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EL BACKSTAGE DE LA SESION DE FOTOS PARA EL ARI
Atrás del escenario

Elisa Carrió tuvo un viernes fotográfico: pasó la tarde posando con sus candidatos para afiches de todo el país. Hubo medialunas, chistes, maquillaje y una mujer policía de custodia que rezaba, devota, el rosario.

Bravo con Carrió, ante la cámara de Cristina Freire. La diputada, con el saco finalmente abrochado...

Por Marta Dillon

“Acá las cosas son así, Lilita dice ‘vos’ y vos no discutís”, dice Oscar González, periodista, diputado y actual encargado de prensa en campaña del ARI, mientras saca un peine de su bolsillo e intenta que Elisa Carrió se lo pase por el pelo recién teñido. El rubio parejo de la raíz a las puntas fue el único gesto de coquetería que la diputada concedió para las fotos que pronto serán afiches y en los que aparecerá, siempre, en el centro de la escena. Aunque los candidatos sean quienes sonríen desde la periferia, confiados en que el peso de su líder arrastrará también votos para ellos.
“Me hago cargo”, continúa González, hablando de la nueva función que le encomendó Carrió, lejos de su despacho con resignada paciencia. Organizar los grupos de candidatos de las distintas provincias no es tarea fácil, no están todos los que son y muchas caras son tan nuevas que cuesta reconocerlas. Más cuando la estrella del movimiento se hace desear por más de dos largas horas en las que muchos empiezan a ponerse nerviosos.
Algunos vuelos de vuelta a casa salen al mediodía y Carrió llegó apenas cuarenta minutos antes, dispuesta a tomarse un café y dar cuenta de un par de medialunas compradas para aliviar la espera. “No puede haber errores, hay que hacer el spot con el mensaje apoyando a los candidatos en todas las FM”, lanzó Lilita con su habitual estilo de capitán de tormentas.
Pero los errores no son fáciles de controlar, al menos no el que cometió una y otra vez al intentar abrocharse correctamente el saco. Fueron muchos los intentos de hacer coincidir la hilera de botones con la de ojales y recién se consiguió a la tarde, después del almuerzo con los candidatos de Capital y de la siesta reglamentaria a la que la diputada no piensa renunciar. Tal vez por eso el “Lilita móvil”, según las palabras de González, cuenta con cuatro plazas, ducha y cama. Con ese camión, en cuanto se lance oficialmente la campaña que no tiene fecha, Carrió recorrerá las provincias para avalar a sus candidatos.
Todavía exultantes por la emoción desplegada en el programa de Mariano Grondona el jueves pasado, representantes de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos, La Pampa, Chaco, Jujuy, Neuquén, Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero trataban de enunciar currículum disímiles como un pasado académico como en el caso del candidato a diputado por Neuquén, Gerardo de Jong, o piquetero, como Lucho Román, segundo a senador por Entre Ríos. “Venga conmigo el sector piquetero”, había llamado Carrió a Román para posar juntos sobre el infinito blanco del estudio. Y aunque a Juan Domingo Zacarías –imposible dudar de cuna peronista–, candidato a diputado por la misma provincia, no le haya gustado el apelativo, Román se hacía cargo del mote. “Estoy procesado por cantar el Himno para frenar un remate, hemos hecho muchos cortes de ruta con los citricultores, soy presidente de la sociedad de citrus de Concordia y por eso Lilita me vino a buscar. Y ya se sabe como es, no se le puede decir que no.” En la dificultad para negarse parece haber varios acuerdos.
González intentaba cumplir con su tarea correctamente. “Primero candidatos a senadores y después a diputados”, insistía, tratando de verificar la lista que su asistente, la también periodista Paloma García, hacía y deshacía en los intervalos que le dejaba su tarea como improvisada maquilladora, brocha y Angel Face en mano. El problema era que Carrió, llevada por su entusiasmo, organizaba las tomas llamando a todas las mujeres y acusando a los varones de “hombres de poca fe”.
“Con ésta rompemos el Pacto de Olivos”, dijo la diputada del brazo de Mario Cafiero en una pose impugnada por parecer digna de una boda. A la tarde, la sala de maquillaje estaba más organizada, una de las asistentes de Carrió, Eli, con tantas tareas en su vida cotidiana como atender el teléfono de la casa de la diputada, cocinar, cuidar niños y candidatos con dudas sobre su futuro, tapaba las ojeras de las candidatas. “¿Algunas ver podremos irnos? ¿A dónde iríamos si nos vamos?”, se preguntaba Laura Mussa, una de las candidatas de Capital Federal con trayectoria política,poniendo un poco de humor al destino incierto de la política en general. No contenta con su imagen en el espejo, Mussa reclamaba, como la mayoría, un maquillaje más oscuro. “Estás en invierno y sos una candidata pobre”, retrucaba Eli, compenetrada con sus múltiples funciones.
Mientras la fotógrafa Cristina Freire se encargó de cercar el lugar de las tomas con una faja de peligro, intento vano por poner orden al ansioso grupo de candidatos, una mujer pasaba las cuentas de un rosario murmurando las oraciones del caso. Era una de las custodias de Carrió, también encargada de facilitar encendedores y café caliente con endulcorante para su custodiada. Pocos de los presentes tenían el aspecto clásico del político vernáculo. Entre ellos se contaba Alfredo Bravo, al que Carrió pidió que deje de “prepararse como un novio de campo” y que pose de una vez. Y Héctor Polino, a quien ubicaron frente a las luces para verificar el reflejo en sus anteojos y dejaron olvidado allí durante un largo rato. Esta vez el candidato, obediente, no se quejó.
Como en una contienda de escuela, para las fotos competían varones y mujeres, aunque los primeros no tuvieron ninguna exclusiva. Entre ellas, Solita Silveyra fue la de la sonrisa más radiante y el tajo más atrevido en su ya corta minifalda. Laura Bonaparte, Madre de Plaza de Mayo y décima en la lista de diputados de Capital, hacía buen contraste con Carrió, luciendo en su pecho una estrella de David que prestaba alguna idea de diversidad junto al inmenso crucifijo del alma mater del ARI. “Hay que tener ovarios para darle una cachetada al sistema como la que propinó esta mujer”, decía Bonaparte para argumentar su candidatura, cuestionada en el ámbito de los derechos humanos. “Esto es como una manifestación a toda voz, aunque no en la calle”, agregó.
Con el atardecer, las fotos estuvieron listas, aunque en algunos casos hubo que dejar el hueco libre para el candidato del ARI, que más tarde llenará la tecnología: muchos no pudieron sostener las largas demoras y tuvieron que volver a sus provincias, contentos con la promesa de que será Carrió en persona la que lanzará la campaña en el interior sin descuidar a ninguno. “Aunque no sabemos cómo va a ser, el compromiso de no recibir ni un peso de aportes privados es un hecho. Así que haremos discursos en las plazas y pondremos alcancías”, decía una candidata de la provincia de Buenos Aires que prefirió no identificarse. Por lo pronto las fotos de los afiches están listas. Y el Lilita-móvil también.

 


 

JOAQUINA MORENO, CHACARERA Y CANDIDATA
“Estoy cansada de mirar y nunca cambiar nada”

La candidata pampeana del ARI se tiene una fe envidiable. Nunca hizo política, pero cree que �si se ve el barro en el tanque, hay que mojarse para sacarlo�.

Joaquina estaba apurada por terminar con las fotos y volver a la chacra: sus vacas están pariendo.

Por M. D.

Entra taconeando a la entrevista, montada en sus zapatos de domingo, esos con que suele ir al pueblo. En el campo los tacos no sirven para andar llevando los animales de un corral a otro, y no hay motivos para disimular el metro cuarenta de estatura que no le resta ni un poco de autoridad. “Soy una pionera, siempre hice punta adelante del resto de las mujeres y el tiempo me dio la razón”, arranca Joaquina Moreno. “Fíjese que cuando murió mi padre, en el año 1958, me querían obligar a vestirme de negro de la cabeza a los pies. Ridículo, yo lo amaba pero no tenía por qué aceptar esas normas.” Esa fue la primera rebeldía de la cabeza de lista del ARI en La Pampa, una mujer convencida que tiene todo lo que hay que tener para ocupar la banca de senadora.
“Voy a estar tan cómoda en el recinto como arreando las vacas hacia la manga. No le tengo miedo a la función, he andado mucho en mis 69 años, viví todas las experiencias posibles. De lo único que me arrepentiría al momento de la muerte es de haber durado, sólo porque el aire es gratis.” Ni un tinte de duda en la voz, ni un temblor cuando se califica como una “excelente estratega”. Es una mujer de pocas pulgas que en su breve paso por Buenos Aires –poco más de 24 horas– ha desechado las galanterías del candidato a senador Alfredo Bravo con un nada galante “de viejos ya estoy harta”, aunque después subraye el despecho con una carcajada nada acorde a su tamaño.
Integrante de Mujeres Agrarias en Lucha, famosas por poner el cuerpo a los intentos de rematar campos, cantando el himno a toda voz, Joaquina está a punto de dar el gran salto hacia la política partidista. “Es que como digo yo, si veo el barro en el tanque de los animales me tengo que mojar los pies para sacarlo, no puedo hacerlo desde afuera, hay que meterse.” De eso se trata su candidatura, de “ver las realidades y hacer algo desde el poder, estoy cansada de mirar todo y nunca cambiar nada”. Sin duda Joaquina es de las que se tienen fe y su mejor carta de presentación está en su trabajo cotidiano.
“¿Usted cree que si no fuera excelente estratega podría manejar los trescientos animales que tengo yo sola? ¿Que podría haber sobrevivido a dos años de inundada? Ahora estoy viviendo como un verdadero croto porque tengo una deuda de emergencia. Pero el problema no es la deuda, esa es la consecuencia de la falta de políticas adecuadas para el sector agropecuario. Hablan de la cosecha record como si fuera un gran logro, pero los productores no vemos un peso. Hace veinte años un productor que sacaba quince bolsas de trigo por hectárea estaba mejor que el que ahora saca 60, la tecnología ayuda a la producción pero no a los productores”.
Como una de las candidatas que no hizo de la política su carrera, Joaquina estuvo en el programa de Mariano Grondona y tiene la sospecha que la censura recortó su discurso. “A lo mejor fueron problemas técnicos, pero ¿por qué no salió cuando hablé de la corrupción? ¿Por qué no se escuchó cuando dije que de esa famosa fiesta que dicen que hay que pagar en el campo no recibimos ni las sobras?” Explicaciones no tiene, sólo sospechas. Pero para esta mujer la desconfianza es un arma de defensa personal que usa en los ámbitos que no acostumbra transitar. Y que prefiere evitar si no tiene motivos concretos.
Se rió hasta doblarse en dos cuando Carrió la levantó en el aire al momento de las fotos y dijo de ella que “es para la mesita de luz”. Pero tenía urgencias que la inquietaban. “Dejé el campo solo y estamos en época de parición, no es buen momento para irse. Además tengo en el parque de la casa una vaca con dos mellicitas a las que tengo que dar el biberón porque la madre está enferma. Se los di ayer y tengo que volver pronto, esta tarde no voy a tener tiempo más que para recorrer la hacienda en riesgo, la que está por parir o con terneros chiquititos.”
Moreno es su apellido de soltera, el que siempre usó, aun cuando vivía su marido. “Yo no sé por qué en mi época las mujeres estaban tan ansiosas por cambiarse de nombre. A mi marido le dije: si vos te ponés Pablo Elíasde Moreno, yo acepto llamarme de Elías, si no de ninguna manera. El no quiso, yo tampoco.” Se casó con aquel periodista mendocino “de vieja”, a los 28, y se resistió a dejar las tierras que compró su padre para seguirlo. Pero la tentaba un destino literario que todavía cultiva. “Escribí alguna novela romántica, era muy joven, pero también la vida de mi padre, de boyero, que son los que hacen mandados, a propietario. Ahora la voy a retomar porque contando eso cuento la historia de La Pampa. Además ahora no puedo hacer otras cosas, ni leer ni comprar plantas porque no me queda ni un resto. Si hace diez años con un kilo de novillo me compraba once litros de nafta súper para mi auto, ahora con el mismo kilo compro medio litro. Es esa relación costo precio la que nos tiene acorraladas”. Por eso no duda en la necesidad de que una “verdadera chacarera” entre al senado, por donde, dice, caminará tan recta como por la calle que diseñó para que atraviese su campo y poder arrear los animales sin ayuda. Ese camino que ella ve como su mejor destino pero que está dispuesta a abandonar. “A Carrió le creo, eso es lo mejor para mí, porque yo, sobre todo, soy amiga de la verdad.”

 

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