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BUSH PROMUEVE LA ABSTINENCIA ANTES DEL MATRIMONIO
El primer americano virgen

Estados Unidos congeló los fondos de los programas de planificación familiar. Y se los entregó a quienes impulsan la castidad.

Por Ricardo M. de Rituerto *

“Tenemos un gran apoyo por parte de la administración de Bush. El mismo me ha hablado de que va a hacer todo lo que esté en sus manos para apoyar programas en favor de la abstinencia hasta el matrimonio.” Son palabras de Leslee J. Unruh, presidenta de la National Abstinence Clearinghouse, un grupo que promociona la castidad y mantiene que “el llamado sexo seguro es un juego mortal. Reservar el sexo hasta el matrimonio es una elección saludable”. La muy activa Unruh cuenta con la atención de Bush, quien, según fuentes de su gobierno, se ha propuesto reducir la tasa de embarazo juvenil y la transmisión de enfermedades sexuales en Estados Unidos a su manera, con un cambio de prioridades políticas y presupuestarias: la Casa Blanca quiere dar un golpe de timón en la política sanitaria sobre reproducción y sexualidad que se ha venido siguiendo hasta ahora, basada en ayudas públicas a la planificación familiar y la anticoncepción.
“Si Planned Parenthood lo quería, la anterior administración lo hacía”, dice el portavoz presidencial Ari Fleischer, en referencia a un importante grupo promotor del control de la natalidad.
El Gobierno descubrió que los programas tradicionales de planificación familiar contaban con un presupuesto federal, sin las contribuciones de los Estados, equivalente a 140 millones de dólares, y quiere congelar ese renglón y elevar hasta ese mismo nivel la financiación pública de programas de promoción de la abstinencia sexual. Los expertos en sanidad pública temen que la nueva estrategia presidencial eche por tierra los avances registrados en los últimos años, que han visto caer sensiblemente las tasas de embarazo y maternidad juveniles.
Los centros para el control y la prevención de la enfermedad (CDC), organismos públicos, acaban de anunciar que la tasa de embarazos de jóvenes entre 15 y 19 años cayó un 19 por ciento entre 1991 y 1997, hasta los 94,3 por cada mil jóvenes, y que las tasas de nacimientos fueron un 22 por cien inferiores en 2000 que al principio de la década.
“El continuo descenso en las tasas de nacimiento entre jóvenes es muy buena noticia”, comenta Tommy Thompson, secretario de Sanidad y Servicios Humanos, responsable de ejecutar la política que quiere Bush. “Cuando los adolescentes retrasan la paternidad, no sólo se benefician ellos, sino la sociedad en su conjunto”. A pesar de la caída, las tasas de embarazo de las adolescentes de Estados Unidos están aún entre las más altas del mundo desarrollado.
Analistas del Instituto Alan Guttmacher, un centro que trabaja en política reproductiva, estiman que tres cuartas partes del descenso en el número de embarazos se deben al uso de métodos anticonceptivos y el cuarto restante es fruto del retraso en la actividad sexual, que es lo que Bush quiere potenciar.
A pesar de las reservas de sus críticos, Bush trabaja sobre terreno abonado. La idea de virginidad tiene un cierto predicamento entre los adolescentes, fruto de las campañas educativas de grupos conservadores en los colegios, sostenidas con cientos de millones de dólares de dinero público, y un cambio de actitud en los jóvenes, en particular en las chicas, que da la vuelta a la revolución sexual de los sesenta y setenta. Las nuevas amazonas consideran que la promiscuidad es un producto sexual puesto interesadamente en circulación por los hombres.
“Hace diez años, la abstinencia ni se consideraba. Provocaba la irrisión general”, dice una portavoz de la Coalición Nacional para la Educación de la Abstinencia, un grupo conservador de Colorado. “Ahora hay muchos más sitios para que los chicos oigan ese mensaje. Eso es bueno”. Exactamente, 11 veces más sitios. En 1988, apenas el 2 por ciento de los profesores presentaba la abstinencia como el único método de control de la natalidad. Hoy es la tesis que promueve en las aulas el 23 por ciento de losdocentes, inspirados por una ley que supedita parte de la financiación pública de la enseñanza a la promoción de la castidad.
Los métodos pueden no ser sutiles. En un instituto de Chicago, un profesor mostró un video en el que media docena de estudiantes mascaban unos pedazos de queso y luego los escupían en vasos con agua que más tarde vertían entre sí. A eso equivale la promiscuidad, era la moraleja. En la web del grupo cristiano “True Love Waits” (El Verdadero Amor Espera), Heidi cuenta cómo la profesora entregó una rosa a los alumnos y pidió que cada uno le arrancara un pétalo. Al final comparó lo que quedaba de la rosa con otra que nadie había tocado, la rosa virginal. “Ese día prometí, ante 17 personas, que me mantendría pura hasta el matrimonio”, escribe Heidi.
Asociaciones laicas de padres y profesores encuentran que este tipo de educación tiene demasiadas lagunas, que se hurta a los chicos información sobre sexualidad, enfermedades potenciales y remedios que deben conocer. De ahí, quizá, los datos de otra investigación realizada por el Urban Institute entre varones adolescentes, que arrojan dudas sobre lo que realmente sea virginidad para ellos y su aparente modernidad.
Muchos siguen la doctrina Clinton, según la cual la relación sólo es sexual si supone penetración. Otras posibilidades son consideradas como sucedáneos y hasta como abstención sexual sin más. “Tenemos pruebas de que se practica el sexo anal en medios que dan mucho valor a la virginidad técnica”, dice Linda Alexander, presidenta de la Asociación de Sanidad Social de Estados Unidos.

 

 

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