Por
Karina Micheletto
Cantar,
siempre, siempre, escribió Virginia Innocenti en tiza amarilla,
en el pizarrón que colgó en el ambiente principal de su
loft. En eso está. Dedicó todo el tiempo y los ahorros de
este año a crear (M) Aquí, el espectáculo de canciones,
en su mayoría compuestas por ella, que estrena mañana, y
que presenta todos los viernes y sábados de setiembre en el teatro
El Picadero. Para eso, tuvo que decir que no (tuvo la suerte de poder
hacerlo, aclara rápidamente en la entrevista) a varias propuestas
de cine y teatro. Dice que no resigna ni posterga. Que elige, decide,
abre puertas. Y que ahora quiere dedicar toda su energía a un proyecto
que quizás comenzó cuando era muy chica, y en su casa escuchaba
los valses y tangos que su madre tocaba en el piano, o a los dieciséis
años, cuando hizo un show amateur de café concert, todavía
acompañada por sus padres. Ahora habla de refundación,
renacimiento. Se entusiasma, en la entrevista con Página/12:
creo que para hacer las cosas con compromiso y seriedad hay que
hacerlas de a una. Me resultaría imposible profundizar en un repertorio,
estar con la voz sana y salir a cantar en vivo si estuviera haciendo paralelamente
teatro, cine, y ni hablar de una tira, explica. Si bien vengo
estudiando, escribiendo las canciones y juntándome con los músicos
desde hace años, en algún momento tenía que tomar
la decisión de encarar la música seriamente, se planta
la actriz. No le fue fácil, dice. Me cansé de escuchar
los éxitos no se dejan, hay que cuidar lo seguro,
esas grandes frases con las que hemos sido criados y que en general tienden
a la culpa y el padecimiento. Trato de luchar continuamente contra ese
folklore, para no paralizarme y poder disfrutar de lo que tengo adentro
y quiero mostrar y compartir.
(M) Aquí tiene dirección musical y arreglos a cargo de Diego
Vila, a quien Innocenti conoció cuando fue a ver un espectáculo
de Alberto Muñoz. En ese momento, preguntó quién
lo dirigía. El asumió este proyecto como propio con
una gran generosidad, y pudo entender la esencia de lo que estaba latiendo
en mis letras, resalta. Los acompañan Jorge Pemoff en percusión,
Fabián Fazio en saxo y Luciano Jungman en bandoneón. La
canción que da nombre al espectáculo propone un juego de
palabras en las que resuena la letra m, con la que la actriz habla poéticamente
de la forma en que está en este mundo. Después,
hay candombe, balada, tango, salsa. En Madre evoca imágenes
de su infancia y despliega un pedido de libertad a mi madre real
y a mi madre interior, en otros temas habla de la experiencia del
enamoramiento, de la ingratitud, de los chicos de la calle, del famoso
fiolo encubierto que vive de la mujer.
Innocenti ya había tenido la oportunidad de mostrar su música,
aunque tras la máscara del personaje de Azucena, la cantante salsera
que casi enamora para siempre a Guevara en Campeones. Ahora
es otra cosa: Es algo que ya está maduro y cae por su propio
peso, como un hijo al que ya hay que dejar correr para que sea de los
otros también. Es también abrir una primer puerta, con mucho
respeto por el campo en que me estoy metiendo, aclara. ¿De
aquí en más? Se imagina haciendo muchas películas,
mucho teatro, y también mucha música. Y grabando el primer
disco que no pudo salir el año pasado por la decisión de
la compañía discográfica de frenar los contratos
de artistas nuevos. Quiero seguir sumando, abriendo espacios,
dice. Pensándolo bien, el objetivo más profundo tiene
que ver con una humilde búsqueda de conocimiento.
¿Necesita de la música para decir cosas que no puede
con la actuación?
No, la necesito porque una vez que rocé la música,
no puedo imaginarme la vida sin ella. La maravilla es que los sonidos
están ahí, uno los toma, los hace pasar por el cuerpo, los
conecta con el otro... Es una ceremonia viva e inmediata, que no tiene
las máscaras que te protegen en la actuación. Para cantar
hay que estar dispuesto a un despojo mucho más grande. Más
aún cuando uno está poniendo su voz y su firma en las canciones.
Pero parecería que el mayor grado de exposición está
en la actuación.
El grado de exposición y de compromiso que se pone en cada
cosa es una decisión muy personal. Así como hay actores
que no logran provocar el más mínimo sentimiento en quien
los ve, hay gente que tiene una voz increíble y no es interesante,
porque canta sin enterarse de que lo está haciendo. Cuando actúo
busco obsesivamente la verdad en cada personaje, pero no deja de ser un
personaje, inserto en una historia y un discurso que hizo otro. En todo
caso, el placer del buen actor es agregar cosas a aquello que soñaron
el director o el autor, sorprenderlos con su aporte. Pero lo que pasa
con la música es mucho más directo y reparador. Después,
si al otro le gusta o no, ya tiene que ver con el azar.
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