Por
Hilda Cabrera
Encender la pasión fue el pedido que los artistas se hicieron entre
sí, y extendieron al público, en el homenaje brindado anteayer
al Teatro Nacional Cervantes en sus primeros 80 años. El coliseo
que hoy dirige el cordobés Raúl Brambilla fue calificado
por la actriz Delia Garcés (en otro tiempo exquisita intérprete
del teatro y el cine) de patria de la gente de teatro. En
una noche de calles desiertas, los alumnos de la escuela de arte dramático
nacional y de la ciudad, vestidos con trajes de época, y la murga
Acalambrados de las patas intentaron ponerle color al festejo. No tuvieron
demasiado público. Conspiraron el viento frío y el fútbol,
por la expectativa ante el encuentro entre Argentina y Brasil. Vendrán
los que quieran venir, filosofó un espectador.
El acto comenzó bastante más tarde de la hora fijada, pero
entonces fue a sala llena. Artistas, técnicos y público
lograron lo que parecía imposible: crear un clima diferente del
que se vivía en la calle. Una atmósfera que estuvo marcada
por la sobriedad, y por un deseo de fiesta que no desdeñó
la reflexión ni la crítica. Fue así que, precediendo
a la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto,
conducida por Atilio Stampone y Néstor Marconi (que ofreció
Revirado, de Astor Piazzolla; Mi noche triste,
de Samuel Castriota, y Quejas de bandoneón, de Juan
de Dios Filiberto), una integrante del personal del teatro leyó
un texto repudiando el ajuste salarial y los recortes presupuestarios.
Este fue el único discurso explícitamente político
de la noche. Los artistas se limitaron a interpretar fragmentos de obras
producidas por el teatro o reproducir textos históricos, como los
pronunciados en la inauguración del 5 de setiembre de 1921 por
los fundadores del Cervantes, la actriz madrileña María
Guerrero y su esposo, también actor, Fernando Díaz de Mendoza,
antes de la representación de La dama boba, de Lope de Vega.
Al carrousel artístico coordinado por Julio Baccaro (con asistencia
de Leandra Rodríguez) se le intercalaron fragmentos de un video
realizado por Marcelo León y musicalizado por Patricia Baamonde.
Este juego entre la pantalla y la escena permitió al público
apreciar detalles edilicios y otros referidos a la historia del teatro.
Para ello se convocó a actores y actrices, autoras y dramaturgos,
vestuaristas, escenógrafos, iluminadores y personal del teatro.
La actriz Cipe Lincovsky opinó que el escenario era el lugar del
resplandor de la memoria, la emoción y la trasgresión. El
dramaturgo Roberto Cossa aludió someramente a los peligros que
afrontó el teatro: la demolición, la subasta y la venta.
Contó que en 1926 la única alternativa que les quedaba a
los endeudados Guerrero y De Mendoza era rematar el edificio. Los salvó
el entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear, quien, amigo de estos
artistas y consciente de que el lugar era una joya del arte español,
ordenó la compra a través del Banco Nación.
Otra secuencia aporta más datos sobre esta actriz pionera que muere
en Madrid a los 60 años, en 1928. Habían pasado entonces
dos años desde la venta del teatro, apuntó desde el
video Alfredo Alcón, quien junto a Lydia Lamaison protagonizó
en el escenario uno de los momentos más creativos de la noche,
interpretando la secuencia final de Un guapo del 900, de Samuel Eichelbaum,
que despertó algunas risas entre el público.
Que el Cervantes no logró siempre mantenerse a resguardo de los
vaivenes políticos y de la incertidumbre económica quedó
claro en la sintética historia narrada en el video. El público
tuvo así acceso a los buenos y malos ratos que atravesó.
Se dejó constancia del impulso que recibió hacia 1936 con
la creación del Teatro Nacional de Comedia, dirigido por Antonio
Cunill Cabanellas. Una etapa que, según se cuenta en este trabajo,
concluyó en 1946, cuando se frustraron varias puestas, entre otras
la de Hombre y superhombre, de Bernard Shaw, que sería protagonizada
por Inda Ledesma y Ernesto Bianco. Un remedo de maccartismo,
señaló desde el video Osvaldo Bonet. Luego se produce la
renuncia del director Orestes Caviglia y de todo el elenco. El Cervantes
se apaga, pero tiene quien cuente su peripecia: actores como Duilio Marzio,
Onofre Lovero, Pepe Novoa, Hugo Arana y Rubén Stella, el escenógrafo
Pepe Uría, las actrices Alicia Berdaxagar, China Zorrilla, Tina
Helba, Soledad Silveyra, las escenógrafas María Julia Bertotto
y Graciela Galán y, entre otros, la autora Griselda Gambaro.
Las consecuencias del incendio del 10 de junio de 1961 (detectado en la
sección de utilería) son enumeradas por el actor Manuel
Callau. Se alude al cierre del teatro y a su reconstrucción y apertura
en 1968. La pantalla va mostrando imágenes de los directores de
la institución, incluido el fallecido Osvaldo Dragún, y
memorando iniciativas, como la del dramaturgo Carlos Gorostiza, quien,
siendo secretario de Cultura, propició en 1984 la fundación
de la Asociación Amigos del Teatro Cervantes, entidad que a su
vez instituyó el Premio María Guerrero con el apoyo de instituciones
españolas. La autarquía llegó en 1996, status que
no garantiza un mejor presupuesto pero otorga al teatro mayor independencia
y agilidad en la toma de decisiones. Cuando promediaba el homenaje y se
habían ofrecido ya fragmentos de obras, como El día que
me quieras, del venezolano José Ignacio Cabrujas, se produjo un
nuevo juego entre ficción y realidad. Su protagonista fue Cipe
Lincovsky y lo que dijo atrapó a todos: que el escenario del Cervantes
es una barricada de 80 años.
Los
puntos del reclamo
Los
trabajadores del Teatro Nacional Cervantes aprovecharon el acto para
plantear su rechazo al ajuste salarial dispuesto por el Gobierno,
en una postura que resumieron en cinco puntos. El salario promedio
de los trabajadores del Cervantes no supera los 450 pesos. No
al recorte de presupuesto y salarios, no al despido de trabajadores,
no a un Estado genocida de la cultura, puntualizaron en un comunicado
en el que expresaron: Nuestros reclamos no se originan en las
infames propuestas de robarles a los pobres para darles a los ricos.
Los puntos son los siguientes: 1) Producir los espectáculos
del nivel que este teatro y su público merecen. 2) Poder realizar
una restauración seria y definitiva para este edificio, declarado
Monumento Histórico Artístico Nacional. 3) Arbitrar
los mecanismos necesarios para lograr un mantenimiento edilicio continuo
que haga del Cervantes un lugar seguro para los trabajadores y el
público, y tecnológicamente avanzado. 4) Lograr para
el personal técnico una reglamentación laboral no administrativa
que contemple la especificidad de su labor: insalubridad, riesgo,
especialización y capacitación técnica, horario
atípico, etcétera. 5) Descongelar vacantes para eliminar
los contratos basura que mantienen a los trabajadores en una relación
de dependencia encubierta. |
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