Por Carlos Rodríguez
El río marrón, que años ha fue el balneario que estaba, virtualmente, en los fondos de cada una de las casas de Vicente López, hoy está cada vez más lejos de los humanos �la contaminación flota impúdica a la vista de todos� y amenaza con excluir también a los perros. Ellos se autodenominan �paseadores de río�, rótulo que los diferencia de los �paseadores de calle� y sobre todo del �paseador inútil�. Ellos, por convicción, dejan sueltos a los perros para que corran libres a la vera del río, mientras los de �calle� hacen caminatas con los canes bien sujetos a la cuerda y los �inútiles� se limitan a buscar un árbol donde dejar atado, y aburrido, al amigo fiel. Como una utopía más en un país al que ven �amarrado al neoliberalismo salvaje�, donde los animales carecen hasta de un lugar donde jugar, vienen librando una batalla a cara de perro contra las autoridades del Paseo de la Costa, que quieren encerrar en caniles a 200 ejemplares acostumbrados a chapotear en las aguas, por oscuras que sean. La nota se hizo en la playa vedada, con cuidadores y canes nucleados, hombro con hombro, hocico con hocico.
En General San Martín y el río, la manifestación mixta se nutre con la presencia de personalidades tan diversas como �Artaud� y �Yabrán�, �Heidi� y �Emir�. Y por razas originarias de remotos lugares, desde dogos del Tibet hasta pastores alemanes, desde siberianos hasta los akitas, muy similares a los lobos, que en el Japón han sido criados, desde tiempo inmemorial, como verdaderos samurais. La ordenanza para hacer caniles fue aprobada el 16 de agosto pasado en el Concejo Deliberante de Vicente López, con el voto unánime de todas las bancadas. Ese día también hubo una marcha de protesta y las demostraciones seguirán �hasta que nos den una respuesta positiva�, se juramentan los paseadores.
El cartel que advierte que está �prohibido ingresar con animales� a la vieja playa de Vicente López está aferrado a una estaca que parece clavada en el corazón de Susana Tamburini y de todo el grupo de paseadores de perros. Ellos tienen, como arma principal, una modesta publicación, llamada �Instinto�, donde expresan sus más altas intenciones en favor de sus amigos de todas las razas y colores, y aún de aquellos que carecen del aire distintivo del paladar negro. La lucha comenzó hace más de dos años, cuando ellos comenzaron a reclamar un terreno, que les habían prometido, entre las calles Hipólito Yrigoyen y Arenales, con salida al río, para el puro esparcimiento de los perros de los que son sus �paseadores�, en una relación fraterna que llega, en algunos casos, a los diez años.
El llamado Paseo de la Costa se ha ido sumando al paisaje de Vicente López ganándole metros al río, pero el terreno, de superficie irregular, todavía lleno de escombros, no parece por ahora destinado a los históricos usuarios de la zona, hombres y animales. �Esto está proyectado como un nuevo Puerto Madero, donde van a instalarse grandes negocios, pero no se ha pensado en mantener el medio ambiente natural�, afirma Tamburini, en plena coincidencia con Adrián Tanus, Ricardo Panizza, Martín Azalot, Damián Calcaterra, Sergio Berbery, Manuel Gómez Villafañe, Jorge Fils y Juan Manuel Garrido, los otros paseadores que han organizado la marcha de protesta con carteles que dicen �respeten los derechos de los animales� o �no a los corrales� para encerrar perros en una porción de tierra que �no supera los 400 metros cuadrados�.
Tomando en cuenta la extensión de la playa, no parece excesivo lo que están reclamando: �Una porción que va desde las calles Yrigoyen y Arenales, hasta el río�, separando ese sector del resto �por una alambrada que no significaría ninguna inversión extraordinaria y que permitiría seguir con la tradición de Vicente López, de perros corriendo en libertad�. Los paseadores piensan también en su futuro cuando dicen que en una época signada por la desocupación �lo único que están haciendo es atentar con una fuente laboral� bastante extendida, habida cuenta de lacantidad de personas que realizan la actividad en una zona donde los perros abundan y el tiempo de sus dueños es escaso.
Susana Tamburini recordó que El Paseo de la Costa se extiende, desde Hipólito Yrigoyen, en el centro de Vicente López, hasta la avenida General Paz, a lo largo de 25 cuadras. �Esto significa que hay lugar para todos, con más razón si están haciendo más ancha la playa ganándole lugar al río�. Atrincherados, tratando de �crear conciencia� entre los propios dueños de los canes que sacan a caminar todos los días, los cuidadores le piden al municipio �más lugar para la vida libre y menos comercio�. Ricardo Panizza, uno de los paseadores, apela a las citas textuales de don Atahualpa Yupanqui para expresar las ideas del grupo en la revista que publican: �Don Ata dijo una vez que �al mundo lo están cambiando, o lo están disfrazando, que es peor� y todos hacemos el coro, tentados por la comodidad, creyendo que tenemos guardadas en nuestras casas las llaves del buen vivir�.
EL GOBIERNO PORTEÑO ANALIZA UNA NUEVA LEY
Para ordenar el mundo perruno
Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre, y tan amigo es que el hombre no parece hacer nada por controlarlo. Los 400 mil pichichos porteños hacen caca en la vereda, invaden las plazas y salen a pasear en grupos que, en muchos casos, superan la decena. Leyes, ordenanzas y reglamentos se sucedieron año tras año en la ciudad de Buenos Aires, pero lo cierto es que nadie los cumple: bozal obligatorio, microchips, palita para juntar sus deposiciones, registro de paseadores. Todo en vano. Sin poner la cola entre las patas, el gobierno porteño intenta hacerle frente al problema, por lo que elaboró un proyecto de ley para que, de una vez por todas, las actividades relacionadas con el mundo perruno estén reglamentadas.
El manejo de animales en la ciudad está regido, teóricamente, por una ordenanza del año 1987 que dictamina, entre otras cosas, la obligatoriedad del uso de correa y bozal en los perros que paseen por la vía pública y que quien los pasea se haga cargo de recolectar la caca con bolsitas plásticas y depositarla en contenedores especiales. Pero los porteños bien, gracias.
En 1997 se anunció un empadronamiento canino: la intención era colocarle un microchip en la oreja al animal, por el que se cobraría un arancel anual de 20 pesos. También se pensó en inspectores dispuestos para detectar (vía microchip) a los infractores que no levantaran la caca de sus perros y cobrarles una multa de 75 pesos. Pero nunca se llevó a cabo.
La cantidad de paseadores de perros, por esos años, comenzó a aumentar. El gobierno de la ciudad, a fines del 98, abrió un Registro Unico de Paseadores de Perros, con la intención de regular la actividad e identificarlos. La inscripción era gratuita pero a los paseadores se les exigía el número de CUIT e Ingresos Brutos: en el registro se anotó uno. Sí, uno. Pero ojo, para averiguar se acercaron cuatro.
Ante tanto fracaso, se reunió un grupo de trabajo sobre el �manejo responsable de animales en Buenos aires�, coordinado por la Secretaría de Medio Ambiente la ciudad y del que participaron diversos organismos públicos y organizaciones no gubernamentales. De allí salió un proyecto de ley para regular el manejo de animales en los espacios públicos, �para armonizar la convivencia entre los que tienen un animal y los que no lo tienen�. El proyecto resume el �manejo responsable� en tres aspectos: levantar los excrementos (actividad en la que la ciudad gasta 1.2 millones de pesos anuales), el uso obligatorio de correa en cualquier espacio público y el uso selectivo de bozal, en perros con antecedentes de ataques o mordeduras.
Por otro lado, el proyecto contempla la creación de �áreas sin correa� y la limitación horaria �para los animales en espacios verdes reducidos�. Con respecto a la regulación de aquellas personas que circulen con tres o más perros, indiferentemente de si se trata de una actividad rentada o no, se creará un registro para paseadores y se darán medallas metálicas para que el perro pueda ser identificado, en caso de escaparse, con la persona que lo conduce. Se propone, también, no superar, �en ningún caso, la cantidad de ocho perros por paseo�. En caso de incumplimiento de alguna de las normas, el proyecto establece multas que van de 50 a 500 pesos.
Producción: Hernán Fluk.
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