Por Martín Granovsky
Por primera vez un funcionario israelí admite que su gobierno debe revisar la política frente a la dictadura argentina. Preguntado sobre si la mayor equivocación no fue omitir la denuncia pública de las violaciones a los derechos humanos, el director de América latina de la Cancillería de Israel dijo ayer a
Página/12 que �todos fracasamos� con la política de entrevistar �uno a uno a los generales�.
Pinjas Avivi está en Buenos Aires como presidente de la Comisión Israelí sobre Desaparecidos Judíos en la Argentina, formada un año atrás por presión del Parlamento y de residentes argentinos en Israel.
Antes de llegar a la Argentina, Avivi concedió una entrevista para este diario en la que dijo que en 1979, cuando era secretario de la embajada israelí, acompañó a Jacobo Timerman a Ezeiza tras su liberación por parte de los militares. �Le pedí que no atacara al gobierno militar porque corría peligro nuestro trabajo�, dijo. �Sin embargo, cuando llegó a Madrid dio una conferencia de prensa y la consecuencia inmediata fue la imposibilidad de seguir sacando judíos de las cárceles�, criticó. Uno de los hijos del ex director de La Opinión, Héctor, recordó que �Avivi nunca estuvo a solas con mi padre y tal �consejo� fue realizado rodeado de los militares que lo trasladaban al aeropuerto�.
�De ninguna manera quise ofender a Héctor Timerman ni a su padre, que en paz descanse �dijo ayer Avivi�. Si lo ofendí, que sepa que no era mi intención. Los dos pertenecemos al campo de la gente a la que le interesan los derechos humanos. Saber decir lo siento mucho es algo que una persona debe saber decir.
�Pero el problema no es solo personal, embajador. El caso Timerman representa bien las críticas de otros familiares de víctimas judías de la dictadura. Sostienen que Israel no denunció a los militares.
�Mire, yo estuve aquí en esa época y hasta hoy me planteo preguntas. ¿Fracasamos completamente en el apoyo que dimos a los familiares?
�Primero, ¿los apoyaron?
�Claramente el problema no fue que no quisimos darles apoyo. Yo mismo visité todas las cárceles. No sé si estuvieron bien los términos en que lo hicimos.
�¿Realmente no lo sabe, 25 años después del golpe?
�En esa época pensábamos que el trabajo uno a uno con los generales iba a arrojar un resultado positivo. Con ese sistema ni nosotros ni ninguna otra embajada logró casi nada. Todos fracasamos. La pregunta es dónde nos equivocamos.
�¿Y la respuesta cuál es?
�Es difícil responder. Yo aspiro a que cuando esta comisión publique su informe final ese documento sirva para que todo el mundo lo estudie de manera precisa y lo discuta.
�¿Tiene alguna conclusión provisoria?
�Una de las quejas que la gente tiene contra algunas personas que estaban en ese momento en la embajada es que no se los trataba con suficiente interés.
�¿Usted lo discute?
�Naturalmente, es una sensación muy subjetiva. De todos modos, cada vez que enseñe a jóvenes diplomáticos tendré en cuenta una cosa: una persona que está en situación tan desesperada como el familiar de una víctima no puede ser tratada de la misma manera que alguien que fue a la embajada a buscar un pasaporte.
�Está planteando las cosas solo en términos de contención psicológica.
�Es que debemos tratar de ver cómo podremos mejorar la sensibildad de la gente por lo que siente otra persona.
�Un trato humano es clave, pero lo más importante es la política pública de un Estado. E Israel no denunció fuertemente a la dictadura por sus violaciones a los derechos humanos.
�Examinemos el resultado final. Todos fracasamos. Mientras todo el mundo fracasó cien por ciento, Estados Unidos sacó un desaparecido. Y, además, las cifras muestran que entre los detenidos políticos salieron muchos gracias a la embajada de Israel.
�Eso es verdad, pero usted habla de presos a disposición del Poder Ejecutivo, no de secuestrados.
�En cualquier caso, los familiares merecían sentir de nosotros un mayor apoyo moral.
En otro tramo de la conversación con Página/12, Avivi recordó el ejemplo de Marshall Meyer, ya fallecido, entonces rabino de la comunidad Bet-El. �Con él los familiares no se sentían igual que cuando entraba a nuestra embajada�, dijo Avivi en elogio de Meyer. En realidad, el punto fuerte del rabino norteamericano no fue solo su poder de contención sino su valentía al denunciar en público a la dictadura aquí y en el mundo. Buscando a Timerman, Meyer llegó a discutir a gritos con Miguel Etchecolatz, el comisario subordinado de Ramón Camps en la Policía Bonaerense. Cuando Etchecolatz quiso recordar que era solo un pastor, Meyer respondió a gritos: �Justamente, usted me robó una oveja y no voy a parar hasta encontrarla, porque un pastor no abandona a su rebaño�.
�Marshall Meyer, embajador, hizo justo lo contrario de lo que, según todos los críticos, fue la política del Estado israelí. Visitó a los familiares de las víctimas, como usted dice, y se enroló en la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos para que su protesta no fuese solo privada.
�Meyer fue a todas las casas de las madres de los desaparecidos. No dejó a ninguna sola. Y algunos de nosotros no fuimos suficientemente sensibles a lo que esperaban los familiares.
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