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ARGENTINA JUGO Y GANO CON SALUDABLE HAMBRE DE GLORIA
Bielsa y el “espíritu amateur”

El entrenador había destacado, tras el triunfo ante Ecuador y la clasificación, esa virtud en su plantel: el �espíritu amateur�, la entrega y el deseo de gloria por encima de todo. Y eso se vio ante Brasil.

Por Ariel Greco

Cuando Argentina aseguró su clasificación para el Mundial con el triunfo en Ecuador, el entrenador Marcelo Bielsa sorprendió en la conferencia pospartido. Más allá de valorar el objetivo, el técnico resaltó una y otra vez “el espíritu amateur” que habían mostrado sus jugadores a lo largo de la eliminatoria. Por si quedaba alguna duda, el partido ante Brasil fue la mejor demostración para exhibir ese fenómeno, por lo expuesto antes, durante y hasta después del encuentro. Es lógico que en la previa aparezcan las declaraciones de tipo “el clásico lo queremos ganar como sea” o “no importa que ya estemos clasificados”. Lo difícil es demostrarlo en la cancha, cuando las palabras ya no cuentan. Y el festejo final es otro síntoma. Todos abrazados en la mitad de la cancha, celebrando más este triunfo que el propio pasaje a Japón y Corea.
El comienzo no pudo ser peor. En medio de un ambiente triunfalista que incluso presagiaba una goleada, el equipo se encontró abajo en el marcador con un gol insólito, con varias de sus figuras en una mala noche, superado por el rival y algunas de las estrellas brasileñas (sobre todo Rivaldo, Mauro Silva y Roberto Carlos) que en esos primeros minutos amenazaban con recuperar la memoria. Ahí apareció el “espíritu amateur” del grupo. Es cierto –y reprochable– que las tremendas ganas de vencer hayan llevado a varios de los jugadores a excederse en los golpes, hasta con mala intención. Es probable que con un árbitro más rígido que el suizo Meier, Vivas, Simeone y Cristian González no hubiesen terminado ni siquiera el primer tiempo. Pero la cuestión es otra.
En el entretiempo, seguramente luego de un buen reto de Bielsa, el equipo canalizó de manera positiva el hambre de triunfo. Ya no hubo golpes ni protestas, el corazón se puso al servicio del equipo. Por más que el fútbol apareció en cuentagotas (llámese Ortega), con la garra alcanzó para dar vuelta el marcador. Justo con la fórmula que había pregonado y hasta implorado Luiz Felipe Scolari para sus jugadores, remarcando que debían actuar como perros de guardia. Ahí, una de las claves. Mientras que el adiestrador brasileño necesitó tocar las fibras de sus futbolistas, Bielsa debió frenar el ímpetu de los suyos.
Este grupo recuperó el orgullo de vestir la camiseta de la Selección. No es un tema de dinero: cada partido de Eliminatorias significa un vuelto en sus cuentas bancarias. Tampoco es fama: la mayoría tiene mayor reconocimiento por sus trayectorias en los clubes. Ni siquiera necesitan a la Selección como vidriera, pues todos ya actúan en Europa. Lo que los impulsa es la gloria, ese espíritu amateur que tanto elogia el cuerpo técnico, y que hoy es uno de los distintivos del plantel. Una virtud que escasea en el mundo y que probablemente les hubiese permitido a equipos como Holanda (ya eliminado) o el mismo Brasil llegar sin problemas al Mundial.

 

 

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