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ENTREVISTA AL CINEASTA BRITANICO KEN LOACH
“Aún tenemos esperanzas”

El director presentó ayer en el Festival de Venecia �Los navegantes�, un film sobre los ferrocarriles. En esta entrevista explica por qué cree que la izquierda y los movimientos internacionales antiglobalización, �que son claramente políticos�, deben unirse para enfrentar a las multinacionales.

Por Lola Galán
Desde Venecia

Ken Loach se presenta en la entrevista vestido con la simplicidad de uno de los personajes de su último film, The Navigators –Los navegantes—, con una camisa clara y unos tejanos grises y, contra todo pronóstico, con un teléfono móvil en la mano que se confiesa incapaz de manejar. Su madre está muy delicada y el cineasta quiere mantenerse en contacto con Inglaterra en todo momento. A los 65 años cumplidos y con un largo background de comedias más bien amargas y películas de denuncia, Loach no renuncia a ser la voz de la clase obrera, una clase que el capitalismo, en su actual fase de desarrollo, ha transformado completamente, hasta el punto de que podría decirse que está en vías de extinción. “Francamente no veo con optimismo el futuro de los trabajadores. La situación es muy delicada. El desafío que tenemos planteado es enorme y complicado. No sé lo que puede ocurrir. Creo que, si las nuevas alianzas entre la izquierda y el movimiento antiglobalización llegaran a converger, habría una esperanza. Porque el gran desafío de la izquierda es unirse a este movimiento, que es claramente político, para poder hacer frente conjuntamente a las multinacionales.”
La historia de estos “navegantes” –un término coloquial que se usaba en el Reino Unido para referirse a los trabajadores del servicio de mantenimiento de los míticos ferrocarriles británicos–, obligados por las privatizaciones llevadas a cabo en el Reino Unido en 1995 a aceptar despidos incentivados para terminar trabajando contratados temporalmente, la obtuvo Loach del escritor y sindicalista Rob Dawber, que en 1996 le envió una carta pidiéndole que hiciera una película sobre la privatización de la empresa estatal en la que había trabajado por espacio de 18 años, British Rail. Al director le gustó la idea y Dawber escribió el guión en unas cuantas semanas. Antes de que la película estuviera terminada supo, sin embargo, que había contraído un cáncer debido al contacto con el amianto. Llevó a juicio a los ferrocarriles y ganó una jugosa indemnización, pero no pudo vencer al cáncer y murió en febrero pasado con la película apenas terminada.
Dawber habría disfrutado viendo la recepción entusiasta que ha tenido Los navegantes en Venecia. La crítica y el público la interpretaron como una parábola de la situación laboral en una Europa que sigue, según Loach, cada vez más decididamente el camino de los Estados Unidos. “Es el final de la socialdemocracia, el proceso ha terminado. Los partidos de izquierdas forman parte ya de las grandes corporaciones, les hacen el juego”, dice en voz baja. “Por eso hay un vacío enorme a la izquierda. Si la gente no hace nada es porque está engañada por la publicidad. En mi país no hay un sólo gran diario que cuente la verdad, ni tampoco la televisión. Somos una sociedad enormemente manipulada. Sería romántico pensar que la gente pueda volver a las barricadas para luchar contra esta situación.”
La esperanza no está, al parecer, tampoco en las urnas. “Los ferrocarriles los privatizó John Major (primer ministro conservador británico que gobernó después de Margaret Thatcher hasta el triunfo laborista de 1997) pero Blair ha seguido desmantelando el Estado de Bienestar. Está privatizando la salud, la educación y todos los servicios sociales, que están siendo troceados y entregados a diferentes empresas privadas.” Se supone que el objetivo de estas ventas era lograr servicios más eficientes. “Pero no es cierto”, dice el director, “desde que se iniciaron las privatizaciones de los ferrocarriles británicos han aumentado los accidentes y todo ha ido empeorando. Hay menos trenes y son más lentos. Y tiene una explicación. Cuando se inició el proceso de venta, un montón de trabajadores especializados se fueron, y durante años el sistema siguió deteriorándose porque no había gente que supiera de qué iba ese trabajo”. Loach tiene claro que los únicos beneficiarios de la nueva situación son “los grandes accionistas y las instituciones bancarias”. En Los navegantes aflora una tímida crítica a los excesos del pasado. Los ferroviarios usan algún pequeño truco para fichar a la hora justa aunque lleguen algo tarde al trabajo y nadie les controla la hora de salida. Poca cosa. El director lamenta más bien la pérdida de fuerza del movimiento sindical –él mismo forma parte del sindicato de directores cinematográficos desde 1963– y considera esta debilidad una de las razones de la derrota reciente de la clase obrera. ¿No será que ha cambiado el perfil del trabajador, al tiempo que aumenta el número de personas con acciones en Bolsa? “Es cierto, pero los beneficios se los quedan las grandes corporaciones, porque la mayoría de las acciones están concentradas en pocas manos”.
Loach reconoce los peligros de rodar una película de estas características, que puede quedar reducida a un documental panfletario. “Lo que he tratado de hacer es introducir el conflicto en las vidas cotidianas de los personajes. Por ejemplo, se ve el efecto de la privatización, del nuevo trabajo flexible, en la evolución de las relaciones entre los trabajadores. Al principio de la película forman un equipo compacto, que bromea, que tiene sus costumbres, típicas de las personas que trabajan juntas. A lo largo de la película, las relaciones se van haciendo ásperas y más complicadas.” En el film, el lenguaje marca las fronteras entre el viejo estilo de los ferroviarios y el léxico ejecutivo de los nuevos propietarios de los ferrocarriles. “El lenguaje en el cine es esencial, por desgracia está devaluado en la mayoría de las películas. Pero para mí es muy importante, porque cada palabra es un eufemismo. Cuando hablamos de ‘flexibilidad’, por ejemplo, el término suena bien, pero lo que significa es la destrucción de una forma de vida. Lo cierto es que los matices del idioma, el humor que lo impregna, dicen mucho sobre las situaciones y sobre las personas. Por eso incluí en el film el video de promoción de la nueva sociedad ferroviaria porque usa una terminología completamente diferente al lenguaje de los trabajadores. Son clisés que quieren decir algo, no son gratuitas, y este es un elemento esencial en las grandes sociedades.”
En contraposición con la anterior película del director británico, que también abordaba la situación precaria de unos trabajadores, Los navegantes termina mal. ¿Es hoy más pesimista sobre el futuro? “No, creo que son dos historias que coexisten perfectamente entre sí. Lo que pasa es que son diferentes. No siempre hay alguien que llega a sacarte las castañas del fuego, eso ocurre unas veces y otras no, son dos relatos distintos, eso es todo.”

Mamet, ladrón de joyas
El dramaturgo y realizador estadounidense David Mamet aterrizó ayer en la Mostra de Venecia con una historia de ladrones de joyas que planean un gran golpe. En Heist, Mamet busca mantener en vilo al espectador con una historia de ladrones al estilo de las películas de gangsters de los años 40 porque, según afirma el cerebro de la operación (Gene Hackman), “no el amor, si no el amor por el oro es lo que mueve el mundo”. “Me gusta que me sorprendan en el cine y me gusta sorprender a la gente. Eso crea una terrible ansiedad y te obliga a pensar más”, explicó el realizador que presenta a unos ladrones que rozan la perfección y que siempre tienen un plan alternativo en la manga. Mamet reunió para su película a Hackman, Danny DeVito y Delroy Lindo, así como a su actriz fetiche Rebecca Pidgeon. Con una certera dosis de ironía y con apenas escenas de violencia Heist, que se proyecta fuera de concurso, recupera el código del honor y la lealtad entre los criminales que en sus films rara vez terminan con sus huesos entre rejas. Según explicó el director “yo estuve en una prisión trabajando y observé a los criminales. Allí había un imperativo: no contar nunca la verdad. Ellos actúan todo el tiempo”, relató.

 

 

 

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