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EL NUEVO LIBRO DE CHISTES 
JUDIOS DE RUDY Y ELIAHU TOKER
¿Sabés el de la bobe?

La idea les nació hace años, en un debate donde terminaron contando chistes. Toker y Rudy reunieron una antología de humor judío que va de Woody Allen al Once, de la corrosión a la alegría, de lo tradicional a lo posmoderno. �La felicidad no es todo en la vida� se publica la semana próxima y Página/12 adelanta algunos de sus temas: Dios, el idisch y el sexo.

Por Rudy y Eliahu Toker

Un judío ortodoxo de Brooklyn, a raíz de un juicio, debe presentarse ante un juez. Una vez en el juzgado, comprueba que le fue asignado un intérprete. Furioso, increpa al juez:
�¿Qué se cree usted, que no hablo un buen inglés? Sepa Su Señoría que, aunque esté vestido como lo fijan las normas de la ortodoxia judía, hice mis estudios universitarios en Harvard. Comprenderá entonces que utilizar conmigo un intérprete es innecesario e incluso ofensivo.
Tras escuchar este discurso, el juez se inclina hacia el intérprete y le pregunta en idish:
�¿Qué dijo?

Moishe y Shloime, plantados en medio de una callejuela del shtetl, su pequeño villorio, discutían a los gritos. Ya estaban por irse a las manos cuando pasó por allí el rabino, se detuvo y les pidió que le contaran por qué discutían. Cada uno de ellos le dio su versión de la disputa; el rabí los escuchó atentamente, y tironeándose de la barbita les propuso lo siguiente:
�La cuestión que me plantean no es simple, pero si se comprometen a acatar mi veredicto, voy a tomarme un día para pensarlo y mañana sin falta voy a pasar por la casa del que, a mi juicio, no tiene razón, e invitarlo a que vaya a casa del otro a disculparse.
Moishe y Shloime se comprometieron a acatar la decisión del rabino y, efectivamente, al día siguiente éste pasó por casa de Shloime y le ordenó que fuese a pedirle disculpas a Moishe. De inmediato corrió la novedad por el shtetl, y en cuanto se enteró del veredicto, exultante, reunió Moishe en su casa a parientes y vecinos, para que viesen con sus propios ojos a Shloime pidiéndole disculpas.
Pasaron un par de horas de espera, pero finalmente golpearon a la puerta. Moishe esperó que volviesen a golpear antes de acudir a abrir. Cuando golpearon por tercera vez se encaminó, lenta y majestuosamente hacia la puerta, seguido por la multitud de parientes y amigos. Abrió la puerta y allí estaba, efectivamente, Shloime en persona, que en cuanto vio a Moishe le preguntó:
�Dime, ¿aquí vive Iankl?
�¿Iankl? ¡No! �respondió Moishe, asombrado.
�¡Oh, disculpa...! �exclamó Shloime, y se fue.



Un hombre llega a un shtetl buscando a don Jacobo Cohen, a quien no conoce. Entonces, le pregunta a uno por la calle:
�¿Conoce usted a Jacobo Cohen?
�¿Que si lo conozco? ¡Es la peor persona de la aldea! Las madres esconden a sus hijas al verlo pasar, el rabino trató de recuperarlo sin éxito, el médico le insiste que deje de beber, pero sigue siendo el terror de la taberna, cada tres días lo llaman del banco para que pague lo que debe, su mujer está hecha un mar de lágrimas, sus hijos están desesperados y como artesano no hay cliente que quede satisfecho con sus trabajos. ¡Más le vale no encontrarlo!
�¿Y cómo sabe usted tanto sobre él?
�¡Es que somos amigos íntimos desde hace muchos años!



Un muchacho llega al shtetl para casarse con la novia que le asignaron y aún no conocía. Pero hete aquí que dos mujeres, madres de sendas hijas casaderas, reclaman ser la futura suegra del recién llegado.
El caso llega al rebe, quien debe decidir. Entonces reúne a las �suegras� y al muchacho y, en salomónico fallo, dictamina:
�Dado que no se puede saber quién es la verdadera suegra, que partan al muchacho en dos y se lleve la mitad cada una. 
�¡Está bien! �dice la primera.
�¡No! �dice la segunda�. Antes de que lo maten, prefiero que se lo lleve ella.
�La situación es clarísima. El joven le corresponde a la que aceptaba partirlo. ¡Esa es una verdadera suegra!



Un judío, dueño de una granja donde criaba gallinas, vino cierta vez, muy preocupado, a ver al rabino milagroso de la región.
�¡Rebe �le dijo�, me sucedió una desgracia! Una peste se propagó entre mis gallinas y la mitad de ellas ya se me murieron.
�¿Qué les das de comer?
�Cebada.
�Está mal. Tienes que darles trigo.
Al día siguiente volvió el judío, más desesperado todavía.
�Rebe, se me murieron cincuenta gallinas más...
�¿Y qué les das de tomar?
�Agua fría.
�Está mal. Tienes que entibiar el agua.
Dos días más tarde, ese judío está de vuelta.
�Rebe, me quedan solamente diez gallinas; ¿qué hacer?
�¿De dónde sacas el agua que les das?
�¿Cómo de dónde? Del pozo.
�Está mal. Hay que darles agua de una fuente.
Al anochecer, volvió el judío llorando:
�Rebe, se me murió la última gallina...
�¡Oy, oy, oy! �se lamentó el rabino� ¡Es una verdadera lástima! ¡Y yo que tenía todavía tantos consejos para darte...!



El rabí Iosef Kahaneman, fundador de una Escuela Talmúdica ultraortodoxa de Bnei Brak, solía viajar mucho para conseguir fondos con los cuales continuar construyendo escuelas. En el curso de uno de sus viajes, pidió tomar contacto con cierto judío tremendamente rico y también tremendamente opuesto a la ideología religiosa del rabí. Pese a conocer su postura, el rabí insistió en verlo y, al final de una larga reunión durante la cual dio rienda suelta a toda su hostilidad contra la ortodoxia, respondiendo a la insistencia del rabí, el rico le hizo la siguiente oferta:
�Yo estoy dispuesto a darle todo el dinero que necesite para la construcción de una escuela judía elemental, pero con una condición: que en esa escuela esté formalmente prohibido a los alumnos usar solideo, incluso para estudiar la Torá o para hacer las bendiciones antes de las comidas.
�¿Si yo acepto esta condición, está usted dispuesto a facilitarme todo el dinero necesario? �preguntó el rabí. 
�Sí, y va a hacerme muy feliz contribuir con la construcción de una escuela judía de este tipo �respondió el rico riendo.
Un año más tarde el hombre fue invitado a la inauguración de la escuela que había costeado. Sobre la puerta de entrada del hermoso edificio se podía leer: �Nueva escuela para niñas de Bnei Brak�.



Mendl Cohen sufre un accidente de tránsito y, malherido, queda tendido en la calle. Un sacerdote católico que pasa lo ve moribundo y se apresura a darle los últimos sacramentos:
�¿Renuncias al demonio y crees en Jesucristo? �le pregunta.
�¿Nu? �comenta Mendl� ¡Yo estoy acá muriéndome y él me viene con preguntas!
uuu
Shloime consulta al rabino:
�¿Cuál es, según la ley judía, el castigo para la bigamia?
�Tener dos suegras.



En esa hermosa tarde cuatro rabinos estaban discutiendo de teología. Tres sostenían una postura y el cuarto sostenía una opinión distinta. Finalmente dijo uno de ellos:
�Bueno, ganamos por mayoría, tres contra uno.
�¡Para nada! Estoy convencido de que las cosas son como digo yo... ¡Oh, Dios, dales una señal a estos hombres para que comprendan que yo tengo razón!
Entonces, de pronto, se nubla, se desata una tormenta y un rayo cae cerca de los rabinos.
�¿Ven, ven? ¡Es la señal de que Dios está conmigo!
�¡Pero qué tiene que ver, por favor! Es algo totalmente natural que suele suceder... ¡Se nubla y estalla una tormenta...! ¿Por qué pensar que es una señal de Dios?
�Está bien, está bien... ¡Dios mío, por favor, te pido una señal más clara!
Aparecen de pronto cuatro nubes y una de ellas tapa a las otras tres.
�¿Ven, ven? ¡Una nube, mi opinión, tapa a las otras tres, la de ustedes! ¡Está clarísimo lo que Dios les quiere!
�¡¿Dios?! ¿Qué tiene que ver Dios en todo esto? ¡Estás son cosas del viento, no de Dios!
�Está bien, está bien... ¡Dios mío, por favor, danos una señal inequívoca, que no quede ninguna duda de que compartís mi opinión!
Entonces desde el cielo se deja oír una voz tremenda que dice:
�¡¡¡¡El tiene razón!!!!
�¿Ven, ven?
�¿Nu? ¡Bueno, igual ganamos! ¡Ahora estamos tres a dos!



Rebeca va un día a la sección Cementerios del edificio de la comunidad. Como es una mujer muy conocida en la colectividad, que además hace importantes donaciones a la institución, es recibida con todos los honores por el jefe de la sección:
�¡Qué tal, Rebeca, qué agradable sorpresa! ¿En qué podemos ayudarte?
�Yo quiero pedirles un favor... �dice Rebeca�. Cuando yo me muera quiero que me cremen.
�Pero, Rebeca �le dice el encargado�, ¡eso no puede ser, la religión judía lo prohíbe claramente!
�A mí no me importa �responde Rebeca�, yo, cuando hago donaciones, no pregunto qué van a hacer con la plata, ¡ahora yo quiero que me cremen y listo!
Y tanto insiste, tanto insiste Rebeca, que al final consigue que le prometan que la van a cremar cuando muera.
�Bien, dice Rebeca, y algo más; quiero que mis cenizas las pongan en ese shopping center, el Patio Bullrich.
�Pero, Rebeca, ¿estás loca? �se asombra el encargado�. ¿Para qué querés que tiren tus cenizas en el Patio Bullrich?
Y ella:
�Así mi nuera me visita de vez en cuando.

 

 

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