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CONVOCAN A ESPECIALISTAS PARA ESTUDIAR LA REFORMA POLITICA
De la Rúa se aleja del plebiscito

Aún no descartó la consulta, pero el Presidente instruyó al Ministerio del Interior para que convoque a juristas y docentes y planteen una reforma que sería consensuada con los partidos.

Por Raúl Kollmann

El Gobierno tiende a descartar el plebiscito por la reforma política aunque ya empezó una movida que apunta a algo parecido en el mismo tema: el pacto político. El presidente Fernando de la Rúa le dio órdenes al Ministerio del Interior para que inicie una ronda de consultas con constitucionalistas y profesores universitarios con el objetivo de diseñar un modelo en el que no sólo se reduzca el costo de la política sino también que se mejoren la calidad de las elecciones y el sistema de partidos políticos. La idea es que una vez que estén los puntos centrales de ese esquema, se haría una consulta reservada con los dirigentes y gobernadores del PJ –también de la Alianza– y, después de los comicios de octubre, se pondría en escena la firma de un compromiso al que llamarían pacto político.
Paulatinamente, el Presidente se está convenciendo de lo poco conveniente que puede resultar el plebiscito, pese a que Nicolás Gallo y Lautaro García Batallán siguen pensando que la consulta popular sería una buena jugada que cumpliría con todos objetivos: “apretar” a la clase política para que de una vez por todas reduzca costos y reposicionar al Gobierno ante la derrota –los encuestadores hablan en los últimos días de “catástrofe”– que se viene el 14 de octubre. Hay un dato que estaría jugando a favor: en las encuestas que maneja el Ejecutivo se vislumbra que a la gente –como es habitual– no le disgusta pronunciarse en una urna sobre el tema, aunque en la medida que se acerque la fecha, con los cuestionamientos que habrá, el peligro del ausentismo seguramente va a crecer.
Los elementos que juegan en contra de la estrategia del plebiscito son los siguientes:
u Es una jugada riesgosa. En Córdoba, José Manuel De la Sota obtuvo casi el 50 por ciento de los votos, pero su nivel de aprobación en la provincia es altísimo, comparado con la imagen sumamente negativa que tiene De la Rúa a nivel nacional. Pero lo más grave es que viendo un poco más de cerca los datos de la provincia mediterránea, se concluye que su triunfo fue relativo: no fue a votar el 30 por ciento del electorado, el doble del ausentismo de la elección de 1999. Del resto, nada menos que el 18,5 por ciento votó en blanco o anuló el voto con papeletas como la de Rodrigo, San Martín u otros próceres. Para redondear, fuerzas como Izquierda Unida lograron una altísima votación, con lo que todos los fenómenos sumados indican que un 50 por ciento de los ciudadanos cordobeses o no fueron a votar o votaron en blanco o anularon el voto o se inclinaron hacia la izquierda más dura. Algo similar a nivel nacional, con el deterioro actual del Gobierno y tras la derrota de octubre, puede terminar en hecatombe.
u El costo de la consulta sería algo más de 11 millones de dólares, siempre y cuando no se le dé ni un peso a los partidos para que hagan campaña, algo de por sí dudoso. En ese marco, van a ser grandes los cuestionamientos al gasto de un plebiscito destinado a bajar el gasto.
u Raúl Alfonsín está en desacuerdo, lo que podría tornar aún más explosiva la interna en la UCR y del partido con el Gobierno.
u No hay nada acordado con los gobernadores, por lo cual algunas o muchas provincias podrían hacer campaña en contra, produciendo fuertes derrotas.
u La consulta no es fácil de resolver en el plano constitucional. Sólo puede haber voto por Sí o por No a una pregunta y aunque se puede diseñar una fórmula que englobe una serie de propuestas, lo más probable es que resulte confuso y enoje más todavía al ciudadano común.
u El voto no sería obligatorio, lo que haría menos “costoso” al ciudadano no ir a votar. El ausentismo puede hundir todo.
Con semejante panorama y aunque De la Rúa no dio todavía órdenes de desactivar los preparativos –pedidos de presupuestos, por ejemplo– todo indica que habrá una desistimiento de la idea original. La mayor evidencia de estas intenciones está en que el Presidente dio instrucciones para que se convoque a constitucionalistas, profesores universitarios y especialistas para que diseñen una propuesta de reforma política.
Por de pronto, una de las instrucciones que recibió Mestre y el Director Electoral Alejandro Tullio es que el sistema que se trabaje no busque únicamente bajar el llamado “costo político” –un término que le desagrada a Alfonsín– sino que también se oriente a buscar nuevas fórmulas que permitan fortalecer a los partidos y mejorar la democracia. Por ello, es posible que en la propuesta convivan normas como las siguientes:
u Limitación de los gastos de las legislaturas, por ejemplo, al 1.5 por ciento del presupuesto de cada provincia.
u Tope a las dietas de los legisladores.
u Reforma del sistema electoral, incluyendo la transformación del sistema de lista sábana, seguramente en un sistema mixto en el que una parte de los legisladores se elegirá por distrito y otra parte por lista.
u Cambio en los requisitos para constituir un partido. Hay fuerzas que sólo se arman para sacar unos pesos. También se propondrían cambios en la vigencia de los partidos: hay algunos que son eliminados por no sacar un determinado piso electoral, pero tienen intensa actividad, y otros que prácticamente no existen, sólo sirven como sellos para recaudar dinero estatal y como siempre se prenden en alguna alianza, subsisten.
u Proponer cambios en los sistemas de comisiones en las legislaturas. En muchos de los congresos provinciales y decenas y decenas de comisiones con gastos altísimos y funciones que en muchos casos no se corresponden con las tareas legislativas.
En una palabra, se buscarían ideas y estrategias para conseguir más eficacia en el sistema político. Por esa razón, no sólo serán convocados constitucionalistas que puedan aportar en el plano teórico sino también hombres que conozcan de jurisprudencia política y tengan práctica en la vida partidaria y legislativa.
El punto más delicado de todo el andamiaje será el armado posterior: ponerse de acuerdo con los gobernadores y dirigentes de los partidos mayoritarios para que todos se sienten a la mesa y firmen un pacto en el cual se comprometan a llevar adelante las reformas.

 

 

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