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OPINION

Un ejercicio didáctico

Por Claudio Uriarte

Los tres atentados palestinos de ayer constituyen una escalada que refuerza la lógica que llevó a Ariel Sharon al frente de un gobierno de unidad nacional de amplitud sin precedentes en la historia de Israel. La apuesta palestina sigue atada al libreto imaginado desde el momento en que su dirección prefirió una guerra con Sharon a una paz con Ehud Barak: tratar de que el famoso carnicero de Sabra y Chatila se enoje y provoque una masacre en tal escala que fuerce una intervención internacional, con los palestinos en el lugar de la minoría étnica a proteger. Sin embargo, ese libreto no está funcionando, entre otras cosas porque el carnicero es demasiado astuto, y porque la simple magia negra que los palestinos parecían creer que producirían las palabras “Ariel Sharon” se está desvaneciendo ante lo que puede considerarse una suerte de ejercicio didáctico fríamente resuelto.
Ese ejercicio, a cargo de Sharon, consiste en demostrar a todos, dentro y fuera de Israel, que la dirección palestina no quiere la paz. Sharon, que sigue siendo la ultima ratio posible de un gobierno de derecha, resistió todos los atentados sin plegarse a las demandas internas crecientes de una respuesta de mano realmente dura. Sus acciones de represalia han sido largamente simbólicas: incursiones puntuales en zonas palestinas, destrucción de edificios palestinos vacíos y una política de “asesinatos selectivos” de jefes de la Intifada cuyo único sentido es demostrar al electorado que el gobierno contesta con algo al terror en las calles. Sharon incluso depuso su demanda inicial de requerir un cese de la violencia antes de entrar en negociaciones con Yasser Arafat, y autorizó a su canciller laborista Shimon Peres a abrir negociaciones bajo fuego. El resultado: ahora es Arafat el que plantea condiciones para negociar, entre ellas el fin de los asesinatos selectivos, del bloqueo de las zonas palestinas y de la retención de dinero perteneciente a la Autoridad Palestina.
Las acciones de ayer se enmarcan además en un debilitamiento de la posición diplomática internacional de los palestinos. Arafat y sus aliados islámicos fracasaron estruendosamente en el intento de lograr que la conferencia de Durban equiparara al sionismo con el racismo, y en EE.UU., el secretario de Estado afroamericano Colin Powell, más inclinado que el resto del gobierno a tomar partido con los palestinos, está debilitándose en todos los frentes. Los atentados palestinos ayudan a que así sea.


 

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