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OPINION

Ciudadanía y piquete

Por Pablo Bergel

La ciudadanía ha dejado de ser un tema de políticos paquetes y damas pacatas: ahora es una cuestión de piquetes. Mujeres y hombres, también viejos y chicos, entran al piquete como víctimas, desempleados, mercancías sin demanda, expulsados del mercado y del sistema; y en el piquete se reconvierten, son y salen como ciudadanas, sujetos de derechos humanos, sociales, económicos y políticos, que luchan por respetarse y hacerse respetar. Como piqueteros, los desempleados siguen en el “drama” de carecer de patrón y salario; pero, en cambio, pierden instantáneamente su condición de desocupados: sostener el piquete (alimentar el fogón, inventar una nueva sociedad, cambiar, en fin, su mundo), ya se sabe que da muchísimo trabajo. Trabajar (verbo), o sea, el ejercicio de transformar y crear la realidad, es un acto autónomo que no necesita de patrones ni permisos. El trabajo deja de ser un sustantivo, una cosa (un mito) que se tiene o no se tiene, que alguien te da o te niega; una mercancía que te compran (y entonces comés), o no te compra nadie (y entonces te cagás de hambre). El sistema capitalista hace del empleo asalariado la condición necesaria, vinculante con la vida; subordina el derecho a vivir, a la venta de la fuerza de trabajo como una mercancía más en el mercado. Cuando te expulsan del empleo, te están expulsando del alimento, la vivienda, la salud y la educación; te echan de la vida, y entonces... ¡piquete! Con empleo o sin empleo, la vida debe estar garantizada mediante un ingreso básico de ciudadanía, incondicional, permanente, universal y suficiente para todas y todos, por el solo hecho de ser humanos y pertenecer a esta sociedad. El sistema te expulsa y te deja a la intemperie, y desde allí, desde el piquete, comienza la construcción de otro sistema. El piquete es el punto ciego, final, del sistema capitalista realmente existente en la Argentina, y es el punto luminoso de inicio de otra historia posible. Fuera del sistema productivo, en vez de huelga, se interrumpe la circulación de mercancías; en lugar de ocupar la fábrica, se ocupa el espacio público; por fuera de las empresas, en lugar de verticalidad institucional, se organiza horizontal y autónomamente en los territorios. Por esto, los piqueteros se convierten en paradigma referencial de los diversos sectores que resisten su expulsión de la condición ciudadana: trabajadores formales, profesionales, estudiantes, pequeños productores de la ciudad y el campo. Más allá de su peso cuantitativo, el piquete (“¿subsuelo de la patria sublevado?”) instala el piso para una nueva articulación constituyente de nuestra sociedad.


 

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