Por Pía
Díaz *
Desde
Johannesburgo
Lo que realmente asusta a Mashinga
Homera no son los alambres de 2500 voltios ni las patrullas del ejército
a lo largo de la frontera. El tiene pánico a los mejores centinelas
de Sudáfrica: los temibles cocodrilos del río Limpopo. Los
soldados y la policía sudafricana tienen buenos modales, no nos
golpean y disparan al aire. Cuando me detienen y me deportan a Zimbabwe,
inmediatamente intento cruzar de nuevo. Pero los cocodrilos son un tremendo
problema. Ellos no tienen modales, dijo el joven de 25 años,
que trabaja ocasionalmente como obrero de la construcción.
Homera es uno de los 47.469 zimbabwenses que fue capturado este año
por la patrulla sudafricana a lo largo de los 288 kilómetros de
frontera que separa a ambos países. Sólo en 1996, 14.651
personas fueron capturadas en la misma zona. El dramático aumento
se debe a la caída en picada que sufre la economía de Zimbabwe
desde hace dos años. La policía estima que por cada indocumentado
que detienen muchos otros logran pasar. El pueblo sudafricano no siente
piedad alguna por estos extranjeros. Con una tasa de desempleo cercana
al 40 por ciento, el trabajo es un bien escaso y toda competencia es mal
vista. Este descontento generalmente se expresa de manera violenta. Hace
pocos días dos jóvenes zimbabwenses fueron salvados de ser
linchados en Soweto, donde un barrio entero los acusaba de ser los culpables
de una serie de robos. Los chicos, de 16 y 21 años, ahora están
detenidos y a la espera de un juicio.
Para la gente del resto de Africa, la actitud sudafricana es desconcertante.
La gran mayoría de los miembros del Congreso Nacional Africano
en el exilio recibieron entrenamiento, ayuda y casa en países como
Zimbabwe, Zambia, Botswana y Mozambique. Ello a pesar de que al hacerlo
se exponían a soportar ataques militares del gobierno blanco sudafricano.
El comportamiento de Sudáfrica sobre este tema (la xenofobia)
nos avergüenza. Mi interacción con el Ministerio del Interior
no me da ninguna confianza en esta materia. Somos intolerantes con estas
personas y usamos excusas para culparlos de crímenes y otros problemas,
algunas veces sin razón. Tenemos que cambiar nuestras actitudes
y mentalidad, dijo Barney Pityana, presidente de la Comisión
de Derechos Humanos de Sudáfrica.
Las críticas de Pityana se dirigen básicamente contra la
policía, acusada casi cotidianamente de maltrato a extranjeros.
Estos extranjeros son casi siempre negros y algunas veces incluso se trata
de sudafricanos que tienen la mala suerte de ser demasiado oscuros. Todavía
está fresco en la memoria el video que mostró a un grupo
de policías blancos golpeando y lanzando a sus perros contra dos
mozambiqueños indocumentados.
En la policía, como en las Fuerzas Armadas, el personal participa
en cursos destinados a sensibilizarlos respecto de los problemas raciales.
Este proceso es lento, costoso y difícil sobre todo para los blancos
que fueron acondicionados a ver al hombre negro como el enemigo y ahora
tienen que aceptar que el jefe es alguien de color.
El racismo y la xenofobia son temas latentes en esta sociedad que hace
tan sólo siete años terminó con el apartheid,
sistema que separó a blancos y negros durante más de 40
años. Curiosamente en las encuestas el racismo no figura como uno
de los problemas principales. Los primeros lugares los ocupan la falta
de empleo, la criminalidad y la falta de vivienda. Tan sólo el
noveno lugar en la escala de preocupaciones es ocupada por el racismo,
de acuerdo a una encuesta encargada por el Instituto de Relaciones Raciales
realizada por el sociólogo Lawrence
Schlemmer. Incluso el 50 por ciento de aquellos que dicen que el racismo
es un factor importante en sus vidas jamás han experimentado un
acto racista de manera personal. Ciertamente temas relativos al
racismo y antipatías raciales no dominan los problemas en las interacciones
sociales en Sudáfrica (...) La experiencia cotidiana en el país
no está llena de fricciones raciales, explica Schlemmer,
recientemente designado director de la Fundación Helen Suzman.
Pero Schlemmer admite que el asunto cambia cuando se le pregunta a los
encuestados directamente por el racismo y qué importancia la persona
le atribuye al tema. El 65 por ciento de los encuestados dijo no tener
confianza en sus compatriotas, aunque el 48 por ciento de los adultos
encuestados y 49 por ciento de la población negra dice que las
relaciones raciales han mejorado en los últimos años. Sólo
el 25 por ciento cree que la situación se ha deteriorado. Entre
los blancos son los afrikaners, cuyos líderes crearon
el apartheid, los que son más pesimistas, con un 44
por ciento que cree que las relaciones interraciales han empeorado.
La encuesta refleja la percepción que se obtiene tras escuchar
El show de Tim Modise en SAFM, la principal cadena de radio
sudafricana. El popular moderador es una de las pocas figuras negras que
es igualmente respetado por blancos y negros y su programa es un foro
abierto cada mañana donde el público da a conocer sus preocupaciones.
No importa cuál es el tema del día, vivienda, distribución
de la tierra, el salario mínimo que debe ganar una empleada doméstica,
si el presidente Mbeki debe obtener un nuevo avión presidencial,
al final siempre se termina discutiendo sobre los beneficios que han tenido
históricamente los blancos versus las desventajas de las diferente
etnias negras. Nunca faltan aquellos que opinan que ya es hora de que
el hombre blanco pague sus culpas, como el blanco o blanca que aseguran
que ellos nunca se enteraron de que existía el apartheid.
Para Pityana el problema radica en que el apartheid dejó
fuertes secuelas en el pueblo sudafricano, lo que muchas veces impide
a la gente enfrentar la realidad del racismo. Negamos que ello existió
porque el racismo nos avergüenza por lo que se convierte en algo
que no sabemos cómo enfrentar. Pero debemos enfrentar el racismo
de hoy, no sólo el del pasado. Aunque ello es difícil porque
las estructuras del pasado aún permanecen en todas las áreas
de la sociedad. Basta ver la representación de blancos y negros
en la vida científica, cultural o profesional: allí todavía
se refleja la estratificación del apartheid, su cultura y sus valores.
Todavía los valores europeos siguen siendo los más importantes
y minamos la tradición africana. Mire los nombres de las calles
y de nuestras ciudades, como Johannesburgo o Pretoria, que siguen reforzando
el pasado, porque ellos hablan de una historia de conquista. Actualmente
no hay nada que valore el heroico pasado del pueblo sudafricano,
dijo.
Sudáfrica sigue siendo muy racista. Y tomará mucho
tiempo el que podamos sobreponernos a esto. Debemos dedicar mucho tiempo
y esfuerzo a la educación y al deporte. Tenemos que cambiar la
manera en que uno siente el ser sudafricano. Siete años son demasiado
poco tiempo. La Conferencia Mundial contra el Racismo es un paso en la
dirección correcta, concluye Pityana.
* De El País de Madrid, especial para Página/12.
AUSTRALIA
PRESIONADA PARA RECIBIR A LOS AFGANOS
De este barco no se va nadie
La odisea de los 438 refugiados
afganos a la espera de asilo ante las costas australianas continúa.
Ayer, Nueva Zelanda y la pequeña república de Nauru ofrecieron
a Australia una solución al conflicto provocado por su negativa
a que los 438 clandestinos, salvados de un naufragio por el carguero noruego
Tampa, desembarquen en su territorio, pero un juez prohibió
que el barco abandonara las aguas australianas. A última hora de
ayer, la decisión tomada por el juez federal australiano Tony North
hizo surgir dudas sobre ese plan, que debía permitir a Canberra
deshacerse de los clandestinos repartiéndolos entre los dos países
de acogida.
La solución al problema distaba de ser brillante para los refugiados,
ya que Nauru, una isla del Pacífico Sur, es no sólo uno
de los países más pobres del mundo, y carece de agua potable,
sino que es un Estado internacionalmente aislado por su condición
como lavador de fondos provenientes del tráfico de armas y drogas
de la mafia rusa. Pero la decisión del juez, que convocó
para hoy a la audiencia donde se decidirá el destino de los refugiados,
encendió una luz de esperanza para los afganos, cuya odisea, de
todos modos, estaba destinada a seguir, ya su recepción por Nueva
Zelanda y Nauru iba a ser temporaria, a la espera de que se llegara a
una solución definitiva. Y, apretando desde otro lado las clavijas
sobre Australia, el propietario del Tampa, anclado frente
a la isla de Christmas con los 438 clandestinos y los miembros de la tripulación
a bordo, declaró ayer en Oslo que este barco no será utilizado
para llevarlos a Nueva Zelanda y Nauru. Su posición coincidió
con la del canciller noruego Thorbjoern Jagland, quien consideró
que la actitud rígida de Australia en este asunto mina
las convenciones de la ONU sobre los refugiados.
El gobierno derechista de John Howard decidió negar el permiso
de entrada a los refugiados basado en la inminencia de las elecciones
y en el hecho de que Australia está siendo ganada por un nuevo
sentimiento xenofóbico y antiinmigrante, signado por la emergencia
del partido One Nation. Pero una organización defensora de las
libertades civiles, el Victorian Council for Civil Liberties (VCCL), para
que se permitiera a los refugiados desembarcar en la isla de Christmas
y pedir asilo político en Australia, alteró ayer el plan
de juego, cuando el juez decidió congelar el traslado de los refugiados.
La pelota vuelve a estar en el campo australiano, y el resultado puede
ser un boomerang para el gobierno.
|