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REPORTAJE A LAUTARO GARCIA BATALLAN
�El problema de Alfonsín es el grupo que lo rodea�

El viceministro del Interior devino en ferviente delarruista. Defiende a rajatabla las políticas económicas, dice que la unidad nacional la propone el Presidente y carga, muy duramente, contra Leopoldo Moreau.
Las diferencias con Storani y Terragno.


El viceministro del Interior, Lautaro García Batallán, ha devenido en un acérrimo delarruista.
�Quien es Presidente tiene la autoridad�, recuerda, en referencia a una posible cohabitación.

 

Por José Natanson

  Ya no quedan muchos como él, un verdadero delarruista convencido. Los desaciertos políticos, la profundización de la debacle económica, el estado de crisis permanente: de a poco se van extinguiendo los defensores del Presidente, entre los cuales Lautaro García Batallán es uno de los últimos ejemplares. En diálogo con Página/12, el joven viceministro del Interior habla sobre los cruces entre el radicalismo y la Rosada por las gestiones para conformar un gobierno de unidad nacional, traza un (optimista) panorama para octubre y cuestiona con dureza a los radicales que se oponen a la gestión aliancista.

  --¿En serio piensan que Duhalde y Alfonsín se reúnen para ver cómo hacen para voltear al Gobierno?

  --El Presidente excluyó claramente a Alfonsín. Pero hubo reuniones entre un grupito de frustrados dirigentes del radicalismo de la provincia, con (Carlos) Ruckauf y algunos vivos peronistas, que se dieron manija entre ellos. Es menos que una conspiración, es un complot más parecido al de "Gran Hermano" que a algo que pueda ser viable.

  --De la Rúa habla siempre de la unidad nacional, pero ahora, cuando se plantea un plan más concreto, parece que no quiere saber nada.

   --La unidad nacional es con los sectores productivos, con los partidos políticos como tales: ya se hizo y se va a seguir haciendo. Pero la potestad de incorporar gente es del Presidente. La unidad se construye incluyendo, pero desde la propuesta del Presidente. El modelo de querer construir una monarquía latina, por decirlo de alguna manera, es absurdo. Lo que hay es un grupito muy reducido de radicales acomplejados, del que excluyo a Alfonsín, porque creo que tiene buena fe, más un grupo de peronistas vivos. Pero ha quedado totalmente desvirtuada como idea.

   --¿La propuesta de designar a un peronista, seguramente Eduardo Duhalde, como jefe de Gabinete, no serviría para fortalecer la gestión?

   --Lo único que puede fortalecer al Gobierno es el crecimiento económico y en base a eso una distribución más equitativa. Además, justamente Duhalde fue gobernador de una provincia fundida, vicepresidente de un ex Presidente que hoy está preso, y candidato derrotado hace dos años. Pensar que eso significaría un fortalecimiento es un negocio chino. Sólo puede ser razonable en una lógica de contubernio. Y la unidad nacional no es el contubernio.

   --¿Por qué Alfonsín impulsa esta teoría?

   --Yo creo que lo de Alfonsín es otra cosa. Tiene buena fe, pero tiene un problema: el grupito que lo rodea. Yo les digo los Salieri, porque él es Mozart, pero alrededor está lleno de Salieri: son tipos fracasados, que nunca ganaron una elección y que representan muy poco en el partido y en la sociedad. Alfonsín, por la dimensión propia que tiene, aparece en una confrontación que no existe. El Presidente y Alfonsín obviamente tienen diferencias, discuten, pero tienen claro que uno es Presidente y que el otro fue Presidente. Y mientras eso esté claro no va a haber problemas.

   --¿Usted cree que hay grandes diferencias entre Alfonsín, por un lado, y Leopoldo Moreau y Federico Storani, por otro?

   --Sí. Y también hago una distinción entre ellos. Fredi formó parte del Gobierno, con responsabilidad y lealtad, y en este conflicto ha mantenido una posición más racional. Pero Moreau es diferente: si invirtiera el tiempo que invierte en cuestionar su propio gobierno en plantear la crisis de financiamiento de la provincia de Buenos Aires, el desastre de las gestiones de Duhalde y Ruckauf, nos iría mucho mejor de lo que parece que nos va a ir en octubre. Lo de Alfonsín podría aparecer con la limpieza que yo creo que tiene, y no lleno de los cortocircuitos propios de la lógica internista de un partido con dirigentes superyoicos, que prefieren decir todo el tiempo cómo hacer las cosas en lugar de hacerlas.

   --En todo este asunto del gobierno de unidad nacional a algunos funcionarios se los vio, otra vez, muy preocupados por la autoridad presidencial.

   --La preocupación que existe no está vinculada a una cuestión de autoridad, sino poder expresar con claridad hacia donde vamos. Quien es Presidente tiene la autoridad. Lo que nosotros discutimos es por qué, cada vez que empieza a quedar claro cuál es el rumbo que escogió el Presidente, se generan discusiones que tratan de correr la realidad a otro plano. 

   --¿Se va a hacer el plebiscito por la reforma política?

   --La posición es muy clara: uno de los objetivos que persigue el Presidente es transformar el sistema político en dos sentidos: hacerlo más eficaz y hacerlo menos costoso. El objetivo es la reforma política. La consulta es un instrumento a los efectos de poner evidencia que es la sociedad la que demanda este cambio. Es una herramienta que el Presidente tiene y que va a usar si sigue decorándose la discusión.

   --¿Qué va a pasar con el Gobierno después de que la Alianza pierda las elecciones?

   --Bueno, primero hay que ver si la Alianza pierde. En una elección legislativa lo que está en juego son las bancas, y nos va a ir mejor de como estamos hoy. En el Senado es probable que después de la elección podamos disputar palmo a palmo la primera minoría con el PJ. Vamos a estar mejor que como estamos hoy. No creo que el resultado del 14 de octubre vaya a ser leído como un fracaso.

   --Todo indica que en Diputados la Alianza va a disminuir su representación.

   --Es posible, sobre todo por el peso de la provincia. Alfonsín va a duplicar como candidato a senador nuestra lista de candidatos a diputados en la provincia y esa diferencia nos va a hacer perder una cantidad de bancas importante. Entonces, vamos a perder quizás algunos diputados pero no vamos a perder la mayoría en la Cámara, y vamos a aumentar nuestras bancas en el Senado.

   --Más allá de la aritmética de la elección, una derrota en el total de los votos totales es un golpe para el Gobierno, que además puede repercutir en las variables económicas. En concreto: ¿no cree que luego de una derrota el riesgo país podría volver a dispararse?

   --El riesgo país mide la expectativa de los mercados de que el país pueda pagar sus compromisos. La elección está ajena a ese problema porque el Gobierno está firme en su rumbo. Obviamente la sociedad es crítica, y tiene razón. Pero yo tengo la confianza de que nuestros candidatos puedan explicar por qué hicimos los que hicimos y a dónde vamos.

   --Los principales candidatos, como Alfonsín y Rodolfo Terragno, no parecen tener muchas ganas de dar estas explicaciones.

   --Son críticos de la política económica, pero uno fue jefe de Gabinete y el otro es presidente del partido del Gobierno. Entonces, al final pesa sobre ellos la responsabilidad institucional. En las jornadas electorales es parte de la regla que se exacerben algunos aspectos. Pero si uno hace un balance queda claro que, por ejemplo, ni Alfonsín ni Terragno están dentro de ese contubernio al que yo hacía mención.

   --¿Qué tiene el Gobierno para ofrecer en octubre? ¿Por qué alguien debería apoyarlo?

   --En primer lugar, por la decisión de terminar con este círculo vicioso de tomar deuda para pagar deuda, no gastar más de lo que tenemos y llegar al déficit cero para hacer crecer la economía. En segundo lugar, impunidad cero: un gobierno que no protege a las mafias, que es honesto. Este es un gobierno serio, que está dispuesto a dejar de lado hasta sus propios intereses electorales. Además yo creo que hay que tener perspectiva histórica. Yo comencé a militar en la época de Alfonsín atraído por dos cosas: la recuperación de la democracia y la denuncia de un pacto entre el sindicalismo peronista y los militares. El gobierno de Alfonsín, para consagrar la institucionalidad, tuvo que conceder. En el plano militar se juzgó a la juntas pero hubo que sancionar el Punto Final y la Obediencia Debida. Y en el plano sindical se incorporó a los Gordos de la mano de (Carlos) Alderete en el Ministerio de Trabajo. En ambas oportunidades, nuestro partido, aún los que no estábamos de acuerdo, asumimos que la mayor responsabilidad del Gobierno era promover un ciclo virtuoso en lo institucional. Entonces, yo entiendo que muchos radicales estén enojados con Cavallo, porque él fue responsable operativo de muchas de las cosas que cuestionamos durante el gobierno de (Carlos) Menem. Llevamos dos años durísimos y tuvimos que hacer cosas que al Presidente no lo gustan, como recortar salarios y jubilaciones. Pero eran cosas que había que hacer y, además, bancarse el costo político: porque antes de los costos o cuestiones electorales está la responsabilidad de gobernar una Nación.

 

 

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