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Los carapintadas serían condenados por robar armas y no por la AMIA

El grupo sería condenado por robar armas del cuartel para venderlas, pero las fallas de la investigación demostrarían que la pista fue armada para encubrir al comisario Ribelli.

Por Raúl Kollmann

Transcurrido gran parte del juicio oral surgido del caso AMIA, lo lógico es que sean condenados cuatro o cinco ex militares carapintadas acusados de robar armas de cuarteles del Ejército y vendérselas a ladrones de camiones blindados. Pero serían condenados por ese delito y no por tener relación con el atentado. Además, zafarían de otra acusación de peso ya que todo indica que el tribunal no considerará que integraron una banda –asociación ilícita– sino que se juntaron para realizar alguna operación con los delincuentes. Lo más importante que podría surgir del juicio es que el tribunal resuelva investigar el comportamiento del ex comisario de la Bonaerense Angel Salguero, a quien se le imputaría haber armado todo el caso para desviar las pistas de la causa AMIA que llevaban a la Policía Bonaerense y dirigirlas hacia este grupito de carapintadas. Es muy probable que los fiscales hagan ese pedido. Ayer, un subordinado inmediato de Salguero complicó aún más su situación, ya que no pudo explicar por qué el ex comisario Juan José Ribelli –imputado como cómplice del atentado– estuvo presente junto a Salguero en un allanamiento clave a Campo de Mayo.
En los domicilios de los suboficiales Coppe, Villarino, Salomone y Pérez se encontraron armas y explosivos, por lo que podrían ser condenados por ese delito: acopio de armas de guerra. Un caso dudoso es el de Miguel Angel Lovera, que integraba el grupo, pero que resulta dudosa la forma y el resultado del allanamiento a su casa. De todas maneras, en el transcurso del juicio quedó bastante en claro que estos ex oficiales y suboficiales carapintadas hacían negocios con lo que robaban del cuartel. Todos los demás imputados, incluyendo al ex buzo táctico, especialista en explosivos, Jorge Pacífico –que vendía un helicóptero de un amigo–, quedarían libres y sin pruebas en su contra.
La pista de los carapintadas fue introducida al caso AMIA por el comisario Angel Salguero, destinado por la Bonaerense a esa investigación. El Negro, como le dicen a Salguero, venía de ser jefe de la Brigada de General Sarmiento, justito donde operaban los carapintadas. O sea que podría haber conocido la banda y, tal vez, aprovechó la oportunidad para endosarles las sospechas que cada vez con mayor fuerza caían sobre oficiales de la Bonaerense, en especial su colega Juan José Ribelli. El argumento con el que Salguero convenció a Galeano fue que esa banda de carapintadas habría sido la que le vendió los explosivos a los terroristas que actuaron en la mutual judía.
En el juicio quedó evidenciado un origen más que turbio del caso. La denunciante de los carapintadas fue una mujer, Elba Fernández, que había sido amante de Salguero y que además tiene dos hijos con otro oficial de la Bonaerense que trabajaba con El Negro. La hija de Fernández, Elba Cañete, también fue denunciante, pero en el juicio se desdijo y terminó presa por falso testimonio. Ella también mantenía relaciones con los policías y con uno de los imputados, Coppe. O sea que el caso se armó en una zona que era conocida de antes por Salguero y con un grupo de gente que también era conocida del Negro. Tal vez por este inicio tan sospechoso del expediente, el tribunal termine anulando todo, pero una medida semejante no será pedida por los fiscales.
Ayer declaró el ex jefe de operaciones de la Brigada de Quilmes, Carlos Vasenas, quien se mostró ante el tribunal con un susto de película. Siendo el encargado de buena parte de las medidas e investigaciones que ordenaba Salguero, no se acordó de un montón de cosas y no pudo explicar un dato clave: por qué cuando se allanó Campo de Mayo y se detuvo a los carapintadas estuvo presente Juan José Ribelli, luego acusado en la causa AMIA. El tema justamente tiene que ver con que el supuesto armado del casode las armas y explosivos tal vez fue hecho por Salguero para sacarle de encima las sospechas que amenazaban a Ribelli.
El juicio ARMIAS –mitad armas y mitad AMIA– fue una pintura de la desastrosa forma como se investigó el atentado: policías que tendieron trampas usando amantes, prostitutas y confidentes, la SIDE tapando su papelón, un magistrado, Juan José Galeano, que permitió que todo ello ocurriera y, por encima de todo, la ausencia absoluta de voluntad política de la gobernación bonaerense y del gobierno nacional.

 

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