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MURIO EL PADRE (ADOPTIVO) DEL CARDIOTRANSPLANTE
La despedida de Papá Corazón

Christian Barnard, autor del primer transplante cardíaco, murió ayer a los 78 años. Su fama lo convirtió en miembro del jet set internacional.

Por Pedro Lipcovich

Se llevó la mano al pecho; dejó caer el libro Cincuenta formas para tener un corazón saludable, escrito por él mismo; y se desmayó para morir. Así, junto a la piscina de un hotel de Chipre, murió ayer el cardiocirujano Christian Barnard, quien en 1967 había efectuado el primer transplante de corazón en la historia de la humanidad. Tal vez la historia no lo recuerde exactamente como “el padre del transplante cardíaco”, ya que este título es discutido entre los especialistas y la técnica que él aplicó había sido desarrollada en Estados Unidos por otro equipo de investigación. Pero Barnard tuvo la decisión y la audacia de ser el primero. A partir de su repentina celebridad, no desestimó los placeres: decenas de romances, tres matrimonios, seis hijos. Su acto quirúrgico ayudó a limpiar el nombre de su país, Sudáfrica, cuyo líder Nelson Mandela recordó ayer que Barnard fue una de las voces que se levantaron contra el apartheid racial. Hoy, el transplante cardíaco es una operación de rutina que ya se efectuó sobre 40.000 personas en el mundo entero.
Barnard tenía 78 años y acostumbraba pasar largas vacaciones en un hotel de Coral Bay, a 15 kilómetros del balneario de Paphos, en Chipre. Ayer a las 13.15 (5.45 en la Argentina), estaba en una reposera a la sombra cuando, luego de llevarse la mano al corazón, se desmayó. Varios veraneantes trataron de hacerle masaje cardíaco. Un médico que se alojaba en el mismo hotel bajó a atenderlo. “No tenía pulso, no respiraba, ya no pude hacer nada”, dijo después a la televisión chipriota. Barnard fue llevado al Hospital General de Paphos, donde se constató su muerte.
El 3 de diciembre de 1967, en el hospital Groote Schuur de Ciudad del Cabo, el hasta entonces desconocido cardiocirujano había transplantado al comerciante Louis Washansky, de 55 años, desahuciado, el corazón de la joven Denise Darvall, de 25, fallecida horas antes en un accidente. Waschansky murió 18 días después como consecuencia de una neumonía, causada por la baja en sus defensas debida a los medicamentos que le dieron para que su organismo no rechazara el órgano implantado. Tres días después, en Nueva York, se efectuó el segundo transplante cardíaco, a un bebé que murió pocas horas después.
En enero de 1968, Barnard efectuó su segundo transplante: el dentista Philip Blaiberg recibió el corazón de Clive Haupt, mulato de 24 años que había muerto de un derrame cerebral. El paciente sobrevivió 19 meses.
La dificultad en los primeros transplantes no era la técnica quirúrgica, relativamente sencilla, sino evitar que el paciente rechazara el órgano extraño. Esto sólo se logró de manera consistente a partir de 1972, con el descubrimiento de la droga “ciclosporina”, que evita el rechazo sin reducir a niveles peligrosos las defensas inmunológicas.
La figura de Barnard fue controvertida entre sus colegas: él había aprendido las técnicas en Estados Unidos, donde, desde hacía más de diez años la posibilidad del transplante venía investigándose en animales de experimentación, especialmente por el equipo del cardiocirujano Norman Shumway, de la Universidad de Stanford, California. Según sus críticos, Barnard se limitó a llevar esas técnicas a Sudáfrica, donde los controles y requisitos eran menores que en Estados Unidos.
Pero esas críticas no mellaron su fama. A caballo de su celebridad, Barnard se convirtió en miembro del “jet set” internacional, y demostró que el transplante cardíaco podía hacer posible una vida erótica intensa y variada... para el cardiocirujano. Diversos nombres de mujeres circularon en la lista de sus presuntas amantes, entre ellos el de la famosa actriz italiana Gina Lollobrigida.
En 1969, el cardiocirujano se divorció de su esposa Louwtije, con la que había estado casado 21 años y había tenido dos hijos. En 1970 se casó con Barbara Zoellner, de 19 años; de ella tuvo otros dos hijos, y se divorció en 1982, para casarse con Karin Setzkorn, de 18 años, ex modelo con quientuvo otros dos hijos. Desde 1967, Barnard había iniciado una segunda vida, y en efecto así se llamó su autobiografía, The Second Life, publicada en 1993, donde se complace en narrar su vida erótica. Tenía 74 años cuando nació su hija menor.
Desde 1983, a causa de una artrosis, se había retirado de la cirugía; tenía un restaurante y una granja, cultivaba cangrejos de río y escribía. En su libro Elegir su vida. Elegir su muerte, escribió: “Mi vida como médico me mostró que, a veces, la muerte logra lo que la medicina no puede lograr: pone fin al sufrimiento. La muerte no es siempre una enemiga”.
Barnard había nacido el 8 de noviembre de 1922 en Beafort West, pequeña ciudad al suroeste de Sudáfrica. Era hijo de un sacerdote y tenía cuatro hermanos, uno de los cuales murió a los cinco años por una enfermedad cardíaca.
Ayer, el ex presidente sudafricano Nelson Mandela dijo que “la muerte de Barnard es una gran pérdida para Sudáfrica” y recordó que “Barnard fue un crítico inequívoco del apartheid”, el régimen de segregación racial que había impuesto en ese país la minoría blanca.

“Tuvo la audacia para hacerlo”

Por P. L.

“Christian Barnard era un hombre tranquilo, de pocas palabras –recordó ayer el cardiocirujano argentino Domingo Liotta, creador del primer corazón artificial y pionero de los trasplantes cardíacos en el país–. Lo conocí en 1965 en el Texas Heart Institute, de Houston, donde yo trabajaba y que entonces era la meca de la cirugía cardiovascular. Barnard iba y venía; estaba recorriendo el espinel en diversos servicios de Estados Unidos, observando cómo se trabajaba. Un día, de pronto, recibimos la noticia de que había hecho un trasplante en Ciudad del Cabo.”
“Al principio hubo gran resistencia entre los especialistas que veníamos trabajando en el tema –admite Liotta–, pero lo importante es que la técnica del trasplante se afianzó y se perfeccionó. En este momento, la sobrevida un año después de la operación llega al 96 por ciento de los pacientes y al 80 por ciento a los diez años.”
Daniel Nadia, jefe de cirugía cardíaca del Instituto Cardiovascular Buenos Aires, señala que “si bien el desarrollo de la técnica se hizo básicamente en Estados Unidos, Barnard tuvo la audacia y las agallas de hacer, en Sudáfrica, el primer trasplante de corazón. Después, su presencia a nivel científico se fue apagando, no tuvo grandes contribuciones”.
En realidad, “la cirugía de trasplante cardíaco es muy simple –comenta Nadia–; y, en todos estos años, el 90 por ciento de la técnica no se ha modificado. Lo que cambió mucho son las técnicas para suprimir el rechazo del órgano implantado. Hoy contamos con drogas que no tienen los efectos adversos de la ciclosporina, lo cual permite aplicar el trasplante a pacientes de más edad y en condiciones generales más severas”.

 

 

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