Por
F.Y.
Cuando el candidato a senador porteño del ARI, Alfredo Bravo, escuchó
que su colega Elisa Carrió elogiaba a Carlos Chacho
Alvarez en público, se enfureció por el atrevimiento. Si
bien la polémica fue pública, tuvo origen en las entrañas
mismas del ARI, cuando los socialistas frenaron el ingreso de frepasistas
chachistas a las listas de candidatos. Tras una intensa negociación,
el inconveniente fue superado. Pero sólo por ahora.
Todo comenzó cuando Carrió justificó la presencia
de Liliana Chiernajowsky durante la presentación del informe preliminar
de la comisión antilavado. Liliana está con nosotros
y quiero que sea una de nuestras diputadas nacionales, dijo la diputada
en esa oportunidad. Los más sorprendidos fueron los socialistas,
quienes mantienen una larga enemista con Alvarez desde que renunciara
a la vicepresidencia.
Lo demostraron evitando la incorporación de la esposa de Alvarez
a la lista de candidatos a diputados porteños. Esto es injusto.
Yo peleo sola en la comisión. Yo renuncio a la candidatura a pesar
de tener el respaldo del 70 por ciento de la gente, y ellos no quieren
que Liliana sea candidata porque es la esposa de Chacho. No es justo,
no hay grandeza y siento que me están forreando, reaccionó
Carrió con amargura, días después y ante sus más
cercanos colaboradores.
La legisladora sostiene que sus socios se equivocaron, que esta es una
muestra de que se está fallando en la construcción transversal
del movimiento. Pero también dice que el PSD sucumbió
a la intromisión frepasista en el tema. Y acusa sin dudar al jefe
de gobierno porteño: Aníbal (Ibarra) operó
en contra nuestra. Yo lo convencí a Alfredo (Bravo) y él
se encargó de llenarle la cabeza en contra. Lo hizo para debilitarnos,
repetió a su círculo íntimo y hace referencia a un
encuentro entre Bravo e Ibarra durante un acto oficial. En esa oportunidad,
el jefe de Gobierno le dijo al oído a Bravo: Estamos otra
vez cerca. El candidato a senador le preguntó por qué:
Por lo de Liliana. Yo se las cedí. El socialista montó
en cólera y juró no permitir el ingreso de Chiernajowsky.
Entendía que significaba la intromisión de Alvarez dentro
del ARI, una fuerza sustancialmente diferente al Frepaso.
Carrió decidió dar un paso más, y desde Santa Fe,
anunció que Alvarez está colaborando con el ARI. Y los socialistas
como Bravo y Héctor Polino, se enojaron públicamente. Convencidos
de que la polémica a través de los medios no era lo más
conveniente, algunos dirigentes socialistas prefirieron bajarle el perfil
al entredicho: Hay que entenderlo a Alfredo, que lo quiere a Chacho
como a un hijo. Y está dolido por la actitud que tuvo durante su
paso por el gobierno. Nunca le respondió sus llamados, porque sabía
que Alfredo le reclamaría por las políticas adoptadas. Y
para colmo, renuncia y no le avisa a nadie.
Sin embargo, Carrió no le dio mucha importancia al revuelo desatado:
Esto lo arreglamos tomando unos vinitos entre Alfredo y yo, porque
nos amamos, dijo el miércoles durante la presentación
de los candidatos. Unas horas antes, ambos habían mantenido una
larga conversación.
Bravo, vehemente como siempre, le dijo que lo tenía harto
con el tema Chacho. Ni siquiera entró y ya está generando
problemas, se quejó, para luego recordar el acompañamiento
de Alvarez a los impuestazos y el ajuste, y la falta de consulta al Frepaso
frente a estas política impopulares. Bravo finalizó con
un terminante: No quiero a Chacho en el ARI. A su turno, Lilita
le reiteró su idea de la transversalidad, de la construcción
aluvional que produce la crisis del modelo y de la necesidad de diferenciar
a los cómplices de los honestos, incluyendo a Alvarez en este último
grupo. Acordaron seguir discutiendo el tema, sobre todo porque Chacho
nunca dijo que quería ingresar al ARI. Pero Bravo tenía
todavía una duda: La gente va a pensar que tenemos un acuerdo
secreto con Alvarez, ese que antes de luchar por sus convicciones prefirió
renunciar. ¿Vos me jurás que no hay un acuerdo secreto?,
le preguntó a Carrió.
No. No hay nada de eso respondió, seca, seria, la diputada.
Después, ambos partieron hacia el acto del ARI. Pero entre los
socialistas quedó la sensación de que esta historia no ha
terminado.
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