Por
Ian Traynor *
Desde Moscú
El presidente de Bielorrusia (o Rusia Blanca), Alexander Lukashenko,
ayer por la noche parecía seguro de aferrarse a su poder dictatorial
en una elección controvertida. Con el 75,12 de los votos escrutados,
Lukashenko había obtenido el 78,4 según el recuento oficial
provisional. Pero la oposición llamó a resistir contra esta
nueva consagración del último líder stalinista entre
los estados nacidos de la ex Unión Soviética. La elección
tiene chances de ser considerada ilegítima por Occidente, lo que
agudizaría el aislamiento internacional de uno de los más
duros regímenes de Europa.
En el curso de un ambiente de amenaza que podría desembocar en
una arriesgada confrontación, Lukashenko estaba ansioso por proclamar
su victoria, que le otorga un nuevo mandato de cinco años. La república
postsoviética de Bielorrusia ya lleva siete años de tolerar
un autoritarismo que fue siempre en aumento. Cuando ayer depositó
su voto en la urna en la capital bielorrusa de Minsk, Lukashenko insinuó
que podía reformar la Constitución en vistas a prolongar
su régimen.
Los activistas opositores, que se habían distribuidos por toda
Bielorrusia para vigilar la votación, acusaron de irregularidades
en el recuento de votos. Ya antes habían denunciado una campaña
electoral caracterizada por la censura a la prensa, el acoso e intimidación
a la oposición y las trabas al monitoreo internacional.
El régimen acusó a Washington y a la Organización
para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE) de poner en práctica
una operación de espionaje y conspirar en contra de Lukashenko.
Este, luego de votar, anunció que Hans-Georg Wieck, embajador en
Minsk de la OSCE, era un espía que sería echado del país
si no se va por propia voluntad. Wieck es un ex jefe de los servicios
secretos alemanes y un diplomático retirado que ha pasado tres
años en Minsk, abocado a promover la oposición a Lukashenko
y los procedimientos democráticos. Asimismo ha habido amenazas
contra Michael Kozak, el embajador de Estados Unidos en Minsk, que podría
también ser expulsado luego que la Casa Blanca y el Departamento
de Estado norteamericano hicieran explícitas declaraciones de apoyo
a la oposición. Ayer hubo una pequeña explosión detrás
de la Embajada de Estados Unidos en Minsk, sin víctimas.
El presidente, la policía secreta KGB (todavía se llama
así en Bielorrusia) y los medios oficiales fomentaron un clima
de temor todo el día de ayer, con amenazas de represión
en las calles si los estudiantes y los activistas de derechos humanos
concretaban su promesa de organizar largas manifestaciones contra el régimen.
Tenemos las calles bajo control, declaró Lukashenko.
Y añadió: La gente puede estar completamente segura
de que todo seguirá en calma.
Un vocero de la KGB también advirtió a la oposición
que se mantenga lejos de la calle, mientras que la televisión estatal
machacó el mensaje en los hogares, mostrando a una policía
bien dispuesta a bloquear cualquier protesta. Diplomáticos occidentales
en Minsk predijeron que un público tradicionalmente tranquilo,
ya intimidado por las advertencias del gobierno, reaccionaría con
resignación a la declaración de victoria de Lukashenko,
no obstante, líderes estudiantes han incitado a movilizarse a decenas
de miles. Si las protestas se concretan, la situación podría
ponerse violenta.
*
De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
|