Por Eduardo Videla
La exclusión social deja una huella cada vez más profunda en el paisaje urbano porteño: en el último año, surgieron en distintos puntos de la ciudad diez nuevos asentamientos de viviendas precarias en terrenos desocupados, mientras que las villas ya existentes crecen en forma explosiva, corriendo sus límites hacia terrenos vecinos, porque el lugar ya no alcanza para las nuevas familias, o construyendo hacia arriba una suerte de dúplex de emergencia, cuando las casas son de material. Si bien no hay datos precisos, se estima que la población villera creció en el último año a un ritmo que supera ampliamente las soluciones habitacionales que brinda el Gobierno de la Ciudad, según admiten voceros de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV) y la Secretaría de Promoción Social de la Ciudad. Las causas van desde el propio crecimiento vegetativo en los barrios carenciados, una dosis de migración desde el Gran Buenos Aires �y del exterior� y el aumento despiadado de la miseria, que en la Ciudad se manifestó en un aumento de dos puntos en la desocupación, en el último año.
Las últimas estimaciones de la CMV indican que en las 15 villas �oficiales� de la Capital viven unas 130 mil personas. No se cuentan en esas cifras los últimos barrios carenciados que florecieron en algunos terrenos desocupados de la Ciudad:
En la Boca surgieron dos nuevas villas, en Suárez y Pedro de Mendoza y en Lamadrid y Pedro de Mendoza, donde se instalaron unas 200 familias. Aunque no están censadas, reciben asistencia de la Secretaría de Promoción Social.
En la Reserva Ecológica, entre el obrador de la empresa Covimet y la ex Ciudad Deportiva, hay unas 300 familias. También reciben ayuda de Promoción Social.
Debajo de la Autopista AU 7, en avenida Roca y Lacarra, se instalaron meses atrás unas 500 personas.
La Villa Dulce, que creció en un terreno privado frente a la fábrica Suchard, en Villa Soldati. Son 78 familias que fueron desalojadas y ahora están en la calle.
En el Puente Labruna, cerca de la cancha de River, donde viven unas 80 familias.
En los terrenos ferroviarios de Caballito hay un número no determinado de familias que no recibe ningún tipo de asistencia oficial.
En la Ciudad Universitaria (en su momento denominada Villa Gay) también hay una población inestable de pocas familias.
No están en la lista otros dos asentamientos: uno en Mariano Acosta y Castañares, recientemente desalojado (600 personas que fueron trasladadas a un galpón del Bajo Flores) y una extensión de la Villa 15, de Mataderos, 400 personas sobre las que pesa una orden de desalojo.
El fenómeno del crecimiento de las villas esconde un verdadero aquelarre de comportamientos. Están los que alquilan una cama en un cuarto a 100 pesos mensuales o 150, con comida, lo que se conoce como �cama caliente�. O los que venden una casilla de �cuatro por cuatro� (metros), en su propio terreno, a unos 1000 pesos. O los que ocupan una porción de tierra y luego la revenden a quienes finalmente terminan desalojados. O la lucha de pobres contra pobres: los que pelean desde hace años por regularizar su situación versus los nuevos ocupantes, que negocian una solución desde una posición de fuerza.
�Sumando la gente que vive en villas, en casas tomadas y en hoteles contratados por la Ciudad, las personas en emergencia habitacional representan el 10 por ciento de la población de la ciudad�, dijo a
Página/12 el titular de la CMV, Eduardo Jozami.
Desde ese organismo miran la situación con cierto agobio: sumando las viviendas construidas y los créditos para autoconstrucción, la Ciudad otorgará este año unos 2500 soluciones habitacionales. Una cifra exigua si se tiene en cuenta el crecimiento de la población villera.
Como ejemplo, el funcionario mencionó que este año la CMV otorgará en total unos 300 créditos, menos de la tercera parte de las solicitudes recibidas en el mismo lapso en ese organismo. �Esto si se habla sólo de la gente que tiene posibilidad de pagar un crédito. Pero existe una gran población que no tiene recursos y otra, no menos importante, que ni siquiera tiene documentos, lo que hace imposible escriturar una vivienda�, dijo Jozami.
�En las villas se produce un desglose de las familias: a medida que los hijos crecen y forman su propio grupo familiar, necesitan más espacio�, explica el secretario de Promoción Social, Daniel Figueroa. El organismo asiste a los habitantes de barrios carenciados con entrega de chapas, programas de autoconstrucción y el apoyo a 252 comedores barriales. �Pero a veces, ante la magnitud de la crisis, las respuestas no dan abasto�, dice Figueroa.
Ante ese panorama, los funcionarios trabajan en el diseño de soluciones para la emergencia: �Estamos estudiando un impulso masivo de la autoconstrucción o la compra de viviendas de fabricación rápida. También estamos buscando soluciones en el Gran Buenos Aires, donde los terrenos son más económicos que en la Ciudad�, adelantó Jozami. Estas soluciones contemplan además a los 7400 habitantes alojados provisoriamente en hoteles contratados por la Ciudad.
Ante este cuadro, la Coordinadora de Villas reclama el cumplimiento de la Ley 148, que establece un plazo de cinco años para la radicación de todas los barrios carenciados de la Ciudad. �El ritmo de crecimiento de las villas está duplicando las soluciones oficiales�, se queja Juan Cymes, dirigente de la Coordinadora.
La emergencia pone al gobierno en una encrucijada: no sólo enfrenta los reclamos de los sin techo, sino también el de los sectores medios o medios bajos �que nos reprochan que les estemos entregando viviendas a los bolivianos�.
El plan para urbanizar las villas de la Ciudad requeriría una inversión de 400 millones. Este año, la CMV tuvo un presupuesto de 48 millones �incluidos 11 millones para sueldos�. A ese ritmo, el problema habitacional, en lugar de disminuir, irá aumentando. Más si se tiene en cuenta que el Ministerio de Economía decidió recortar los fondos destinados al Fonavi �consecuencia del déficit cero�, parte de los cuales debe ir a los planes de la Ciudad.
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