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Las mujeres que reciben un sueldo para que puedan terminar la escuela

Son madres jefas de hogar que no lograron completar el colegio. Ahora, un programa oficial les ofrece 150 pesos por mes para hacerlo. Historias de mujeres que pudieron volver a las aulas.

El comedor infantil del barrio Noroeste, uno de los más humildes de la ciudad de General Roca, en Río Negro, durante dos horas por día se transforma en un aula. Allí, quince mujeres se apretujan alrededor de una mesa y escuchan a la maestra, que mientras les habla de océanos y continentes, las ayuda a resolver un crucigrama sobre geografía. Las mujeres son todas madres de chicos menores de 14 años, están desocupadas y son el único sostén de su familia. Y están estudiando para completar la escuela primaria, algo que no pudieron hacer cuando eran chicas, castigadas por una vida plena de privaciones y renunciamientos. Ahora, por estudiar, el Estado les paga 150 pesos por mes por participar del Plan Jefas de Hogar, un programa social creado por la Secretaría de Tercera Edad y Acción Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Página/12 viajó a Río Negro para conocer las historias de algunas de las 1421 mujeres, madres y jefas de familia, a las que un sueldo de 150 pesos les sirve para seguir alimentando esperanzas.
Cristina Gutiérrez tiene 29 años y tres hijos, y llegó hasta quinto grado: “Siempre quise terminar la escuela, pero como era de noche, no tenía con quién dejar a los chicos”, cuenta. Hasta hace tres meses, Cristina trabajaba en una casa de familia, pero “a la señora la echaron de su trabajo y ya no me necesitó”. Intentó acceder a alguno de los planes que la provincia implementó para aliviar su situación: “Me anoté para que me den una caja con mercadería, pero no entré. Hasta que me enteré, acá en el comedor –donde lleva a comer a sus chicos y donde ahora toma sus clases–, que había otro plan y me presenté. Pensé que era para limpiar escuelas, y la verdad es que con tal de tener un sueldo yo hacía cualquier cosa. Nunca me imaginé que me iban a pagar para terminar el colegio”. Cristina sueña con terminar su casa: “Como están las cosas, 150 pesos es mucho”, asegura.
Aldo Isuani, secretario de Tercera Edad y Acción Social, explicó a este diario que la idea del plan es “apuntar a los hogares monoparentales porque son los más vulnerables”. El funcionario está convencido de que “para un adulto, estudiar es trabajar, y eso merece un ingreso. La condición para recibir el dinero es asistir a clases y completar los cursos”. Si bien la mayoría de las mujeres que se han inscripto son aquellas que no completaron los estudios, hay 296 que sí terminaron el secundario y se incorporaron al programa para desarrollar distintas tareas comunitarias, como encargarse del cuidado de los chicos de las madres que asisten a clase o trabajar en la cocina de los comedores de los centros municipales.
Soledad López terminó el secundario y ahora cuida a los chicos de las madres que están cursando. “Nunca había trabajado en un lugar en serio con un sueldo”, dice. “Antes me sentía una inútil, pero ahora sé que estoy haciendo algo bueno y ya no voy a tener que pedirle nada a nadie”, se emociona. Soledad trabaja en un Centro de Desarrollo Infantil en General Roca. Las otras localidades rionegrinas en las que el plan está en marcha desde principios de agosto son Cipolletti, Villa Regina, General Huergo, Mainqué y Godoy.
“Asumen las clases con una gran responsabilidad”, evaluó Sergio Tovani, un docente que enseña en Villa Regina: “La asistencia es muy regular y quieren terminar la escuela. Lo viven como una revancha que les da la vida y no quieren perderse la oportunidad de mejorar”, apuntó. Uno de los problemas más habituales es la “dificultad de plasmar en el texto escrito los relatos orales”, observó Norma Corgatelli, otra de las maestras: “Le pido a alguna que cuente una historia y tratamos de escribirla entre todos. De esa manera, vamos trabajando la dificultad y a la vez se potencia el compañerismo y la solidaridad entre todas”. Con 25 años de docencia, Norma todavía se sorprende: “Quieren saber todo, pero lo que más les gusta es matemática. Debe ser porque se la pasan haciendo cuentas todo el día para sobrevivir con el poco dinero que tienen”. Ella cree que los hijos de sus alumnas –”que casi nunca son menos de tres”– son elprincipal incentivo para sus ansias de aprender: “Quieren saber para ayudar a sus chicos, para sentir que pueden brindarles algo más”. “Yo miro las carpetas de mi nene y quiero alcanzarlos y mostrarles que la mamá también puede aprender”, apunta Florencia, que tiene 26 años y está en cuarto grado. Sueña con el día en que pueda “ayudar en la tarea a Nico, que está en cuarto, igual que yo”, se ríe.
A la mayoría de las mujeres les daba vergüenza anotarse para ir a la escuela, “pero si nos pagan es como ir a trabajar”, se sincera Ana, que a los 42 años y con cinco chicos, está orgullosa porque aprendió que Argentina “está en el continente americano y al costado del océano Atlántico”. La maestra sonríe, y la felicita.

Producción: Hernán Fluk.

 

 

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