Página/12
en Canadá
Por Luciano Monteagudo
Desde Toronto
Septiembre es un mes particularmente cargado en el calendario de festivales de cine. El Festival de Films du Monde en Montreal, la Mostra de Venecia, el Festival de San Sebastián en España, se suceden sin solución de continuidad. En medio de todos ellos, el Toronto International Film Festival ha logrado no solamente abrirse un espacio propio en estas mismas fechas ��pisándose� incluso con el final de Venecia� sino también imponerse con fuerza propia como una cita ineludible en la agenda del cine internacional. Hace tiempo que Toronto se convirtió �a pesar de no contar con una competencia oficial� en una de las muestras más importantes, a la altura de Cannes, Berlín y Venecia. Pero en esta nueva edición, la número 26, que comenzó el jueves y se extenderá hasta el sábado 15, Toronto se propuso reunir un caudal de films y de nombres famosos fuera de lo común: son 326 las películas seleccionadas, provenientes de 54 países de todo el mundo (ver recuadro).
Como todo gran festival, que para ser recorrido necesita de una hoja de ruta, Toronto también organizó su material en distintas secciones. La que más llama la atención es, sin dudas, la denominada �Masters�, así, a secas, y en la que se puede encontrar una suerte de dream team del mejor cine actual. Aquí están, en primera línea, los últimos films de los franceses Jean�Luc Godard (Elogio del amor) y Eric Rohmer (La inglesa y el duque), que vienen a probar la eterna juventud de estos pilares de la nouvelle vague. De Francia también estará Claire Denis �la directora de Beau travail, de inminente estreno en la Argentina� presentando Trouble Everyday, que por sus escenas de sexo explícito se convirtió en la piedra de escándalo del último Cannes.
Como para demostrar su potencia cinematográfica, Japón tiene en esta misma sección los últimos trabajos del veterano Shoei Imamura (Agua cálida bajo el puente rojo) y del joven Kiyoshi Kurosawa (Pulso), que fue un descubrimiento aquí dos temporadas atrás y de quien se pudo ver una primera retrospectiva en la Sala Lugones de Buenos Aires el año pasado. Y la sección �Maestros� no sería tal si no contara con los últimos films de los italianos Ermanno Olmi (La profesión de las armas) y Nanni Moretti (La habitación del hijo), del nonagenario portugués Manoel de Oliveira (Je rentre a la maison), del taiwanés Hou Hsiao-hsien (Millenium Mambo), del iraní Mohsen Majmalbaf (El sol detrás de la luna), del austríaco Michael Haneke (La pianista), del inglés Ken Loach (Los navegantes) y el norteamericano David Lynch (Mullholland Drive).
La sección más nutrida, como todos los años, es �Contemporary World Cinema�, un panorama exhaustivo, región por región, de todo lo que se está haciendo de bueno en el cine del mundo. De Europa, llegan los franceses Laurent Cantet �el director de Recursos humanos� con su esperada L�emploi du temps, André Téchine con Loin y la siempre controvertida Catherine Breillat con A ma soeur!. España presenta los flamantes opus de Julio Medem, (El sexo y Lucía) y de Montxo Armendáriz (Silencio roto), mientras que el escocés Danny Boyle estrena dos films a falta de uno, Strumpet y Vacuumign Completely Nude in Paradise.
Confirmando que Japón está pasando por un momento excepcional, se presenta en pleno toda la plana que viene pisando fuerte detrás de Takeshi Kitano: Hirokazu Kore-Eda con Distance, Sogo Ishii con Electric Dragon 80.000 V, Shunji Iwai con All About Lily Chou-Chou y por supuesto el nuevo cineasta de culto, Shinobu Yaguchi (en Buenos Aires de él se conoció Jardín secreto), con Waterboys. El otro enfant terrible nipón, Miike Takashi, con La ciudad de las almas perdidas, preside en cambio la sección �Midnight Madness�, dedicada al cine bizarro, en donde también se verá Versus, de Ryuhei Kitamura. El mapa asiático que viene trazando este año Toronto tiene otra parada obligatoria en Taiwan, particularmente en la obra de Tsai Ming Liang, What Time is it there, y también en Hong Kong, con Full Time Killer, de Johnnie To, a quien el último Buenos Aires Festival del Cine Independiente le dedicó una retrospectiva. A su vez, Europa está redefiniendo sus fronteras cinematográficas, ampliando sus límites hacia la periferia, con Polvo, del macedonio Milcho Manchevski (el de Antes de la lluvia), El camino, del ruso-kazajo Darezhan Omirbaev y Hi, Tereska del polaco Robert Glinski.
Entre otros méritos, Toronto es un festival que se ha forjado la reputación de lanzar hacia la fama a directores jóvenes y desconocidos, como alguna vez lo fueron Quentin Tarantino, que salió de aquí con el premio de la crítica (Fipresci) para Perros de la calle, o los hermanos Coen con Simplemente sangre, Gus Van Sant con la lisérgica Drugstore Cowboy y Hal Hartley con La verdad increíble, por nombrar apenas un puñado de revelaciones nacidas en Toronto. En total, son 65 los primeros films programados este año en el Festival, que tiene toda una sección para los recién llegados más promisorios, llamada precisamente �Discovery�.
América latina tiene este año una fuerte representación mexicana, algunos puntos destacados en Chile (El caso Pinochet, del documentalista Patricio Guzmán) y dos películas argentinas: La ciénaga, de Lucrecia Martel, y Nueve reinas, de Fabián Bielinski. Las dos pretenden aprovechar al máximo la oportunidad que les ofrece Toronto, que funciona a la manera de un gran trampolín hacia el mercado estadounidense en particular y el angloparlante en general. Como dice Piers Handling, el director de la muestra desde 1994: �Es la puerta de entrada a 250 millones de espectadores�. Y no es cuestión de desperdiciarla.
|