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�Este escenario siempre fue una barricada para el arte argentino�

Alfredo Alcón, Cipe Lincovsky, Delia Garcés, Roberto Cossa, Manuel Callau y Lydia Lamaison, entre muchos otros artistas, participaron de la celebración de los 80 años del Teatro Nacional Cervantes.

Por Hilda Cabrera

Encender la pasión fue el pedido que los artistas se hicieron entre sí, y extendieron al público, en el homenaje brindado anteayer al Teatro Nacional Cervantes en sus primeros 80 años. El coliseo que hoy dirige el cordobés Raúl Brambilla fue calificado por la actriz Delia Garcés (en otro tiempo exquisita intérprete del teatro y el cine) de “patria de la gente de teatro”. En una noche de calles desiertas, los alumnos de la escuela de arte dramático nacional y de la ciudad, vestidos con trajes de época, y la murga Acalambrados de las patas intentaron ponerle color al festejo. No tuvieron demasiado público. Conspiraron el viento frío y el fútbol, por la expectativa ante el encuentro entre Argentina y Brasil. “Vendrán los que quieran venir”, filosofó un espectador.
El acto comenzó bastante más tarde de la hora fijada, pero entonces fue a sala llena. Artistas, técnicos y público lograron lo que parecía imposible: crear un clima diferente del que se vivía en la calle. Una atmósfera que estuvo marcada por la sobriedad, y por un deseo de fiesta que no desdeñó la reflexión ni la crítica. Fue así que, precediendo a la Orquesta Nacional de Música Argentina “Juan de Dios Filiberto”, conducida por Atilio Stampone y Néstor Marconi (que ofreció “Revirado”, de Astor Piazzolla; “Mi noche triste”, de Samuel Castriota, y “Quejas de bandoneón”, de Juan de Dios Filiberto), una integrante del personal del teatro leyó un texto repudiando el ajuste salarial y los recortes presupuestarios. Este fue el único discurso explícitamente político de la noche. Los artistas se limitaron a interpretar fragmentos de obras producidas por el teatro o reproducir textos históricos, como los pronunciados en la inauguración del 5 de setiembre de 1921 por los fundadores del Cervantes, la actriz madrileña María Guerrero y su esposo, también actor, Fernando Díaz de Mendoza, antes de la representación de La dama boba, de Lope de Vega.
Al carrousel artístico coordinado por Julio Baccaro (con asistencia de Leandra Rodríguez) se le intercalaron fragmentos de un video realizado por Marcelo León y musicalizado por Patricia Baamonde. Este juego entre la pantalla y la escena permitió al público apreciar detalles edilicios y otros referidos a la historia del teatro. Para ello se convocó a actores y actrices, autoras y dramaturgos, vestuaristas, escenógrafos, iluminadores y personal del teatro. La actriz Cipe Lincovsky opinó que el escenario era el lugar del resplandor de la memoria, la emoción y la trasgresión. El dramaturgo Roberto Cossa aludió someramente a los peligros que afrontó el teatro: la demolición, la subasta y la venta. Contó que en 1926 la única alternativa que les quedaba a los endeudados Guerrero y De Mendoza era rematar el edificio. Los salvó el entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear, quien, amigo de estos artistas y consciente de que el lugar era una joya del arte español, ordenó la compra a través del Banco Nación.
Otra secuencia aporta más datos sobre esta actriz pionera que muere en Madrid a los 60 años, en 1928. “Habían pasado entonces dos años desde la venta del teatro”, apuntó desde el video Alfredo Alcón, quien junto a Lydia Lamaison protagonizó en el escenario uno de los momentos más creativos de la noche, interpretando la secuencia final de Un guapo del 900, de Samuel Eichelbaum, que despertó algunas risas entre el público.
Que el Cervantes no logró siempre mantenerse a resguardo de los vaivenes políticos y de la incertidumbre económica quedó claro en la sintética historia narrada en el video. El público tuvo así acceso a los buenos y malos ratos que atravesó. Se dejó constancia del impulso que recibió hacia 1936 con la creación del Teatro Nacional de Comedia, dirigido por Antonio Cunill Cabanellas. Una etapa que, según se cuenta en este trabajo, concluyó en 1946, cuando se frustraron varias puestas, entre otras la de Hombre y superhombre, de Bernard Shaw, que sería protagonizada por Inda Ledesma y Ernesto Bianco. “Un remedo de maccartismo”, señaló desde el video Osvaldo Bonet. Luego se produce la renuncia del director Orestes Caviglia y de todo el elenco. El Cervantes se apaga, pero tiene quien cuente su peripecia: actores como Duilio Marzio, Onofre Lovero, Pepe Novoa, Hugo Arana y Rubén Stella, el escenógrafo Pepe Uría, las actrices Alicia Berdaxagar, China Zorrilla, Tina Helba, Soledad Silveyra, las escenógrafas María Julia Bertotto y Graciela Galán y, entre otros, la autora Griselda Gambaro.
Las consecuencias del incendio del 10 de junio de 1961 (detectado en la sección de utilería) son enumeradas por el actor Manuel Callau. Se alude al cierre del teatro y a su reconstrucción y apertura en 1968. La pantalla va mostrando imágenes de los directores de la institución, incluido el fallecido Osvaldo Dragún, y memorando iniciativas, como la del dramaturgo Carlos Gorostiza, quien, siendo secretario de Cultura, propició en 1984 la fundación de la Asociación Amigos del Teatro Cervantes, entidad que a su vez instituyó el Premio María Guerrero con el apoyo de instituciones españolas. La autarquía llegó en 1996, status que no garantiza un mejor presupuesto pero otorga al teatro mayor independencia y agilidad en la toma de decisiones. Cuando promediaba el homenaje y se habían ofrecido ya fragmentos de obras, como El día que me quieras, del venezolano José Ignacio Cabrujas, se produjo un nuevo juego entre ficción y realidad. Su protagonista fue Cipe Lincovsky y lo que dijo atrapó a todos: que el escenario del Cervantes es una “barricada” de 80 años.

Los puntos del reclamo
Los trabajadores del Teatro Nacional Cervantes aprovecharon el acto para plantear su rechazo al ajuste salarial dispuesto por el Gobierno, en una postura que resumieron en cinco puntos. El salario promedio de los trabajadores del Cervantes no supera los 450 pesos. “No al recorte de presupuesto y salarios, no al despido de trabajadores, no a un Estado genocida de la cultura”, puntualizaron en un comunicado en el que expresaron: “Nuestros reclamos no se originan en las infames propuestas de robarles a los pobres para darles a los ricos”. Los puntos son los siguientes: 1) Producir los espectáculos del nivel que este teatro y su público merecen. 2) Poder realizar una restauración seria y definitiva para este edificio, declarado Monumento Histórico Artístico Nacional. 3) Arbitrar los mecanismos necesarios para lograr un mantenimiento edilicio continuo que haga del Cervantes un lugar seguro para los trabajadores y el público, y tecnológicamente avanzado. 4) Lograr para el personal técnico una reglamentación laboral no administrativa que contemple la especificidad de su labor: insalubridad, riesgo, especialización y capacitación técnica, horario atípico, etcétera. 5) Descongelar vacantes para eliminar los contratos basura que mantienen a los trabajadores en una relación de dependencia encubierta.

 

 

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