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VIDEO

De Vietnam a la América 
profunda, sin maquillaje

La edición de �Ruta Uno� y �Punto de partida� permite aproximarse a Robert Kramer, un cineasta forjado en la politización de los �60.

�Punto de partida�, un viaje �no turístico� de Kramer a Vietnam. 
Sus trabajos no tienen la menor pretensión de �objetividad�. 

 

Por Horacio Bernades

Figura capital y profundamente innovadora, ya no del documental sino del cine de las últimas décadas en general, el arte del neoyorquino Robert Kramer era completamente desconocido en la Argentina hasta hace apenas doce meses. Hubo que esperar hasta el año pasado para conocer dos de sus películas, Ruta Uno y Punto de partida, en el marco de un ciclo realizado en el cine Cosmos. Estuvieron en cartel menos tiempo del que merecían y no muchos pudieron verlas. Es por ello que el lanzamiento de ambas en video, a cargo del sello Cine-Ojo, bien puede considerarse un reestreno. Teniendo en cuenta que en días más se presentará el film póstumo de Kramer, en un nuevo ciclo de documentales a llevarse a cabo en esa misma sala, la posibilidad de ver o rever aquéllas cobra ahora nuevo interés. 
Nacido en Nueva York en 1939 y fallecido en París en 1999, Kramer se forjó al calor de la politización de los años �60. Esto lo llevó a producir, a lo largo de esa década y al frente de un colectivo de trabajo, una serie de documentales que no disimulaban su carácter militante, en los que la cuestión de Vietnam ocupaba un lugar central. Pero hay una segunda línea de films que atraviesa su obra: aquellos en los que el cineasta se dedicó a explorar su país, viajando al corazón de la América profunda. Las dos películas que ahora se lanzan en video representan a la perfección ambas vertientes. Como el resto de su obra, se trata en ambos casos de films surgidos de experiencias personales, narrados en primera persona, que no tienen la menor pretensión de �objetividad� y hasta se permiten fusionar documento y ficción.
De comienzos de los �90, Punto de partida podría verse como un �film de viaje�. Un viaje en las antípodas de lo turístico, en tanto se trata del regreso de Kramer a Vietnam. El realizador había llegado por primera vez a Hanoi a fines de los �60, en plena guerra y con las bombas cayendo sobre la capital. El resultado de aquella experiencia fue La guerra del pueblo, uno de sus films esenciales y toda una afrenta hacia su gobierno, en tanto daba testimonio de la guerra desde el punto de vista del enemigo y en pleno campo de batalla. En Punto de partida, Kramer regresa, un cuarto de siglo más tarde, para constatar si quedan huellas de aquellos tiempos heroicos, pero encuentra un país más dedicado al olvido que a la memoria. El realizador entrevista a ex vietcongs, visita un museo dedicado a Ho Chi Minh, toma testimonio a una mujer estadounidense que purga cárcel por traición a la patria, recupera del polvo la vieja cámara con la que, en su momento, registró los combates. A su alrededor, la sociedad vietnamita marcha aceleradamente hacia la modernización y la economía de mercado. 
Anterior en tres años, Ruta Uno es la historia de otro viaje, de sentido contrario. Largamente expatriado, Kramer venía de una de sus largas estancias en el extranjero cuando, a fines de los �80, decidió tomarle el pulso a los Estados Unidos de Reagan. Como de costumbre, lo hizo no como quien intenta demostrar una tesis sino con la disposición del viajero curioso. El recorrido es a través de la ruta del título, que en otros tiempos fue centro neurálgico para la economía de la costa este y ahora el progreso condenó al desuso. Toda una metáfora de las reaganomics. Kramer recorre los 3500 kilómetros que van desde la helada frontera con Canadá hasta el calor del Caribe, en compañía de un amigo y alter ego. 
El realizador se mantiene toda la película fuera de cuadro, dejando oír en ocasiones su voz. Si algún protagonista tiene Ruta Uno es su compañero de viaje, Doc, médico alcohólico que alguna vez supo creer en la revolución. Doc parece un personaje de ficción, y en verdad lo es, habiendo aparecido ya en films anteriores del realizador. Como en Punto de partida, Kramer hace un doble movimiento: registra el puro presente, diverso y heterogéneo, pero lo pone en perspectiva histórica, desprendiéndose de ello, necesariamente, una visión política. En el curso del largo viaje (la película dura más de cuatro horas, y se presenta endos casetes), Kramer y Doc leen poemas de Whitman, visitan la tumba de Thoreau y practican, a la manera de los beatniks, el viaje como epifanía, encarnando así, en los hechos, una cierta idea de América. Pero lo hacen en el marco más hostil, el de un país en el que la diferencia de clases se ahonda, los ghettos crecen junto con la violencia y los ricos son cada vez más ricos. La otra América, en una palabra. Una que, lamentablemente, sobrevivió al cineasta.

 

 

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