Por
Cledis Candelaresi
La
idea de crear en Argentina un banco de fomento a la industria con el auxilio
de organismos multilaterales de crédito surgió hace dos
meses. Fue durante el encuentro que tuvieron entonces en Buenos Aires
el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias,
y dirigentes de la Unión Industrial Argentina. Estos comenzaron,
entonces, una labor que ahora continúa en Washington José
Luis Machinea, en su condición de director para América
Latina del BID. El ex ministro de Economía intentará persuadir
a la conducción de esa entidad de liberar recursos para un proyecto
financiero que genere el anhelado crédito a tasas accesibles.
Escoltado por otros dirigentes industriales, el titular de la UIA, José
Ignacio de Mendiguren, acaba de viajar a los Estados Unidos para entrevistarse
nuevamente con responsables del BID y del Banco Mundial, ante quienes
reiterará su prédica industrialista. El déficit
fiscal no es el causante de los desequilibrios económicos sino
la consecuencia de una economía que no crece, es uno de los
principales argumento que expondrá el dirigente fabril.
La visita a Estados Unidos y ese discurso serán reiterados el 2
de octubre, cuando De Mendiguren comparta en Washington con el subsecretario
del Tesoro, John Taylor, el presidente mexicano, Vicente Fox, y el ministro
de Economía, Domingo Cavallo, un seminario organizado por Latin
Sumit. La sola invitación a ese evento, paralelo a la asamblea
anual del Fondo Monetario Internacional, es celebrada por los popes empresarios
como un hecho extraordinario, que deben aprovechar al máximo.
Desde esa privilegiada tribuna, el titular de la UIA postulará
que el pago de la deuda, sin un imprescindible período de gracia,
no puede gatillar el deseado círculo virtuoso de crecimiento. Hará
también una encendida defensa de la banca pública, subrayando
que es la única que auxilió a las empresas en crisis. Y
no dejará de remarcar que es imposible crecer con los niveles de
pobreza y marginación que se padecen en la Argentina.
La UIA fogonea la creación en Argentina de un banco específico
para la industria, con aportes del BID, el Banco Mundial y alguna línea
específica del Fondo Monetario Internacional, que permita a las
empresas tomar préstamos a una tasa de alrededor del 8 por ciento
anual, impensable en la coyuntura actual. Los dirigentes fabriles imaginan
que con un banco sectorial podrían salvar el problema del crédito
caro, escaso o directamente inaccesible, en particular para muchas pymes.
Para lograr su cometido, descuentan con la colaboración de Machinea,
quien instalado en Washington e integrado al staff del BID, intenta acelerar
gestiones para que se concrete algún aporte de capital o reorientando
créditos otorgados pero aún no utilizados. El ex ministro
tiene razones para poner empeño en la tarea: saldar una deuda de
gratitud con la UIA, que antes de recalar en el Palacio de Hacienda, lo
había acogido como titular del Instituto de Desarrollo Industrial
(IDI), su brazo académico.
El modelo inspirador del banco de fomento industrial es el Banco Nacional
de Desarrollo de Brasil, que desde siempre despertó la envidia
de los empresarios locales. Además de los créditos a tasa
preferencial, el Bndes integra el capital empresario (tiene participación
en más de 200 empresas), financia programas para exportadores con
muy bajo interés, así como la producción de máquinas
y herramientas, a condición de que éstas tengan una alta
proporción de contenido local.
Sin embargo, difícilmente se pueda reproducir aquí un banco
de apoyo a la industria igual al que existe en el país vecino.
Primero, por la envergadura, ya que el capital del BNDES es casi equivalente
a todo el sistema financiero argentino. Después, por su composición.
Casi la mitad de sus recursos (unos 30 mil millones de dólares)
provienen de aportes de empleados, y el grueso corresponde al Fondo de
Auxilio al Trabajador, masade recursos con la que se cubre el subsidio
a los desempleados: el FAT presta al banco a muy bajo interés.
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