Por
Silvina Friera
Miguel
Angel Zotto escuchaba asombrado las anécdotas que le contaba su
tío Tito, que se paseaba por las habitaciones de una casona de
Villa Ballester, siempre vestido de gaucho. El mundo de los adultos era
fascinantemente complejo. Mi esencia es muy popular. Vendí
frutas en un carro, trabajé en el puerto y en obras en construcción,
asegura el bailarín y alma mater de la compañía Tango
x 2, que a partir de hoy repone Una noche de tango 2001 en el teatro Astral
(Corrientes 1639). El espectáculo, concebido como una soireé
se desarrolla en dos de los ambientes arquetípicos del tango: la
milonga y el cabaret de lujo. Yo pintaba paredes con unos muchachos
y me iba fenómeno. Estábamos trabajando en un departamento
en Palermo, en Santa Fe y Carranza. Mientras descansaba, practicaba los
pasos para la audición de Tango Argentino, que realizaron Claudio
Zegovia y Héctor Orezzoli. Nunca imaginé que iba a bailar
profesionalmente, ni mucho menos que fundaría mi propia compañía,
cuenta Zotto en diálogo con Página/12.
El bailarín se crió en el seno de una familia numerosa con
varios hermanos mayores con los que jugaba al fútbol y organizaba
la murga del barrio. En Ballester había dos cines. Uno de
ellos, el Sarmiento, se convertía en teatro los lunes y martes
y actuaban glorias del radioteatro como el actor Juan Carlos Chiappe y
el Negro Faustino. Una vez, mi abuela le empezó a pegar paraguazos
a uno de los actores que hacía de guapo. Mi tío, que intentaba
en vano tranquilizarla, le decía que le estaba pegando al actor.
Todas estas historias me hicieron devoto de mis propias raíces,
recuerda Zotto, que tiene la genealogía tanguera de un pura sangre:
su abuelo y padre eran bailarines de tango de la vieja guardia. De
chico escuchaba todo el día la radio. Siempre sentí adoración
por Gardel. En el colegio le recitaba letras de tango a las chicas. Copiaba
alguna y las pibas pensaban que yo era el autor, aclara el bailarín.
Te quiero más que ayer pero menos que mañana
era uno de sus frases de cabecera.
Admirador de Juan Carlos Copes, Zotto asegura que cuando lo vio por primera
vez supo que quería bailar. Cumplió con su deseo y encontró
en Milena Plebs una compañera artísticamente ideal. En 1986,
Zotto debutó con Plebs en Tango Argentino y actuó con éxito
en 56 ciudades de Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Alemania,
Suiza, Austria, Japón y Francia. En 1988 creó la compañía
Tango X 2 y empezó a recorrer el mundo de la mano de esa danza
voluptuosa, suave como una larga caricia, según definió
la enorme Isadora Duncan. La mugre que tiene el tango está
en Buenos Aires. Las complicaciones que padecemos los argentinos están
reflejadas en la música y en la danza. Por eso regreso a Argentina
y vivo en mi país para crear, comenta Zotto.
¿Su fuente de inspiración está únicamente
en Buenos Aires?
Sin duda. Mi musa inspiradora está en la ciudad. En la vida
hay personas que complican las cosas y otras que las resuelven, están
los que crean y los que destruyen. Yo soy un tipo que resuelvo los problemas
y creo. Estoy becando a bailarines jóvenes de todo el país
para que se formen al lado mío. Tengo un pibe de la Patagonia que
es impresionante. Cuando lo largue a la cancha se come a todos crudos.
La autenticidad que tiene, esa cosa argentina, no la encontrás
en los alemanes o en los americanos, que se educaron con otra idiosincrasia.
¿Cuáles son los cambios principales que hizo en Una
noche de tango?
Incorporé tres parejas nuevas, mezclé coreografías
de Perfumes de tango, recuperé a Gabriel Misé, un excelente
bailarín y trabajé más el aspecto grupal. El vestuario
y la escenografía son nuevos. La característica de Una noche
de tango era que íbamos transitando por las diferentes edades:
desde la pareja de 80 hasta los más jóvenes. Mi intención
fue modificar la estética del show porque el público quiere
ver gente joven sobre el escenario.
Antes el tango canción triunfaba en el mundo. Ahora parece
que se impone la danza ¿Por qué?
Hoy el éxito del tango es el baile. En la época del
40 o del 50, bailar el tango no era un hecho artístico. Había
parejas esporádicas. El mismo cine argentino fue muy ingrato con
el baile. La primera película sonora en la que bailaba un cachafaz,
no se lo identificaba como protagonista, aparecía mezclado junto
a un montón de gente. En el teatro sucedía algo similar.
Canaro tenía una pareja de baile pero ni siquiera bailaban un tango
completo, era un relleno, un decorado. Ahora el tango se convirtió
en un hecho artístico. La barrera del idioma limita la comprensión
de la poesía, entonces el auge pasa por la danza.
¿Cómo explica este boom?
El tango es la danza más compleja y popular de la historia
de la humanidad. Estar abrazado, en contacto con otra persona, que de
la cintura para abajo hace figuras entrelazadas, resulta muy seductor.
Todos los sentidos y las emociones están trabajando: el olfato,
la transpiración, la palpitación, el acercamiento, la piel.
Si una persona baila de determinada manera percibo rápidamente
si es histérica, rebelde, tranquila o nerviosa. No hay ninguna
danza popular que se baile de manera tan cercana, que permita tanto contacto.
Aunque los roles estén bien diferenciados, termina dominando la
mujer.
¿Le parece?
Y sí... El hombre propone el movimiento y la mujer dispone,
lo mismo que en la vida. En el tango la mujer decide dejarse llevar. Si
realmente le gusta el tipo, deja la histeria de lado y acepta bailar.
Ese contacto directo y el origen ¿provocaron que el tango-danza
sea censurado?
Absolutamente. El baile se inició cerca de los tambos, donde
los negros se juntaban a practicar su cultura y su música. Dicen
que nació en los corrales viejos y que fue el primer acercamiento
del campo con la ciudad. En un sainete de los hermanos Podestá,
Los dientes del perro, apareció la primera pareja negra de tango
que hizo una exhibición. La danza llegó a al suburbio de
Buenos Aires. Al principio, se practicaba entre hombres para después
ir a los prostíbulos. En la antesala del prostíbulo, la
gente se relacionaba escuchando esa música y practicando unos pasos.
Era una danza prohibida por la sociedad de principios del siglo pasado
porque estar en contacto con una chica de una buena familia, que la abrazara
un hombre, era considerado promiscuo, escandaloso.
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