animales de un corral
a otro, y no hay motivos para disimular el metro cuarenta de estatura
que no le resta ni un poco de autoridad. Soy una pionera, siempre
hice punta adelante del resto de las mujeres y el tiempo me dio la razón,
arranca Joaquina Moreno. Fíjese que cuando murió mi
padre, en el año 1958, me querían obligar a vestirme de
negro de la cabeza a los pies. Ridículo, yo lo amaba pero no tenía
por qué aceptar esas normas. Esa fue la primera rebeldía
de la cabeza de lista del ARI en La Pampa, una mujer convencida que tiene
todo lo que hay que tener para ocupar la banca de senadora.
Voy a estar tan cómoda en el recinto como arreando las vacas
hacia la manga. No le tengo miedo a la función, he andado mucho
en mis 69 años, viví todas las experiencias posibles. De
lo único que me arrepentiría al momento de la muerte es
de haber durado, sólo porque el aire es gratis. Ni un tinte
de duda en la voz, ni un temblor cuando se califica como una excelente
estratega. Es una mujer de pocas pulgas que en su breve paso por
Buenos Aires poco más de 24 horas ha desechado las
galanterías del candidato a senador Alfredo Bravo con un nada galante
de viejos ya estoy harta, aunque después subraye el
despecho con una carcajada nada acorde a su tamaño.
Integrante de Mujeres Agrarias en Lucha, famosas por poner el cuerpo a
los intentos de rematar campos, cantando el himno a toda voz, Joaquina
está a punto de dar el gran salto hacia la política partidista.
Es que como digo yo, si veo el barro en el tanque de los animales
me tengo que mojar los pies para sacarlo, no puedo hacerlo desde afuera,
hay que meterse. De eso se trata su candidatura, de ver las
realidades y hacer algo desde el poder, estoy cansada de mirar todo y
nunca cambiar nada. Sin duda Joaquina es de las que se tienen fe
y su mejor carta de presentación está en su trabajo cotidiano.
¿Usted cree que si no fuera excelente estratega podría
manejar los trescientos animales que tengo yo sola? ¿Que podría
haber sobrevivido a dos años de inundada? Ahora estoy viviendo
como un verdadero croto porque tengo una deuda de emergencia. Pero el
problema no es la deuda, esa es la consecuencia de la falta de políticas
adecuadas para el sector agropecuario. Hablan de la cosecha record como
si fuera un gran logro, pero los productores no vemos un peso. Hace veinte
años un productor que sacaba quince bolsas de trigo por hectárea
estaba mejor que el que ahora saca 60, la tecnología ayuda a la
producción pero no a los productores.
Como una de las candidatas que no hizo de la política su carrera,
Joaquina estuvo en el programa de Mariano Grondona y tiene la sospecha
que la censura recortó su discurso. A lo mejor fueron problemas
técnicos, pero ¿por qué no salió cuando hablé
de la corrupción? ¿Por qué no se escuchó cuando
dije que de esa famosa fiesta que dicen que hay que pagar en el campo
no recibimos ni las sobras? Explicaciones no tiene, sólo
sospechas. Pero para esta mujer la desconfianza es un arma de defensa
personal que usa en los ámbitos que no acostumbra transitar. Y
que prefiere evitar si no tiene motivos concretos.
Se rió hasta doblarse en dos cuando Carrió la levantó
en el aire al momento de las fotos y dijo de ella que es para la
mesita de luz. Pero tenía urgencias que la inquietaban. Dejé
el campo solo y estamos en época de parición, no es buen
momento para irse. Además tengo en el parque de la casa una vaca
con dos mellicitas a las que tengo que dar el biberón porque la
madre está enferma. Se los di ayer y tengo que volver pronto, esta
tarde no voy a tener tiempo más que para recorrer la hacienda en
riesgo, la que está por parir o con terneros chiquititos.
Moreno es su apellido de soltera, el que siempre usó, aun cuando
vivía su marido. Yo no sé por qué en mi época
las mujeres estaban tan ansiosas por cambiarse de nombre. A mi marido
le dije: si vos te ponés Pablo Elíasde Moreno, yo acepto
llamarme de Elías, si no de ninguna manera. El no quiso, yo tampoco.
Se casó con aquel periodista mendocino de vieja, a
los 28, y se resistió a dejar las tierras que compró su
padre para seguirlo. Pero la tentaba un destino literario que todavía
cultiva. Escribí alguna novela romántica, era muy
joven, pero también la vida de mi padre, de boyero, que son los
que hacen mandados, a propietario. Ahora la voy a retomar porque contando
eso cuento la historia de La Pampa. Además ahora no puedo hacer
otras cosas, ni leer ni comprar plantas porque no me queda ni un resto.
Si hace diez años con un kilo de novillo me compraba once litros
de nafta súper para mi auto, ahora con el mismo kilo compro medio
litro. Es esa relación costo precio la que nos tiene acorraladas.
Por eso no duda en la necesidad de que una verdadera chacarera
entre al senado, por donde, dice, caminará tan recta como por la
calle que diseñó para que atraviese su campo y poder arrear
los animales sin ayuda. Ese camino que ella ve como su mejor destino pero
que está dispuesta a abandonar. A Carrió le creo,
eso es lo mejor para mí, porque yo, sobre todo, soy amiga de la
verdad.
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