OPINION
Lo que queda de Durban
Por Claudio Uriarte
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Lo que se aprobó en la �hora 25� de ayer en Durban es un emparche, el mínimo común denominador razonable �acribillado de reservas, �interpretaciones� y cláusulas de escape� al que podían llegar los 160 países para salvar la cara de la Conferencia contra el Racismo convocada por la ONU �y también la cara de los participantes mismos�. Importa más lo que no se aprobó, porque ahí se encuentran las verdaderas claves de un acuerdo que tiene kilómetros de extensión, pero centímetros de profundidad.
En primer lugar, se encuentra la equiparación entre sionismo y racismo, empujada hasta casi el último momento por el bloque de países islámicos. Esa equiparación iba mucho más allá de la condena a la ocupación o las prácticas israelíes en Cisjordania, para convertirse en un rechazo al derecho a la existencia de Israel propiamente dicha. Esto era así porque el sionismo consiste precisamente en la reivindicación del derecho a un hogar nacional judío; equiparar al sionismo con el racismo en una conferencia de las Naciones Unidas dedicada a luchar contra este último equivalía a volver a poner todo el peso de la Asamblea General contra Israel, como ocurrió entre 1975 y 1991. Pero el hilo se quebró por lo más grueso: después del retiro de Israel y de Estados Unidos de la conferencia, la amenaza de la Unión Europea de hacer lo mismo dejó a los islámicos ante la perspectiva de una condena posible, pero vacía de peso diplomático. Los dos lados transaron por el menos malo de los mundos posibles.
El otro punto fuerte de disenso fue el reclamo africano a Occidente de reparaciones por el pasado esclavista. Teniendo en cuenta el carácter rigurosamente no vinculante de las decisiones de esta especie de Asamblea General sui generis, la cerrada negativa occidental a la mera contemplación de esa perspectiva alcanza su verdadera dimensión motivacional en el nuevo mundo planteado por la generalización de las demandas judiciales extraterritoriales, lo que se ha conocido bajo el rótulo un poco hiperbólico de �globalización de la justicia�: nadie sabe dónde ni cuándo puede abrirse un proceso en contra de quién ni por qué motivos, pero conviene cuidarse si éstos últimos aparecen avalados por cualquier cosa que pueda construirse como legitimidad internacional.
En última instancia, Durban fue ineficaz, porque Medio Oriente y el esclavismo eclipsaron al racismo del día de hoy. Y eso es un mal precedente. |
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