Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION

En otro mundo

Por James Neilson

Con previsión digna de elogio, peronistas y radicales, más un surtido impresionante de contestatarios de diverso tipo están preparándose para el 15 de octubre cuando, suponen, el gobierno delarruista se desplomará porque nadie tendrá interés en sostenerlo, mientras que un gobierno de unidad nacional, encabezado por ellos, gozaría del apoyo de casi todos, lo cual le permitiría al país por fin superar la crisis y avanzar a paso redoblado hacia un futuro mejor. ¿En verdad? Claro que no. Si el desbarajuste fuera producto de nada más grave que la falta de carisma de Fernando de la Rúa y el odio que sienten ciertos radicales por Domingo Cavallo, el reemplazo del equipo actual por otro más activo podría galvanizar al país, pero puesto que las causas de sus desgracias son un tanto más profundas, a esta altura sólo serviría para crear un grado de confusión aún mayor que el existente.
La clase dirigente ha perdido credibilidad porque la política se ha convertido en una actividad autónoma que está totalmente desvinculada de la administración del país. Al triunfar, el ya ex candidato a presidente entra en un mundo que no tiene nada que ver con el inventado por él y por sus adversarios durante la campaña. Para apropiarse de pedacitos de poder, los políticos, asesorados por expertos en publicidad, se creen obligados a prometer repartir bienestar u honestidad o buenas ondas, pero en cuanto llegan a su meta descubren que las arcas están vacías, hay pobres por todas partes, los acreedores (la mayoría de los cuales son argentinos) no quieren prestarles más y que ninguna institución funciona como es debido. Para salir del brete, se ponen a acusar a sus antecesores de haberlos engañado dejando al país en llamas después de saquearlo para entonces procurar aferrarse a la ortodoxia financiera que es la única tabla de salvación a la vista. Es lo que le sucedió a Raúl Alfonsín luego de su primera etapa lírica, a Carlos Menem y a De la Rúa. Con toda seguridad experimentaría una metamorfosis idéntica cualquier sucesor concebible, trátese de Carlos Ruckauf, Eduardo Duhalde, Elisa Carrió o Luis Farinello. Incluso si uno optara por intentar algunos cambios revolucionarios, sustituyendo el modelo por otro de confección casera, tendría que hacerlo dentro de los límites impuestos por el estado del país, inconveniente que aprovecharían sus rivales para endosarle la plena responsabilidad por la miseria y otros males que, es innecesario decirlo, seguirán presentes mucho tiempo más aun cuando el país contara con un gobierno de arcángeles de eficiencia fenomenal.


 

PRINCIPAL