Por Diego Guelar *
�La Cuarta Gran Guerra�
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Indudablemente este atentado está enmarcado en lo que se llama la Cuarta Guerra Mundial, la Tercera fue la Guerra Fría. El primer escenario de esta Cuarta Guerra lo tuvimos en la Argentina, con los atentados a la Embajada de Israel y de la AMIA (�92 y �94), con casi 200 muertos y más de mil heridos. En ese momento fueron los atentados de mayor número de víctimas en Occidente desde fin de la Segunda Guerra Mundial. Ese hecho, que en la Argentina fue visto como marginal o a la comunidad judía como protagonista, realmente tiene mucho que ver con este escenario que se fue dando en los atentados a las embajadas norteamericanas en Africa, a un barco que se atacó en Yemen el año pasado. Los movimientos terroristas mundiales durante la Tercera Guerra Mundial en general terminaban por vía directa o indirectamente relacionados con la CIA o la KGB, ya sea por estímulo o financiación en un mundo que se caracterizaba por los enfrentamientos Este-Oeste pero que tenía varios escenarios móviles, como eran Vietnam, Medio Oriente, Cuba, países de América latina, países africanos. Es decir, había una serie de fronteras móviles entre las dos potencias que se transformaban en materia de cambio; cuando se resolvía un problema desaparecía o se tranquilizaba al grupo involucrado. Esa metodología desaparece al finalizar la Tercera Guerra Mundial y Estados Unidos queda como única superpotencia y algunos grupos vinculados con las potencias adoptan independencia y se vinculan con el narcotráfico, tráfico de armas, extorsiones, muchos de ellos conservan en el discurso la legitimidad de causa, tipo la ETA. Pero indudablemente se caracterizan por el individualismo, la violencia creciente y deliberada, efectivamente indiscriminada para producir el terror. Este atentado lamentablemente no es un episodio aislado, está en un escenario repetido. En el mundo hay hoy dos hechos de locura máxima: la social, que es que el 60 por ciento de la población mundial viva por menos de dos dólares, y el elemento de grupos fundamentalistas anárquicos, que generan actos de violencia creciente indiscriminada. Estas organizaciones no representan ni a pueblos, ni a etnias; así lo digan en el discurso no son una representación social sino un grupo de delincuentes. Evidentemente, como va de forma creciente y su caldo de cultivo es un mundo muy desequilibrado, lo que queda para la reflexión es concientizar en términos de romper con la irracionalidad social y cooperar activa e internacionalmente. Obviamente, Argentina puede ser un escenario como lo fue Buenos Aires y ayer Nueva York. Esto implica que lo que nuestro país requirió de cooperación internacional y obtuvo muy poco se vuelva una respuesta inminente.
* Ex embajador en Estados Unidos. |
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