Por
Pedro Lipcovich
De
dos corazones hacer uno. Esta fórmula, además de ser
el sueño imposible de todos los amantes, sintetiza la operación
de trasplante cardíaco que se efectuó el domingo en Mendoza:
el corazón del donante se implantó sin retirar el del paciente,
de modo que, entre ambos, se distribuyan el trabajo. La técnica,
que se aplica por primera vez en el país, se desarrolló
hace dos años en Gran Bretaña, luego de varios años
de intentos fallidos en distintos lugares del mundo. Este implante se
indica en casos en que, por estar afectadas las arterias pulmonares, conviene
conservar la parte del corazón que les bombea sangre, ya que está
mejor entrenada para seguir haciéndolo que el corazón
del donante. El hombre de los dos corazones tiene 44 años, tres
hijos y es camionero desocupado; la operación, que le permitirá
volver a trabajar, fue costeada por la obra social de los empleados públicos
mendocinos.
En la intervención que se efectuó en el Hospital Italiano
de Guaymallén, Mendoza trabajaron durante ocho horas 15 profesionales,
dirigidos por el doctor Claudio Burgos.
Para entender esta operación, lo primero es advertir que cada corazón
humano es, en realidad, dos corazones. Uno de ellos, el corazón
izquierdo compuesto por la aurícula y el ventrículo
de ese lado bombea sangre a la arteria aorta, cuyas ramificaciones
la llevan a todo el cuerpo. Esa misma sangre retorna, por las venas, hasta
el otro costado del corazón aurícula y ventrículo
derechos, que a su vez la bombea hacia los pulmones para que se
oxigene. Una vez oxigenada, la sangre vuelve por las venas pulmonares
a la aurícula izquierda, donde se reanuda el circuito.
El problema es que, a menudo, la enfermedad del corazón hace que
se enfermen los pulmones. Supongamos que el ventrículo izquierdo
tiene poca fuerza para bombear la sangre al organismo: la sangre, entonces,
se va a acumular, se va a estancar; va a haber, digamos, un problema de
tránsito, un embotellamiento en las venas que llegan
al corazón izquierdo. Y éstas como se vio en el párrafo
anterior son las pulmonares. La congestión de tráfico
llega a extenderse como quien dice varias cuadras hacia atrás
hasta los pulmones mismos, cuyos vasos sanguíneos, con el tiempo,
se hacen más gruesos para aguantar el exceso de sangre. La consecuencia
es que el otro ventrículo del enfermo, el derecho, que bombea sangre
hacia el pulmón, va a terminar por robustecerse, por entrenarse
en la dura tarea de mandar sangre a un pulmón que le hace resistencia.
Por eso, a estos pacientes no se les puede hacer un trasplante cardíaco
convencional: el corazón del donante, por más que sea joven
y esté en buenas condiciones, no va a tener el ventrículo
derecho entrenado para mandar sangre a esos pulmones enfermos.
Pero el trasplante hay que hacerlo, porque el ventrículo izquierdo
del paciente no funciona bien. La solución es agregarle un corazón
para darle un nuevo ventrículo izquierdo pero sin quitarle
el que tenía para aprovechar su entrenado ventrículo
derecho.
Durante años se intentó sin mucho éxito este
trasplante, hasta que, en 1998, un equipo del Harefield Hospital, de Londres,
dirigido por Magdi Yacoub, desarrolló una técnica que puso
a prueba en 16 casos, con mortalidad cero hasta ahora, señaló
Burgos, que aprendió esa técnica en Gran Bretaña.
Para que ambos corazones puedan latir al unísono, se instala un
marcapasos: En general, el corazón joven late más
rápido que el dañado. Hasta ahora, el único
recurso para estos casos era el trasplante combinado de corazón
y pulmones, más complejo y riesgoso.
El paciente operado en Mendoza se llama José Angel Venditti; tiene
44 años y es padre de tres hijos pequeños. Desde hace
siete años, sufría una cardiopatía dilatada idiopática
(sin razones conocidas), que había llegado a un estado terminal,
precisó Burgos, y señaló que el paciente evoluciona
muy bien y se prevé su alta para dentro de tres o cuatro semanas.
César Venditti, padre de José Angel, comentó que
a su hijo varias veces lo tuvimos internado; últimamente
ya no podía orinar, estaba muy mal. La operación fue
costeada por la Obra Social de Empleados Públicos (OSEP) de Mendoza,
a la que pertenece la esposa de José Angel, que trabaja como celadora
en una escuela. El hombre de dos corazones, como su padre, es camionero,
pero ya hace como un año que no podemos trabajar: yo por
viejo, y él por su enfermedad, dijo el papá.
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