Por
Karina Micheletto
Estoy
como un chico que recupera un juguete que estuvo bien guardado mucho tiempo.
Hablo de la diversión más íntima que significa volver
a compartir desinteresadamente el pico musical más alto de mi carrera.
El guitarrista Lucho González dice que está entusiasmado,
que todos los días piensa en el momento del reencuentro frente
al público, que la sola idea lo pone inmensamente feliz. Es que
en los quince años que pasaron desde la polémica disolución
del trío, Lito Vitale, Bernardo Baraj y Lucho González sólo
volvieron a tocar juntos en una oportunidad, en el programa Ese
amigo del alma, con el que Vitale cerraba la programación
de Canal 13.
Este año el ciclo no pudo estar en el aire por falta de anunciantes.
En su lugar, el músico trasladó el espacio al teatro Alvear,
con la misma idea de reunir invitados de los más diversas procedencias,
unidos por el amor a lo suyo. Por el ciclo, que se mantuvo a sala llena
desde abril, pasaron Juan Carlos Baglietto, Pedro Aznar, Luis Salinas,
Manolo Juárez, Chango Farías Gómez, Miguel Botafogo,
Walter y Javier Malosetti, entre otros. Hoy a las 20 llega el momento
del cierre, y a tono con la ocasión se producirá el reencuentro
del trío, que los tres coinciden en calificar como histórico.
La idea no es juntarnos a probar qué pasa, a ver si seguimos
tocando. Simplemente, queremos darnos esta oportunidad y disfrutarla,
se apresura a aclarar Vitale.
Lo de Vitale (piano y teclados). Baraj (flauta traversa y saxos) y González
(guitarra), allá por 1985, no fue un asunto menor: un grupo de
música popular instrumental que grabó rápidamente
dos discos, llenó el Luna Park, se alzó con el Premio Revelación
en Cosquín y alcanzó una repercusión popular notable.
Todo en sólo dos años. Mucho antes de lo que se hubiera
supuesto en una propuesta que estaba en su mejor momento, llegó
la separación. Fue Lito Vitale el que tomó una iniciativa
que hoy admite acertada a medias: Yo quería estar
al frente de mi propio grupo, y de hecho al poco tiempo armé el
cuarteto. Recuerdo que el momento de decírselos a Bernardo y Lucho
fue muy traumático, ellos entendían mis razones pero por
otro lado nos iba muy bien, era algo que funcionaba, que se había
hecho popular sin concesiones. Hoy pienso que quizás no tenía
sentido cortarlo tan pronto, pero en aquel momento me urgían otras
necesidades. Fue demasiado en muy poco tiempo, apunta
González. Lito, que es bastante menor que nosotros, necesitaba
la posibilidad que nosotros ya habíamos tenido de probar cosas
diferentes. Creo que una persona como él la hubiera pasado mal
si no le hubiera hecho caso a esa necesidad, por intereses económicos
o por miedo a la separación o el cambio.
Quince años después, ¿qué cosas diferentes
hay para decir?
Lito Vitale: Cuando encontrás un equilibrio con otros, como
nos pasó con el trío, es difícil modificarlo de tal
manera que resulte otra cosa. Creo que la visión de hoy va a ser
similar a la que teníamos originalmente, va a conservar su matriz.
Esa es la intención: revivir hasta en lo musical aquel momento.
Bernardo Baraj: Seguramente habrá algunos matices que cambien
la propuesta original, producto de crecimientos y cambios personales,
pero esencialmente vamos a tocar lo mismo que tocábamos hace quince
años y que la gente está esperando escuchar. Queremos recrear
toda la música que tocábamos en los 80, con el sonido y
la forma que tenía.
¿Se sienten una especie de pioneros?
L. V.: Creo que en ese momento no fuimos conscientes de lo que pasaba,
porque se dio todo de una forma muy natural. Ya veníamos juntándonos
con colegas como el Chango Farías Gómez, el Mono Izarrualde,
Jorge Cumbo o Manolo Juárez, tratando de mostrar una visión
distinta del folklore. Y el trío se disparó solo, veníamos
en una línea y de repente se abrió porque la gente empezó
a sentirse identificada con eso.
B. B.: Desde dentro era muy difícil ponerse en ese lugar,
pero retrospectivamente me animo a decir que sí eramos pioneros.
Hoy lo escucho y siento que era un grupo que sonaba de avanzada, y montones
de músicos de generaciones posteriores me han dicho que tenían
al trío como un grupo de referencia. Creo que nosotros marcamos
un hito, dejamos una marca que hoy es reconocida por todos.
Lucho González: Se dijeron muchas cosas del trío.
Se nos encuadró como un grupo folklórico, se nos consideró
de vanguardia, se dijo que éramos representantes de la defensa
de la música argentina... Si hicimos algo de eso fue porque nos
correspondía, porque estábamos en un momento en que la sociedad
lo estaba pidiendo a gritos. Pero nosotros nos metimos en un laboratorio
imaginario, por el solo placer que nos provocaba tocar juntos. Creo que
nos sucedió lo mismo que le pasa hoy a Soledad o a Los Nocheros.
Los chicos se enloquecen cuando escuchan por primera vez una zamba de
Yupanqui cantada por una niña que revolea un poncho y apenas tiene
veinte años. ¿De dónde sale eso? Esa niña
cantaba así en Arequito para veinte personas, con el mismo amor
con que se subió un día en Cosquín y la rompió.
Creo que ella no se subió a eso, le pasó eso, simplemente
informó a su generación acerca de una música que
estaba dejada de lado, pero que estaba. En nuestra época pasó
lo mismo, tocábamos música que por su temática y
su forma pertenecían a la juventud. Recuerdo que era la época
de la moda punk, iban a escucharnos quías rapados, con gilletes
colgando, que preguntaban loco, qué es esto, está
buenísimo...
Hay quienes dicen que este fenómeno de resurgimiento del
folklore es pasajero cuando no hay políticas culturales que lo
sostengan.
L. G.: Las políticas culturales son enanas en comparación
a la fuerza gigante de un pueblo. No hay resurgimiento del folklore, habrá
medios que le dan más o menos bola de acuerdo al negocio, pero
a la gente que va a escuchar se le prende la llama interna porque tiene
tierra en las patas, porque en su esencia está eso. No hay ningún
mercado que pueda determinar el gusto de un pueblo.
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