La ciudadanía
ha dejado de ser un tema de políticos paquetes y damas pacatas:
ahora es una cuestión de piquetes. Mujeres y hombres, también
viejos y chicos, entran al piquete como víctimas, desempleados,
mercancías sin demanda, expulsados del mercado y del sistema;
y en el piquete se reconvierten, son y salen como ciudadanas, sujetos
de derechos humanos, sociales, económicos y políticos,
que luchan por respetarse y hacerse respetar. Como piqueteros, los
desempleados siguen en el drama de carecer de patrón
y salario; pero, en cambio, pierden instantáneamente su condición
de desocupados: sostener el piquete (alimentar el fogón,
inventar una nueva sociedad, cambiar, en fin, su mundo), ya se sabe
que da muchísimo trabajo. Trabajar (verbo), o sea, el ejercicio
de transformar y crear la realidad, es un acto autónomo que
no necesita de patrones ni permisos. El trabajo deja de ser un sustantivo,
una cosa (un mito) que se tiene o no se tiene, que alguien te da
o te niega; una mercancía que te compran (y entonces comés),
o no te compra nadie (y entonces te cagás de hambre). El
sistema capitalista hace del empleo asalariado la condición
necesaria, vinculante con la vida; subordina el derecho a vivir,
a la venta de la fuerza de trabajo como una mercancía más
en el mercado. Cuando te expulsan del empleo, te están expulsando
del alimento, la vivienda, la salud y la educación; te echan
de la vida, y entonces... ¡piquete! Con empleo o sin empleo,
la vida debe estar garantizada mediante un ingreso básico
de ciudadanía, incondicional, permanente, universal y suficiente
para todas y todos, por el solo hecho de ser humanos y pertenecer
a esta sociedad. El sistema te expulsa y te deja a la intemperie,
y desde allí, desde el piquete, comienza la construcción
de otro sistema. El piquete es el punto ciego, final, del sistema
capitalista realmente existente en la Argentina, y es el punto luminoso
de inicio de otra historia posible. Fuera del sistema productivo,
en vez de huelga, se interrumpe la circulación de mercancías;
en lugar de ocupar la fábrica, se ocupa el espacio público;
por fuera de las empresas, en lugar de verticalidad institucional,
se organiza horizontal y autónomamente en los territorios.
Por esto, los piqueteros se convierten en paradigma referencial
de los diversos sectores que resisten su expulsión de la
condición ciudadana: trabajadores formales, profesionales,
estudiantes, pequeños productores de la ciudad y el campo.
Más allá de su peso cuantitativo, el piquete (¿subsuelo
de la patria sublevado?) instala el piso para una nueva articulación
constituyente de nuestra sociedad.
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